Podemos pensar que Imanol es, por encima de todo, lo que nos enseñó al finalizar su rueda de prensa tras la final de la Copa del Rey. Un tipo que se quita una americana, se enfunda una camiseta de la Real y lanza un cántico apasionado a los aficionados. Y lo es en cierta medida, desde luego. Va a ser difícil que encontremos un técnico que quiera tanto a la Real como la quiere Imanol, y eso, aunque el fútbol hiperprofesionalizado de hoy en día lo discuta, es un valor esencial. Por lo menos lo es para entrenar a este equipo ahora mismo y debería serlo en el futuro, no de manera absoluta ni menospreciando a otros técnicos que puedan venir de fuera, no nos olvidemos de lo que entrenadores como Toshack o Krauss han hecho por la Real, pero es también indudable que necesitamos en nuestra historia gente como Benito Díaz o Alberto Ormaetxea. Imanol es un valor seguro. Y lo es no solo por su forofismo, el mismo que podemos tener cualquiera de nosotros, sino porque además ha construido una Real espléndida.
Desde luego, el debate ha estado vivo desde siempre, y lo seguirá estando. ¿Cuánto hace un entrenador para que el equipo sea realmente suyo y cuánto es mérito de los jugadores? Porque es evidente que Imanol se ha encontrado y ha ayudado a formar una plantilla notable en estos dos años. ¿Pero por qué menospreciar la aportación del técnico de Orio? Ha sido cabezón en muchos aspectos, positivios y quizá también negativos, pero ha conseguido naturalizar hasta elementos que parecían imposibles. La salida de balón desde el portero fue muy criticada en sus primeras fases, por el riesgo que conllevaba y los errores que se vieron, y sin embargo hoy es tan natural que habrá pocos aficionados que sientan nervios con el balón en los pies de Remiro mirando a sus centrales abiertos dentro del área para iniciar jugada. Hemos visto con hilaridad el famoso trenecito de los córners, y no, no ha dado ningún gol, pero ha puesto de manifiesto que en Zubieta se trabaja la estrategia, cueste más o menos transformar esas jugadas, que en el caso de la Real ha dado buenos números esta temporada.Imanol ha sabido resistir a todo y ha mostrado una capacidad de adaptabilidad que poco se le ha reconocido. Ha tenido que ir transformando su Real según recibía golpes. Planteó un equipo que bailara al son de Odegaard y se quedó sin él, lo modificó para adaptarse a Silva y no perdió ni un ápice de fútbol. Tuvo que jugar si su referencia, y aprendió que la Real podía conseguir juego y victorias sin su fichaje estrella. Afrontó tramos de la temporada casi sin centro del campo y se atrevió a buscar nuevos sistemas. del 4-3-3 al 4-4-2. Empleó la gasolina de la presión alta hasta que pudo hacerlo, y después vio que sufrir también entraba en el catálogo de su equipo. Y cuando todos pensábamos que el gran mérito de la Real estaba en su ataque, Imanol ha construido un muro en torno a su portería, además con una defensa cogida con alfileres en cuanto a número de efectivos, sin incorporaciones en esa zona y entre las críticas de prácticamente todo el mundo. Han sido x porterías a cero en todas las competiciones a lo largo de esta temporada, y eso no se consigue por casualidad.
Cuando Imanol ha abogado por el fútbol de antes, generalmente cuando se le ha preguntado por el VAR, el técnico puede haber dejado caer que tampoco le gusta eso de los cinco cambios. ¿Puede ser ese su talón de Aquiles? Puede, desde luego. No todos sus cambios han surtido efecto, aunque muchas veces se le ha responsabilizado de ausencias personales que tenían razones físicas detrás, y en ese terreno ha logrado gestionar al grupo para llegar al final con poca gasolina y con muchos efectivos tocados, sí, pero con apenas un par de ausentes por lesión. La cuestión es que Imanol es un técnico al que no le tiembla la mano para mover banquillo y plantilla, y lo ha demostrado en muchas ocasiones. Si ha visto razones para jugar los últimos minutos de un partido con Bautista y no con Isak, lo ha puesto en práctica. Si ha considerado que Zubeldia debía jugar en el centro de la defensa por delante de Sagnan, lo ha escogido. Y si la necesidad le ha obligado a tirar del Sanse, aunque este año haya sido en mucha menor medida que el anterior, lo ha hecho.
Puede que la noche de Turín ante el Manchester sea el mayor borrón de la temporada, porque Imanol murió con su idea, pero murió a lo grande, sin ver las consecuencias de hacerlo cuando todavía estábamos en el partido de ida de una eliminatoria de 180 minutos. Sorprendió, incluso asumiendo que el United era una piedra demasiado dura para el momento en el que se encontró con la Real, que no buscara soluciones que sí supo aplicar, por ejemplo, en una final de Copa en la que dejó perplejo al Athletic por su puesta en escena, minimizando hasta el extremo los caminos de su rival hacia el gol de una forma que se le presupone a equipos mucho más rocosos de lo que se considera a la Real. Y es que esta Real de Imanol ha demostrado que sabe moverse en distintos registros. Si no lo hubiera hecho, no habría logrado los objetivos de esta temporada con la brillantez con la que lo ha hecho.¿Es Imanol un técnico perfecto? No, desde luego que no, y más en un deporte y en un país en el que todos somos entrenadores, ahora también a golpe de tuit. Pero es un gran entrenador, mucho mejor seguramente de lo que le estamos reconociendo mientras está sentado en el banquillo txuri urdin y a lo mejor eso es algo que podemos lamentar en el futuro. Además, tenemos la enorme suerte de que es muy de la Real, pasión que no impide que esté haciendo un trabajando sensacional al mando de la nave blanquiazul. Disfrutemos con él.
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