Hasta ahora hemos vivido angustia, nervios y sufrimiento en esta segunda temporada de la Real en Segunda, más o menos como habíamos vivido en la primera. Pero lo que cerca ya a la Real es el drama, un drama que hace un año en realidad sólo conocimos en Vitoria. Ahora cada partido es una aventura en la que uno no sabe muy bien qué esperarse, y lo más rocambolesco que pueda suceder sobre un campo de fútbol siempre le sucede a este equipo. Sus partidos no son sólo partidos, son experiencias, son dramas imposibles de explicar. A favor alguna vez, la mayoría en contra. La Real es un drama en demasiados aspectos, y así el sueño de subir a Primera División es más una quimera que otra cosa, porque mucho que se quiera (que yo quiera) seguir soñando. Le sigue afectando muchos males y los dones que atesora no acaban de plasmar todo el potencial que tienen. Para colmo, las lesiones y las sanciones cercan a este equipo. Otro drama más. Uno de los muchos que vive día tras día la Real. Eso es lo que nos tiene en esta tristístima situación, en Segunda y casi sin jugadores para afrontar lo que queda la temporada e incluso la próxima. Un drama. Cada vez más intenso.
Los males de la Real empezaron antes incluso de que empezara el partido. Gerardo no pudo ni siquiera vestirse de corto por culpa de una gastroenteritis. Eso dejó a Lillo una convocatoria de 16 jugadores. Si ya son pocas las posibilidades de la Real, se merman antes incluso de competir. Un drama. Los planes del técnico en cuanto al once, en todo caso, no parecieron cambiar demasiado y el equipo se acercó mucho al previsto. Tres atrás, los tres centrales de la plantilla, con Rivas por delante, Moha por la izquierda y Estrada por la derecha, con Aranburu de mediapunta y la tripleta atacante prevista: Xabi Prieto, Marcos y Abreu. Pero casi nada sale como debiera. Sigo creyendo que este equipo tiene mucho más fútbol que el que demuestra, pero hoy se ha empeñado en quitarme la razón con una primera parte absolutamente desastrosa, deleznable e impropia de jugadores de cierta categoría como se supone que son estos y de la ambición que se debe tener en un campo como Anoeta. Cuando la Real juega bien, como hace dos semanas ante el Tenerife, llega 0-0 al descanso. Cuando juega mal, rematadamente mal como hoy, se pone 0-2. Es para mirarlo.
El primer gol, aunque culmina ocho minutos de empanada txuri urdin y premia la presión del Celta en ataque, es un fallo en cadena. Dinei se aproxima a la frontal del área sin demasiada oposición y conecta un tiro con el que Bravo podía haber hecho algo más que sacarlo de la red tras el tanto. El segundo gol es difícil de explicar. Ansotegi comete un penalti infantil, impropio de la espléndida temporada que estaba realizando. Es un tópico, pero su cara tras cometerlo lo decía todo. Clarísimo. ¿Lo podemos parar? No. Bravo se tira a su izquierda y el balón va a su derecha. Continúa la maldición de los penaltis, no hay forma de detener una pena máxima. A eso la Real ha opuesto tres claras ocasiones, dos de Abreu (una a pase de Xabi Prieto, el único balón decente que tocó el canterano; la otra gracias a una espléndida arrancada de Aranburu) y otra de Ansotegi, ésta a balón parado. Pero por fútbol, nada. Porque todo falló.
Ni en el centro del campo se formaban superioridades que permitieran sacar el balón jugado ni en ataque se creaban ocasiones a pesar de tener jugadores en banda que pudieran crear un dos para uno. Nombre a nombre, hoy ha vuelto a confirmarse algún que otro detalle. Estrada ha vuelto a pasar sin pena ni gloria, no tiene influencia alguna en el juego. Moha es muy voluntarioso, pero no consigue marcar diferencias. Marcos tiene una calidad muy aprovechable, pero que cuando no tiene el día, no tiene el día. Y Xabi Prieto, pese a tener más clase que todos los demás jugadores de la Segunda División y haber dado bastante al equipo esta temporada, no es el líder que tendría que ser por clase, categoría y galones.
Sin apenas crear peligro, sin que viéramos mucho a Bravo, el Celta se fue al descanso nada menos que con dos goles de ventaja. Así comenzó a acentuarse el drama. Primero porque la Real no ha ganado este año en Anoeta si el rival ha marcado al menos un gol. Y después porque los gallegos ya habían logrado ese mismo marcador esta temporada en cuatro ocasiones al finalizar los primeros 45 minutos y no habían conseguido ganar ninguno de esos partidos. ¿Sería en Anoeta el primero? La pitada con la que el público despidió a la Real así lo presagiaba. Porque la reacción del respetable era clara: la temporada estaba acabada con la derrota. No sumar hoy permitía hacer las maletas, conocer el famoso plan de viabilidad para penar un tercer año en Segunda y empezar a despedir a los jugadores que van a abandonar el barco. Lo más triste que deja este partido, y eso que hay muchísimos motivos hoy para la tristeza, es que esos pitidos, los primeros verdaderamente serios de la temporada, no parecieron provocar reacción alguna en los jugadores. El comienzo de la segunda parte, con los mismos jugadores, no cambió nada.
Hasta que el drama se prolongo y, esta vez, siquiera por un efímero momento, los hados beneficiaron a la Real. Eso y no otra cosa fue lo que devolvió un soplo de vida al equipo txuri urdin. Penalti y expulsión. En una jugada, puntual y nada que ver con el fútbol de la Real, y tan dudosa que las repeticiones televisivas no llegan a aclarar, el árbitro entendió que Peña sacaba el balón con el brazo, antes de que llegara a los pies de un Abreu que parecía estar en fuera de juego y que después marcó. Pero no había gol, había penalti. El uruguayo, que había fallado el anterior, se atrevió. Y lo marco. Quedaba media hora y la Real en superioridad. Llega otro drama más: la superioridad a la Real no le suele servir de nada. Hoy, ni ocasiones, ni llegadas claras al área, ni nada de nada durante muchos minutos. Durante demasiados minutos. Como la primera parte. La Real desperdicia demasiado tiempo en cada partido. Demasiada parsimonia, demasiada impotencia, demasiadas dudas. Demasiado drama en definitiva.
Pero quedaba más. El Celta se queda con nueve. Con nueve. Y contra nueve, la Real fue capaz, ya sí, de empatar el partido. Y lo hizo con otra situación que sólo se puede entender como dramática. Necati marcó su primer gol con la Real. El primero. En la jornada 35. Mira que nos hemos pasado tiempo diciendo que bien valdría que el turco sólo marcara un gol si éste podía suponer el ascenso. Pero no. Su gol llegó un día en el que la Real no ganó contra nueve jugadores. El día que se le fueron a este equipo dos puntos que muchos van a ver como la puñalada definitiva a las aspiraciones de volver a Primera. Con todo esto, y aunque parezca mentira, quedaba mucho más por ver. Aranburu se lesionó. Y de gravedad. Se teme una fractura de peroné. Si la Real ya tiene pocos jugadores, si pocos van a tener los arrestos de quedarse en este equipo la próxima temporada, contemos uno menos para un largo tiempo.
El dolor que produce todo esto es más intenso cuando uno mira los resultados en otros campos. El Rayo Vallecano fue goleado en su casa, y siendo su segundo traspiés consecutivo, podía haber dejado a la Real dependiendo de sí misma ya para adelantar a los vallenos. Tenerife y Zaragoza empataron. De haber ganado la Real, el ascenso se habría puesto hoy a seis puntos. Hoy la Real no ha estado a la altura. Nadie. Esto, lo visto hoy en Anoeta, no puede ser suficiente si el objetivo es tan ambicioso como ganar ocho partidos consecutivos, remontar ocho puntos en otras tantas jornadas y adelantar a cuatro equipos en busca de la tercera plaza. Es insuficiente, doloroso y dramático. Y así el ascenso es imposible. Pero la Historia, el escudo y la camiseta obligan. Sois la Real. Somos la Real. Valga o no para algo, hay que ir a ganar a Alicante. Y después ya miraremos la clasificación. Que ahora las lágrimas no me permiten verla con claridad.
4 comentarios:
Con muy mal cuerpo, entiendo que esto está ya perdido. Me fastidia por Aranburu, este partido. Si se confirma lo de su lesión, es una de las peores noticias que nos puede dejar este encuentro.
El empate, nos vale para nada. Pero perder a un jugador, es bastante fastidiado.
18 puntos ya ocho del ascenso. Quedan opciones???
Un triste saludo
Quizá lo peor sea la actitud ante un partido decisivo, ante una final. El hecho de ver y confirmarse que no se juega a absolutamente nada y que por mucho que se quiere, no se puede, es duro.
¿Se acabó la temporada? Bajo mi punto de vista, hace tiempo que sí. Ahora, sintiéndolo muchísimo, no me queda ninguna duda.
Un abrazo!
Aunque estaba muy difícil quizás esta jornada paso el último tren para al menos pelear un poco el ascenso, podíamos haber recortado a todos nuestros rivales pero con el empate nos quedamos igual y con una jornada menos, por lo que he leído la 1ª parte debió ser penosa supongo que al nivel de la 2ª de Huesca que presencie.
Solo en la racha de 4 victorias logramos encadenar dos triunfos, en el resto de la temporada no, así es imposible aspirar algo y en Anoeta han volado demasiados puntos.
Mala suerte para Aranburu y marco Necati a buenas horas.
Espero que la temporada próxima no siga Lillo y tengamos un equipo mas compensado, lo de jugar con 3 defensas no me convence nada.
Iván, yo todavía creo que queda un cartucho, pero ya sí que es la heróica: hay que ganar los siete que faltan.
Rubén, te digo lo mismo. Me queda un último aliento. Pero está fuera de toda duda que lo que el equipo dio ante el Celta es a todas luces insuficiente.
Cityground, yo creo que a Lillo le han pasado demasiadas cosas esta temporada como para ser muy duro con él. Piensa que jugamos ante el Celta sin tres titulares indiscutibles que han tenido lesiones largas (Elustondo, Sergio, Díaz de Cerio), y que a ellos hay que sumar los meses que pasó fuera Xabi Prieto y ahora Aranburu.
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