Yo estuve en el estadio Vicente Calderón en la noche del 25 de febrero de 2003. Hace ya siete años de aquello. No voy a decir que parece que fue ayer, porque el sufrimiento de los últimos años lo copa todo. Era el último partido de una primera vuelta triunfal. La Real no había perdido ningún partido en esa primera mitad del campeonato y ganando se alzaba con ese honorífico, pero en el caso txuri urdin maldito, título de campeón de invierno. Y la Real ganó. Qué felicidad. Aquello fue histórico, pues era la segunda vez que el equipo realista terminaba la primera mitad de la Liga sin perder un solo encuentro. La anterior fue incluso más fatídica que ésta (Vigo siempre en el recuerdo), la de la temporada 79-80, la de la Liga que se perdió en Sevilla. Sin embargo, hay otro hecho que convierte a aquel partido en histórico, uno que no podía sospechar nadie de entre quienes estuvimos allí presentes o de los que lo vieron a través de la televisión. Aquel día, un portero de la Real evitó por última vez un gol de penalti. Histórico, porque nadie lo ha vuelto a hacer.
Es cierto que Alberto detuvo un penalti más adelante, ante el Valladolid (y lanzado por su portero, Bizarri; no vayáis a creer que Bravo es el único portero que intenta golear, no...), pero aquel acabó en gol tras el rechace. Fue grande ver a Westerveld estirarse hacia su izquierda y sacar el balón, todavía con el 0-0 en el marcador. Quizá había sido incluso más grande lo que hizo la semana anterior, pues también paró otro penalti, éste al Celta de Vigo y con mucho menos tiempo de partido por jugar. Y desde entonces, nada. Cada penalti fallado por un rival de la Real ha sido porque lo ha lanzado fuera, aunque la mayoría han acabado dentro. Alberto, Asier Riesgo, Bravo y Zubikarai no han sido capaces de detener un solo penalti tras aquella hermosa estirada de Westerveld. Ni uno. En siete años ya. La categoría de estos porteros está fuera de toda duda. La calidad nuestros entrenadores de porteros, el ahora madridista Xabier Mancisidor y Roberto Navajas, también. ¿Qué falla entonces? ¿Es normal que en siete años no se detenga un solo penalti?
La estadística en el fútbol no sirve más que para entretener a los aficionados, pero hay que reconocer que cuando algo así sucede, es por algo. Es cierto que la pasada temporada Bravo detuvo uno en Alicante, ante el Hércules. Pero resulta que un mal árbitro (perdón, otro mal árbitro) decidió que había que repetirlo y a la segunda tentativa acabó dentro. Pero es una única excepción en demasiados años. Quizá la estadística, como decía, no sirva para mucho, pero quizá se pueda utilizar para abrir los ojos. Si no paramos un penalti, por mucho que la suerte intervenga decisivamente en este lance del juego, quizá habría que poner más empeño todavía en parar uno. El gol de Bravo fue un subidón de adrenalina porque nunca habíamos visto un gol del portero. Como aquella primera vuelta culminada en el Calderón fue un subidón por lo extraordinario que es que un equipo esté 19 partidos sin conocer la derrota. Como fue un subidón ver a la Real ganar su primera Liga. Por supuesto que ésto no estará a la altura, pero quizá parar un penalti sea un impulso anímico más grande de lo que podemos imaginar, sobre todo para quienes hoy nos recreamos en esta estadística. Y más si el penalti es injusto.
Porque injusto fue, y hay que decirlo, tanto el que se pitó en el Calderón aquella noche como el de Girona. No hay voluntariedad en la acción de Ansotegi. Es eso, y no otra cosa, lo que convierte en penalti el choque entre un balón y una mano. ¿Que se puede pitar? Se puede pitar muchas cosas, por lo visto. Hoy hay quien dice que no se debe insistir en la crítica a los árbitros. Que nada bueno se puede sacar de ello. Que ya no tiene remedio. Que igual Ansotegi tendría que haber tenido más cuidado. Que es una excusa que ponemos algunos para justificar la derrota. Me vais a perdonar, pero no estoy de acuerdo. No comprendo por qué no se puede evaluar lo que hace uno de los protagonistas del partido. No comprendo por qué hay que seguir viviendo en un régimen de terror a las represalias que puedan acometer los árbitros. No comprendo por qué hay que limitar el alcance de las decisiones arbitrales en el partido cuando es evidente que han alterado el resultado de un partido. Sin acritud, sin hablar de manos negras, sin villaratos de por medio. Un análisis serio y con sensatez. Si no lo hacemos, ¿qué reto tiene un árbitro sobre el campo? Si todo es perdonable, ¿por qué habrían de mejorar y evitar así que se adultere la pugna entre dos equipos por una decisión equivocada?
El error es admisible, y si hay quien cree que no debemos de pasar de ahí, su opinión me parecerá siempre respetable aunque no la comparta. Lo que no entiendo es por qué hay que guardar silencio ante las tomaduras de pelo o las demostraciones de nula profesionalidad. Que un árbitro diga que no pita penalti en la mano que comete un defensa del Nastic en la segunda mitad del partido porque éste tenía el brazo apoyado en el suelo es motivo más que suficiente para que ese árbitro vuelva a la escuela de arbitraje. Pitar con un reglamento que no existe es algo gravísimo, y debiera ser sancionable. Y, lo que es peor, no es nuevo para la Real. ¿Ya hemos olvidado que el año pasado, con la visita del Rayo en Anoeta, otro árbitro dijo a los jugadores de la Real que no expulsaba a Diamé porque "íbamos ganando"? ¿Ya hemos olvidado que aquel árbitro que mandó repetir el penalti de Alicante dijo que lo repetiría cada vez que lo parara Bravo? ¿Ya hemos olvidado que un linier reconoció a los realistas que el penalti que se pitó a favor del Zaragoza en Anoeta en el último minuto no había sido? No perdamos la memoria.
No soy sospechoso de esconder los favores arbitrales que recibe la Real (como el gol que no entró en Tarragona y que nos dio una victoria que no debimos lograr así) o de hablar sólo de los colegiados cuando se pierde (me quejé amargamente de la anterior comparecencia ante la Real de Lesma López, cuando dejó sin sancionar un golpe a Rivas en la nariz o un claro penalti a Agirretxe, aunque aquel día se ganara al Recreativo). El error arbitral hay que evaluarlo para solventarlo. Y es admisible. Que te piten con un reglamento que no existe no se puede pasar por alto o que los colegiados se burlen de nuestros jugadores y aficionados, no. El club sabrá lo que le conviene, y lo sabrá porque tiene mucha más información que yo. Pero yo, desde fuera, lo que veo es una tomadura de pelo que nos ha costado tres puntos. Y lo digo. Con sinceridad y con tranquilidad, sin olvidarme por ello del mal partido que hizo la Real. Porque una cosa no quita a la otra, ni para decirla ni para analizarla.
1 comentario:
¡¡¡Lasarte se cargó a Nsue!!! La verdad que ha estado flojito, pero aunque sea en la convocatoria podría ir (hablando siempre que no esté lesionado). Nunca he visto a Esnaola, pero una vez vi a Elustondo con el Sanse en el Play-Off de 2ªB contra Las Palmas de central y se salió. La Real se quedó con 10 desde el minuto 5 y 1-0 en contra, y él mantuvo la defensa e incluso sacaba contras con un poderío impresionante. Acabó 1-0 y en la vuelta quedó 2-1 que Las Palmas marcó en el último minuto en Anoeta ( Nauzet que juega hora en el Valladolid)
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