2012-2013, el equipo de Champions. |
Ha llegado el momento de volver a creer con fuerza que la Real puede conseguir un título. Así, sin tapujos y con valentía. La que siempre ha caracterizado, por ejemplo, a Claudio Bravo cada vez que ha hablado de las ambiciones que debiera tener el equipo. El arquero chileno, de hecho, comentó esa posibilidad al finalizar la Liga y antes de marcharse con su selección por última vez esta temporada. Como él, yo soy de los que está convencido de que este equipo no ha tocado techo. Una cuarta posición en la Liga y una eliminación en dieciseisavos de final de la Copa no pueden marcar el tope de lo que puede lograr un equipo en el que juegan el propio Bravo, Iñigo Martínez, Carlos Martínez, Illarramendi, Xabi Prieto, Griezmann, Vela o Agirretxe. Y por eso creo que es hora, por fin, de pensar a lo grande.
No hay que confundir los anhelos y las posibilidades con las obligaciones. Un disparatado debate en torno al relevo en el banquillo ha sido el de las exigencias. ¿Qué se va a pedir a Jagoba Arrasate para superar el cuarto puesto del equipo de Philippe Montanier?, preguntaban algunos. Nada en esos términos. La Real está obligada a competir, a dejarse la vida por su escudo y a rendir acorde a sus capacidades, que en este momento son muchas. Pero nada más. Ser quintos, octavos o décimos la temporada que viene no marca un fracaso en sí mismo (y eso es algo que, por ejemplo, sí se le achacó a Krauss en su segunda temporada, a pesar de que se hizo una UEFA notable y se luchó por la clasificación hasta la penúltima jornada). Las circunstancias mandarán. Lo que sí sería reprochable es que, habiendo volado ya tan alto, se pensara que hasta aquí hemos llegado, que no se puede superar lo conseguido, que ver a Xabi Prieto levantando una copa como capitán es una utopía. No lo es.
¿Razones? Muchas. La primera, la esencial, es que la Real mantendrá a casi toda su plantilla. La base está ahí. Incluso sin pensar en fichajes, que acabarán llegando. Y con varios jugadores infrautilizados por decisiones técnicas (Pardo) o por lesiones (Zurutuza), incluso con lo que hay se pueden tener una relativa tranquilidad. La segunda, que los rivales están viviendo el éxodo de futbolistas al que están abocados por su precaria situación económica (algo que la Real ya ha sorteado durante su purga en Segunda). El Atlético de Madrid ya ha perdido a Falcao, el Sevilla a Jesús Navas, el Málaga a Iturra o Joaquín, el Athletic a Llorente y Amorebieta... y el verano acaba de empezar. Nombres como los de Isco, Mathieu, Soldado y tantos otros sonarán y puede que también cambien de club. Todo lo que no tenga que ver con Barcelona y Real Madrid está en peligro y el más que seguro descenso de nivel en la Liga es una baza a favor de quienes mantienen su poderío, como es el caso de la Real.
1986-1987, la última Real campeona. |
Obviamente, pensar en una Liga se antoja prácticamente imposible cuando los dos grandes suman cifras cercanas a los cien puntos. No quiero cerrar esa puerta, porque en el verano de 2002 nadie pensaba en eso y sucedió lo que sucedió, pero es evidente la enorme dificultad de seguir un ritmo de puntuación imposible. Pero esta vez la Real tendrá tres competiciones. Sobra decir que la Copa es, de nuevo, una oportunidad de oro. El equipo txuri urdin entrará en el bombo en octavos de final, con una ronda menos que de costumbre, y su condición de equipo europeo hará que su rival proceda de una categoría inferior. Es hora de acabar con los complejos de la Copa, disputarla a lo grande y buscar, de una vez por todas, el título. Sería bueno escuchar mensajes ilusionantes sobre el torneo del KO por parte del club, de su técnico, de sus capitanes y de su plantilla. No para remontar a equipos de Segunda, como se hizo este año, sino con la ambición para dejar en la historia el título de 1987. 26 años ya son demasiados sin una alegría real en la Copa.
Pero incluso el Viejo Continente abre esa puerta de luchar por un titulo, sea en Champions o en Europa League. Lo primero parece tan utópico como la Liga, aunque la historia abre resquicios. Es verdad que las últimas nueve finales las han disputados equipos campeones de Europa, pero Oporto y Mónaco hace precisamente diez años mostraron el camino. Y si es finalmente la Europa League la competición que disputa la Real (perdiendo la previa de Champions o siendo tercera en su fase de grupos), las posibilidades de ser campeón aumentan. Desde que la Copa de la UEFA o su heredera celebran la final a partido único, ocho de los 32 finalistas fueron españoles. El Atlético de Madrid en dos ocasiones (dos títulos, 2010 y 2012), el Sevilla en otras dos (campeón también en ambas, 2006 y 2007), y el Valencia (campeón en 2004), el Alavés (perdió contra el Liverpool de Westerveld en 2001), el Espanyol (en 2007 cayó ante el Sevilla) y el Athletic (perdió contra el Atlético en 2012) llegaron al último partido. ¿Por qué no la Real? No somos menos que ellos.
Desde que el descenso a Segunda se hizo realidad en 2007, a la Real siempre le ha faltado ambición. El pesimismo cundió durante sus tres años en la categoría de plata, incluso en el tercero a pesar de su dominio durante la temporada. En su regreso a Primera se limitó a considerarse como un equipo que debía defender la categoría, aunque la clasificación decía lo contrario durante los dos primeros tercios de la Liga. Y ya con Montanier en el banquillo Europa fue tabú hasta hace muy pocos meses, incluso en las declaraciones del propio técnico. La Real ya es equipo de Champions, porque la previa ha de asumirse como tal sea cual sea su resultado, porque el rival será de campeonato. Si ya hemos llegado hasta aquí, ¿por qué detenernos? El siguiente paso, llegue cuando llegue, tiene que ser una Real campeona. Hay mimbres para ello. Llamadme loco, pero para mí la cuarta plaza no fue una sorpresa, incluso creía (como Aperribay) que la Real podría haber logrado incluso algo más. Un título es posible. Creamos en ello.
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