Que levante la mano quien no estaba descontento, triste y cabreado después de ver a la Real en Eibar. No creo que se pueda estar de otro modo tras comprobar que tu equipo es infinitamente mejor que el rival y, sin embargo, no consigue la victoria por las circunstancias que sea. Lo que no acabo de entender es lo que sucede después. Era previsible el enfado con la Real, con los jugadores y con Lillo. Era evidente que las críticas se iban a multiplicar, basadas sobre todo en el resultado. Porque no estaríamos hablando de lo mismo si Necati o Abreu marcan las que tuvieran al final o si Bravo llega a parar el penalti. Pero lo que no es entendible es que se desprecie como se ha hecho que estemos un punto más cerca del objetivo. El sábado a mediodía estábamos a siete puntos del ascenso. Al finalizar la jornada, esa distancia quedó reducida a seis. Es un dato objetivo. Y aún así, esta jornada se ha disparado (otra vez) el anuncio de que la Real ya no sube, se ha quedado descolgada y tiene que pensar en la próxima temporada.
Entiendo que el fútbol es un estado de ánimo. Es más, lo comparto plenamente y es lo que rige mi vida como aficionado txuri urdin. Pero una cosa son los titulares y otra muy distinta la realidad. ¿Ha perdido la Real las opciones de subir a Primera? No. ¿Es difícil la tarea? Dificilísima. Pero hoy es un punto menos difícil que tras el empate en casa contra el Nastic, por uy cabreados que termináramos después de Ipurúa. Hay algo que muchos están obviando cuando la Real no consigue la victoria, y es que lo verdaderamente trascendente no es ganar o empatar, sino quedar terceros, segundos o primeros (que yo tampoco lo descartaría por mucho que algunos ya lo hagan). Y para ello, aunque parezca una obviedad decirlo, lo único que hace falta es quedar entre los tres primeros. No ganar un número determinado de partidos, no, por mucho que lo ideal sea lograr tres puntos en cada jornada, sino sumar los puntos suficientes para alcanzar esas posiciones.
Aquí es donde entran en juego los matemáticos del fútbol. Los que dicen cuántos puntos y cuántas victorias hacen falta para subir. Hoy la Real tiene 50 puntos y está a seis del tercer clasificado, el Rayo (contra el que tendrá que jugar en Vallecas a tres jornadas del final). El Tenerife es segundo con 59 puntos y encabeza la clasificación el Xerez con 60. Y eso es lo único cierto e incuestionable. Algunos dicen que hay que ganar siete de los diez partidos que restan. Otros apuntan que serán necesarios ocho. ¿Y si Xerez, Tenerife y Rayo ganan todos sus partidos? En ese caso, ni ganando los diez que restan podrá la Real subir a Primera. Eso demuestra la inutilidad efectiva de estas cuentas. Por descontado, es dificilísimo que tres equipos ganan diez partidos seguidos, pero es una posibilidad tan factible como que logren diez, nueve y seis puntos menos que la Real en lo que resta de temporada. Igual de factible. Eso que no lo dude nadie.
No ganar al Eibar ha disparado otra serie de cuentas. La de los puntos que se le han escapado a la Real contra los equipos de abajo. Y se dice que eso es lo que nos está costando no llegar a los puestos de ascenso. Y yo discrepo. Por descontado que se nos han ido muchos puntos en esos partidos. Demasiados. Pero son nueve los equipos que luchan por no descender (en realidad, ocho; el Sevilla Atlético hace ya mucho que está virtualmente descendido), y contra ellos la Real ha conseguido el 47 por ciento de los puntos que ha disputado hasta ahora. Si ganara los cuatro partidos que le restan contra estos rivales (Albacete, Celta, Córdoba y Alicante), llegaría al 63 por ciento. Contra los otros seis equipos que luchan por subir a Primera, el equipo de Lillo ha sumado hasta ahora el 44,5 por ciento de los puntos en disputa. Si gana los partidos que le restan frente a Tenerife, Rayo y Salamanca no alcanzaría el 60 por ciento de los puntos posibles. Es decir, se han ido más puntos con los de arriba. La realidad estropea ese titular. Eso dicen los datos. El fútbol demostró que estuvimos tan cerca de ganar al Zaragoza en los dos partidos como de hacerlo ante el Eibar.
Pero, como decía arriba, el fútbol es un estado de ánimo. Y mucho más en el caso de la Real (si alguien no lo tenía claro, estos dos años en Segunda habrán disipado todas las dudas). Por eso, el partido del sábado ante el Tenerife es una auténtica final que hay que ganar. Si se logran los tres puntos, se disparará otra vez la euforia y no importará que Rayo y Xerez mantengan su distancia con respecto a la Real. Si no se gana, casi todo el mundo enterrará a la Real. Yo no hago cuentas, yo simplemente tengo sueños. Y mi sueño ahora es ganar al Tenerife. Si se le gana a uno de los equipos más en forma de la categoría, pensaré que de Huesca hay que volver con otros tres puntos. Y si se hace, ganar en Anoeta al Celta será una obligación. Y si se logra, ¿cómo no vamos a vencer en casa del Alicante? Y así llegaríamos al partido en casa ante el Albacete con la posibilidad de lograr las cinco victorias consecutivas que se escaparon ante el Nastic. Y entonces seguro que todavía hay quien cree que el ascenso no es posible. Pero yo creeré hasta el final. Hasta que la distancia con respecto al tercero sea mayor que el número de puntos que queden en juego o hasta que la Real confirme que ha logrado el objetivo. No hay otra. Pero el sábado hay una final.
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