La situación de la Real es insostenible. Carambolas de golaverage podrían incluso sacar al equipo txuri urdin del descenso con el punto que ha sumado ante el Espanyol, pero la sensación que ha dejado en el partido invita a pedir que siga como colista una semana más. Es la enésima decepción en una temporada que ni siquiera ha llegado todavía a su ecuador. Philippe Montanier acumula bandazos, cambios de dirección con los que no es capaz de encontrar la solución a los evidentes problemas que aquejan a la Real y a algunos de sus jugadores. Los errores en la planificación de la plantilla, que seguiré defendiendo en todo caso que es bastante mejor de lo que está demostrando, son cada día más evidentes. Y el problema es de base. De motivación, de espíritu, de planteamiento. El error es que esta Real asume que es peor que todos los demás cuando no lo es y su historia le obliga a demostrarse mejor que todos incluso sin serlo. Dos puntos de 24. Los mismos que sumó aquella Real del descenso que dirigía el infame Miguel Ángel Lotina. La Real está en un pozo. Y aunque pensamos que el 4-0 de Vallecas era el fondo, no lo es. Y, ojo, que esto todavía tiene margen para empeorar.
La nueva revolución de Montanier en el once, esta vez con alguna justificación más de lo habitual, no ha surtido efecto. La defensa de la Real tenía que ser inédita por las bajas. Al final el técnico francés optó por la solución más previsible, Mikel González y Ansotegi por el centro, Carlos Martínez por la derecha y Cadamuro por la izquierda. Por mucha intensidad que le ponga Cadamuro en cualquier posición en la que juegue, por descabellada que sea, es evidente que no es el jugador que se vende desde la dirección deportiva. No puede ser el recambio de De la Bella. No lo es. Por delante de la defensa, un doble pivote con Mariga e Illarramnedi. El keniano no es tampoco, ni mucho menos, el jugador que nos vendió la dirección deportiva. Ni box to box, ni nada de nada. Y eso que en la primera parte hizo una jugada ofensiva de mérito que le quitaron a Llorente cuando estaba relamiéndose, pero ni tiene personalidad, ni tiene calidad. Illarra, un chaval de la cantera de 20 años, tiene más galones, más ganas y más arrestos que un extranjero, que en la Real por definición tiene que marcar diferencias. Y arriba, todo, pero de forma equivocada. Agirretxe por la izquierda, Vela de mediapunta y Llorente de delantero. Zurutuza fue el descartado. Asombroso.
Todo está fallando y Montanier no encuentra fórmulas. Incluso agrava los problemas que existen. Después de dos semanas como colista, uno espera que la Real salga de otra forma a los partidos, que haya una mentalización, una preparación, una sensación de final, aunque éstas no se jueguen en noviembre. Y hay que volver a las comparaciones, porque no queda más remedio. Lasarte, con todos los problemas, bajas y condicionantes que tuvo, era un motivador. Montanier no lo es y lo demostró en la rueda de prensa del viernes. Y si no consigue levantar el ánimo de los jugadores, es obligado al menos que levante su fútbol. Y no puede (o no sabe, que eso sería la asunción del fracaso más rotundo, suyo y de quienes le ficharon). No saca lo mejor de ninguno de sus jugadores y no sólo no ofrece soluciones desde el banquillo sino que empeora lo que tiene. La Real no genera fútbol, tampoco ocasiones. Ni siquiera la garra que se le presupone a algunos jugadores, que queda oculta, desaparecida. ¿La estrategia? Es horrible. No hay nada. Cambiamos los lanzadores con la misma facilidad con la que sumamos decepciones. ¿Presión? No hay. Y si no hay presión, no hay forma de construir nada. ¿Los cambios? Asombrosos. Y no es que la Real no mejore, no. Es que empeora semana tras semana. Eso es lo que hace insostenible la situación del equipo.
El Espanyol jugó con una comodidad espectacular, y la posición de Romaric era la mejor evidencia. Menos mal que nunca encontró portería. El equipo catalán debió ganar pero no lo hizo porque, en realidad, tampoco hizo demasiado por sumar los tres puntos. Simplemente se encontró con una Real ramplona y desangelada. Ante la intensa pasividad de Mariga, ya silbado abiertamente por Anoeta, Illarramendi trató de multiplicarse en el centro del campo. A ratos lo consiguió, siendo el mejor realista de la primera mitad, pero tiene demasiado campo que abarcar en solitario. No tuvo ayuda desde la mediapunta, pero lo más sangrante tiene que ser que no la recibe desde el otro pivote. Montanier no lo ve. La banda derecha recuperó en esa primera mitad algo de la conexión que se espera de Carlos Martínez y Xabi Prieto.Sólo algo, no fue ni mucho menos un recital, pero se les vio mínimamente más enchufados que en anteriores partidos, sobre todo al 10 y hoy capitán. Sobre todo en comparación con la izquierda. Cadamuro no subió ni una sola vez y Agirretxe, obviamente, no puede ofrecer el trabajo de Griezmann. Es decir, Montanier nunca es capaz de encontrar el equilibrio.
El dominio de la posesión era del Espanyol, pero la Real tuvo las mejores ocasiones de la primera mitad. Las escasas ocasiones. Es verdad que hubo dos jugadas en las que sí se vio el fútbol que podría mostrar la Real, de toque y de velocidad. Pero no basta. Llorente dispuso del único tiro a puerta de todo el partido. El único. Eso tiene que llevar a la reflexión. Por la cantidad y por el autor. Llorente mostró la misma capacidad de trabajo que uno espera de él. La que ha tenido siempre. La que ni siquiera una lesión puede limitarle. Nadie nos ha explicado por qué no ha sido titular hasta hoy. Y hoy ha demostrado que tiene más que ofrecer que casi todos los demás. Pudo marcar en esa ocasión, recogiendo el mejor pase (¿el único?) de Vela (como Mariga, vino como fichaje estrella y aún no ha marcado las diferencias que se esperan de él), y estuvo a punto de llegar en la segunda mitad a un espléndido pase largo de Pardo (sobre el que luego hay que volver). El Espanyol también tuvo su ocasión, pero Bravo la desbarató con una buena salida. Ese fue el resultado de una aburridísima primera parte, de baja calidad (otra vez) y en la que nunca se llegó a vislumbrar cómo pensaba Montanier ganar el partido.
La segunda mitad fue incluso peor que la primera, porque la Real perdió lo poquito bueno que mostró en la primera mitad y permitió que el Espanyol estuviera mucho más cerca del gol. Muchos "uy", en realidad, porque Bravo apenas tuvo trabajo, pero sí que hubo un disparo al palo ante el que el chileno no podría haber hecho absolutamente nada. La Real se partió y Montanier contribuyó a romperla, renunciando por completo a buscar la victoria. No tocó el entramado ofensivo. Es descorazonador que se quedan en el banquillo Ifrán y Griezmann (y Zurutuza en la grada) cuando estamos viendo al un equipo colista que no es capaz de ganar un partido en su propio campo ante un rival que ni mucho menos nos está apabullando. Montanier cambió primero de lateral, intentando frenar una de las muchas sangrías de la Real, y colocó a Estrada por Cadamuro. Después cambió el doble pivote. Illlara salió primero, asombroso viendo el partido de Mariga. En su lugar entraron Aranburu y Pardo. El capitán pudo marcar en una chilena casi en el último minuto, pero el disparo se marchó desviado. El canterano estuvo a punto de asistir a Llorente y ofreció algún cambio de juego interesante. Decían que Montanier era valiente con los jóvenes y Pardo se antoja una opción al atasco futbolístico de la Real.
La única conclusión posible es que la Real decepciona. Su situación, insisto, es insostenible. Ni siquiera es por una racha de ocho semanas sin ganar en la que ha sumado dos de los 24 puntos posibles. No, el problema de la Real no está en su puntuación, aunque a la larga eso sea lo que decide si el equipo sigue en Primera División. El problema de la Real está en que no muestra nada. El problema de la Rea pasa porque ningún jugador está asumiendo la responsabilidad, está en que el entrenador no demuestra tener ideas claras y cambia de esquemas y de nombres como quien cambia de chaqueta, que no conoce a sus rivales ni sus puntos débiles (y hoy ha quedado retratado por no saber cómo juega el Espanyol ni cómo meterle mano al partido), que no es capaz de cambiar una dinámica que ya supera todos los niveles posibles de peligro, que confía demasiado en jugadores que no están respondiendo y, en cambio, no tiene confianza en la mitad de la plantilla (en ese sentido, no ha recibido ninguna ayuda de la dirección deportiva, más bien al contrario). La Real tiene nueve puntos y ha marcado siete goles en doce partidos. Pero, insisto de nuevo, eso no es lo peor. Lo peor es la sensación que deja. De impotencia, de decepción, de hartazgo. La Real ya no es la Real. Y si no comienza a serlo, los partidos a las doce volverán a tener otro color.
2 comentarios:
Decepción tras decepción, la Real debe reaccionar pronto sino queremos hundirnos en el fondo de la tabla y con Montanier no parece que sea posible.
Meter a Aguirretxe en banda no lo entiendo, y que no jugaran ni Griezmann, ni Ifrán ni Zurutuza con el equipo empatando a cero en casa tampoco.
Mariga es flojisimo, Vela tiene calidad pero debe aportar más.
Javi, estoy de acuerdo contigo en todo. En todo. Pero lo último ya sabemos que no va a suceder...
Cityground, yo ya doy la temporada por perdida sin ese crecimiento que nos decían era el motivo esencial para prescindir de Lasarte. A ver si por lo menos la salvación es más o menos tranquila.
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