El puesto de portero en la Real siempre ha sido especial. Eso lo saben, o tendríamos que saberlo todos, incluso quienes no hayan vivido las épocas doradas del equipo txuri urdin en ese sentido. Y no hablo ya de Arconada, al que todos conocemos y reconocemos como el mejor guardameta realista de todos los tiempos y uno de los mejores que ha conocido el mundo del fútbol. Hablo, por ejemplo, de que la sombra de Arconada obligara a tantos porteros a emigrar, hablo de aquellos momentos en los que había cinco porteros de Zubieta ocupando la portería de otros tantos equipos de Primera División, hablo para los más jóvenes del año en el que Alberto tendría que haber disputado un Mundial, y para los más veteranos de Agustín e Ignacio Eizaguirre, padre e hijo. Hablo de la portería de la Real y de su importancia.
Creo que pocos aficionados de la Real dudarán de la capacidad de Claudio Bravo y de los méritos que ha acumulado para formar parte de esta historia. El chileno ha dejado estampas para el recuerdo, como aquellas paradas en el Calderón en el año del descenso, el gol de falta que le metió al Nastic en la temporada del ascenso o aquella prodigiosa intervención de palo a palo, ya de nuevo en Primera, contra el Espanyol. Solo por eso, por sus capacidades deportivas, su lesión es un golpe duro. Pero también afecta por el hecho de que la suya es es de las pocas voces que demuestran ambición fuera del vestuario y porque es uno de las más veteranas e influyentes dentro de él.
Sin embargo, su ausencia no me altera demasiado. A Zubikarai le persigue todavía la imagen del equipo en Mallorca, en la Copa del Rey, hace algo menos de un año. La secuencia en la que Chory Castro le roba la cartera por la espalda y da la puntilla a unos ocho minutos catastróficos que provocaron la más humillante eliminación de la Real en ese torneo en el que tantas decepciones ha cosechado en los últimos 25 años. Ese era Zubikarai, sí. Pero Eñaut es también el portero del ascenso. No deberíamos olvidarlo porque es una de esas historias que acabarán contándose con una sonrisa en la cara en algún documental que repase la historia de la Real dentro de diez, veinte o treinta años.
Zubikarai iba a ser el portero titular de la Real en su tercer año en Segunda. La intención del club, en graves problemas económicos, era la de vender tanto a Claudio Bravo como a Asier Riesgo para hacer caja y así se llegó a anunciar en rueda de prensa. Pero como el fútbol español ya empezaba a tiritar, y a pesar de el bajo precio de salida que puso la Real, ambos se quedaron en la plantilla txuri urdin. Eñaut pasó de ser el primer portero a ser el tercero. Del once titular al ostracismo silencioso de los entrenamientos. Riesgo jugó la Copa, y fue silbado por parte de la afición. Bravo jugaba la Liga. Hasta que se lesionó en Córdoba y Riesgo volvió a la portería. Pero este también cayó lesionado, en un entrenamiento, y Zubikarai pasó a ser el titular en los últimos siete partidos de la Liga, los encuentros en los que se iba a decidir el ascenso. No iba a jugar ni un minuto en aquella temporada y acabó disputando los más decisivos.
En los seis partidos en los que esa lucha por volver a Primera estaba viva, descontando el último que se jugó en Elche todavía de resaca, Eñaut sólo encajó tres goles, y dos de ellos llegaron desde el punto de penalti. Y, por encima de todo, hay que recordar que salvó la victoria con sus actuaciones ante el Villarreal B, tres puntos a veces ignorados pero muy decisivos para que el ascenso fuera una realidad. Gracias a aquellos partidos, siempre he tenido mucha confianza en Zubikarai. No es tan buen portero como Bravo pero es un sustituto de garantías. No me asusta la ausencia del chileno. Se notará en algunos aspectos, como el saque largo o el liderazgo sobre su defensa, pero no creo que acaben más balones dentro de la portería por el hecho de que Eñaut, y no Claudio, esté bajo palos. Bien haremos en recordar que el sábado, en el derbi, no va a jugar el suplente de Bravo. Va a jugar el portero del ascenso.
No hay comentarios:
Publicar un comentario