Jugar un partido infumable también puede dar tres puntos. Philippe Montanier ha conseguido que su Real demuestre la certeza de esa teoría en un encuentro aburridísimo contra un Zaragoza igualmente infame, al que ha derrotado con dos goles a balón parado, el primero en un córner y el segundo de penalti. Y muy poquito más de un equipo que sigue sin dar más señales de vida que la que le dan de vez en cuando los goles. El fútbol no forma parte de su imaginario, quizá sea hora de dejar de exigírselo a pesar de que muchos creemos que lo tiene, y Montanier, una semana más, ha dejado claro que no conoce a su plantilla y que no da con las fórmulas para sacarle el mayor rendimiento, ni en grupo ni individualmente. Y eso sin tener en cuenta la incomprensible jugada con Fuchs y Nanizayamo, dos jugadores suplentes del Sanse que hoy estuvieron más cerca de jugar en el primer equipo que cualquier canterano que se lo haya currado durante el algo más de un año que lleva el técnico francés en el banquillo de Anoeta. Si este partido lo gana el Zaragoza con un rebote raro, la pitada en Anoeta habría sido inevitable. El 2-0 permite a Montanier salir indemne una semana más.
No había muchas dudas en el once de Montanier, las bajas no le daban demasiado margen, pero las pocas decisiones que tenía que tomar le han colocado, de nuevo, en la posición que esperaban los más críticos con la labor del francés. José Ángel sigue sin tener hueco en su once, y cuando lo encuentra en alguna segunda parte es para jugar de extremo, una posición que no es la suya. Algo que ha dicho, por cierto. Markel fue titular, como lo ha sido en todos los partidos de esta temporada y sin que en realidad sepamos qué está aportando al juego del equipo más allá de la irremediable tarjeta amarilla, porque ya lleva tres en cuarto partidos y está muy cerca de la suspensión. Illarramendi, por tanto, vuelve a jugar una semana más en una posición que no es la suya y su rendimiento sigue lejos del que podría dar, y de hecho dio en la selección sub-21. Y también lo ha dicho, por cierto. Lo único que hizo con sentido común Montanier fue dar ya la titularidad a Iñigo Martínez, algo que el equipo notó para bien, siendo éste el primer partido de la temporada en el que su portería acaba a cero.
Decir que en la primera parte se jugó al fútbol es ser demasiado benevolente con los dos equipos. A Manolo Jiménez le disgustó especialmente la actuación de su equipo la pasada temporada en Anoeta, cuando perdió por 3-0, y tenía claro que hoy no quería salir goleado de San Sebastián. ¿Y qué hizo? Acumular jugadores en el centro del campo y adelantar la línea de presión. ¿La respuesta de la Real para contrarrestar ese esquema de juego? Ninguna. Cabezazos contra el muro con un sistema inalterable y unas soluciones inexistentes. A menos que tenga una ayuda importante, de al menos un doble pivote, Markel no es un jugador capaz de sacar el balón jugado y fueron incontables los pases que dio a los centrales y a los laterales, en un rondo defensivo que parecía eterno. Lo era, entre otras cosas, porque el Zaragoza acababa ahí su presión. Su objetivo no era robar el balón, ni siquiera provocar balones largos de la Real, sino que el equipo txuri urdin no fuera capaz de salir con el balón jugado. Ese objetivo lo consiguió con creces porque Zurutuza, después de tanto tiempo sin jugar, no estuvo tan participativo ni cubrió tanto terreno como en él es habitual.
En los primeros 45 minutos, sólo hubo dos ocasiones de auténtico peligro. La primera, del Zaragoza. Postiga enganchó un fuerte disparo, pero Bravo respondió con gran seguridad. La segunda fue de la Real, en una de las poquísimas (y anheladas, y necesarias) subidas por la banda de De la Bella, que metió un buen balón en el área para que Griezmann enganchara un fuerte disparo al que le faltó colocación pero que demostró que, hoy por hoy, las mejores posiciones para el francés son las más centradas. Roberto también estuvo seguro para desbaratar esta acción de peligro, como no lo estuvo en un centro chut anterior de De la Bella, la otra incursión medio reseñable de esa primera mitad. Y ya. Puede que esa sensación de que la Real no era capaz de hacer nada, ni trenzar jugadas, ni sacar el balón, ni conectar con sus atacantes, es lo que diera cierta ventaja a los puntos al Zaragoza. Pero lo cierto es que el partido fue, en ese primer acto, infame, un merecido 0-0 en el que ninguno de los dos se ganó el premio que supone un gol. El comienzo de la segunda mitad no fue demasiado halagüeño y daba la sensación de que el partido iba camino del 0-0, del hastío más insoportable e incluso de la reprimenda de Anoeta, que sonó más frío que nunca, acorde sin duda al tono del partido.
Pero sin que hubiera pasado realmente nada, la Real se puso por delante. Y lo hizo de una manera sorprendente, viendo su escasa preparación en las jugadas de estrategia: en un córner. Un córner, por cierto, sacado de la forma más clásica posible. Con dos jugadores en la banda amagando para sacar un gilicórner, Vela puso el balón en la frontal del área pequeña. La pequeña duda de Roberto en la salida que finalmente no efectuó le doy toda la ventaja del mundo a Iñigo Martínez, que celebró su reaparición en la Real con su primer gol de la temporada. Los córners, así. Y seguro que Agirretxe, Iñigo o Mikel González enganchan más de uno. Seis minutos después, el partido se acabó de la misma forma, sin que hubiera pasado nada. Vela se internó en el área y Paredes, en una acción absolutamente incomprensible pero lógica en un jugador que piensa siempre antes en la falta que en el robo, le derribó por detrás. Es el tercer penalti consecutivo que le pitan a favor a la Real sin que Xabi Prieto esté en el campo, pero esta vez la historia tuvo final feliz. Vela fue el encargado de lanzarlo y lo hizo con una seguridad aplastante. Primero tumbó a Roberto y después colocó suavamente el balón a la derecha del portería, sin necesidad de hacer un disparo fuerte ni colocado.
El 2-0 era un premio casi imposible de creer ante los escasísimos méritos futbolísticos del equipo dirigido por Montanier. Obviamente, el Zaragoza tampoco mereció nada y podrá alegar que el 2-0 era demasiado duro con su trabajo. Jiménez intentó variar el rumbo del partido con sus cambios, uno doble nada más encajar el segundo gol y el tercero antes de la media hora. Montanier optó por el camino habitual. Decir a los suyos que buscaran el contragolpe y retrasar lo indecible las sustituciones, sin que nadie sigue sin entender el motivo para hacerlo. Y realizó una demostración más de lo que cualquiera puede ver. Montanier no cree tener una plantilla de 22 jugadores porque hay unos cuantos en los que no confía y a los que no sacará salvo, como hoy, para cubrir el expediente o perder tiempo. La convocatoria de Fuchs y Nanizayamo iba en esa línea. No iban a jugar, así que mejor que fueran efectivos que no cuentan tampoco en el Sanse y no interferir en el filial. Ifrán y José Ángel no van a estar en la primera línea en ningún momento de la temporada, salvo que haya alguna rotura de menisco de por medio. Y Ros va a jugar lo que Pardo el año pasado o puede que incluso menos. La prueba está en que los cambios comenzaron en el minuto 78, más tarde que nunca y después de que el Zaragoza hiciera sus tres relevos.
Vela se entonó un poco tras el gol y mejoró su nefasta primera parte. Griezmann dio tímidas muestras de peligro. Los centrales estuvieron a buen nivel. Illarra, aún fuera de sitio, ofreció síntomas de que podría ser un jugador mucho más importante, como Ros en esos escasos diez minutos. Un poco de la pelea de Agirretxe se puede salvar. Y para de contar. Con eso, sólo con eso, la Real ganó tres puntos. La sensación fue paupérrima. Con matices diferentes, igual que en Barcelona. Igual que en Mallorca. Montanier sigue ahondando en defectos que tienen que ver con la gestión de la plantilla y con el conocimiento de sus jugadores, y sin influencia alguna en los partidos, ni tácticamente ni con los cambios. Lo positivo es que, con sensaciones tristes y escasísimas, la Real suma seis puntos. Y queda la molesta sensación de que Montanier no entiende a los realistas, para quienes su escudo está siempre por encima de todo, y parece que piensa que hay gente a la que le incomoda que su Real gane. "Es raro", dijo el técnico cuando un periodista le felicitó por la victoria. Como los malos árbitros están pendientes de lo que sucede en la banda y no en el rectángulo de juego, Montanier parece más pendiente de los debates externos que de sacar lo mejor de su equipo. Y a pesar de eso, seis puntos. Qué cosas.
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