Por eso, la medida de entregar a los socios entradas a precios reducidos (aunque reconozco que eché de menos a los 5.000 socios que decidieron no ir y no dar su abono a nadie, a pesar de que había mucha en las taquillas buscando una entrada que no existía) me parece espléndida. Pero también tengo que decir que algo tardía. ¿Por qué hay que esperar al penúltimo partido en Anoeta para una medida así? ¿Por qué restamos a la afición y al estadio realista un pedazo de su capacidad de ganar partidos en la primera vuelta? ¿Por qué hay que esperar a que nos hagan una encerrona como la de Sevilla para reaccionar? Quizá sea el momento de abrir un debate distinto al que suele protagonizar Anoeta. Se habla mucho de las pistas de atletismo, y es cierto que restan calor. Pero quizá la frialdad se perdería también si en Anoeta hubiera siempre 30.000 personas. Con la publicidad y la televisión, quizá compense renunciar a algunos ingresos por taquilla y por socios. Quizá. Me parece un debate interesante y el sábado Anoeta probó que habría argumentos a favor de esta idea.
Anoeta ya ha vivido grandes tardes, ha vivido llenos y jornadas de gloria y sufrimiento, derbis de los grandes, las visitas de los mejores equipos de España y algunos de Europa, ha visto Champions y hasta una Real cercana a proclamarse campeona de Liga. Pero ni en esas fechas se vivió algo como lo del pasado sábado: el colorido. Pocas veces, probablemente nunca, se ha podido ver Anoeta tan lleno de camisetas blancas y azules. Quizá haya sido por el centenario y que todos quisiéramos esa camiseta a pesar de la mala gestión del club y de Astore en los primeros meses de venta, quizá por la ilusión de ver que el ascenso está cada día más cerca, quizá porque esas camisetas, las más antiguas, van pasando de hermanos mayores a hermanos menores, quizá incluso de padres a hijos. El caso es que los colores de la Real inundaron Anoeta, sus aledaños, San Sebastián desde primera hora de la mañana y esa hermosa caminata desde Aranzazu que algunos hicieron desde el viernes. Es un orgullo ver que tantos realistas vuelven a vestir sus colores, los de siempre, los de su corazón.
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Y es un orgullo que sepamos sufrir, sí, pero sin necesidad de rebajarnos a lo que sucede en otros campos para lograr una victoria de cualquier manera. Porque nosotros animamos a la Real. Pero no utilizamos punteros láser para descentrar al portero rival. No lanzamos objetos al terreno de juego. No hacemos que desaparezcan los recogepelotas cuando vamos ganando. No, nosotros no somos así. Y eso es una de las cosas más grandes que ha tenido, tiene y tendrá la Real y su afición. Que nosotros hacemos bien las cosas, aunque eso no nos garantice el éxito inmediato. Podemos ganar o perder, podemos tardar más tiempo en conseguir logros que otros alcanzan al primer tiempo. Pero estamos ahí. Por eso, nos costó ser campeones de Liga, y romper la famosa maldición de Monsieur Comet, aquella que nos debía apartar de los títulos. Nos está costando subir a Primera. Estamos en el tercer año. Pero vamos a lograrlo, y de qué manera, porque nuestra vía se lo merece. Nosotros nos lo merecemos.
Y una buena prueba de que nos merecemos esa alegría es el recibimiento al equipo. Dicen que fueron mil personas, pero parecía San Sebastián entero, Guipúzcoa entera, toda la afición txuri urdin diseminada por el mundo entero unida en unos breves instantes de algarabia. Las caras de los jugadores de la Real en el autobús lo decían todo. Ansotegi alucinaba. Xabi Prieto nos aplaudía. Carlos Bueno, que procede de un fútbol, dicen, mucho más pasional que el nuestro, no daba crédito. Con una sonrisa en la boca, los jugadores de la Real bajaron del autobús y tadaron lo suyo en recorrer los diez o quince metros que les separaban de la entrada al estadio. Queríamos estar con ellos y estuvimos. Seguro que los jugadores quisieron corresponder y parte de la victoria se fraguó ahí, en la entrada de Anoeta, casi dos horas antes de que empezara el partido.
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Un poquito antes de todo eso me encontré en los aledaños de Anoeta con el gran Gorka Reizabal, uno de los grandes cronistas que ha vivido la Historia más gloriosa de la Real. No le veía desde hacía dos años, en los prolegómenos de aquel partido que perdimos contra un Numancia líder que ascendió a Primera. "A ver si hoy damos más suerte", me dijo. Ya lo creo que la dimos. Siempre da gusto encontrarse con un amigo así cuando uno va a ver a la Real. Siempre da gusto saber que alguien que lo ha sido todo en el mundo informativo que rodea al conjunto txuri urdin te saluda con tanta alegría y valora la modesta labor que uno hace desde estas líneas. Porque yo sólo soy uno de los pocos que dedican su tiempo a hablar de lo que tanto queremos todos, la Real. Yo sólo fui uno de los casi 28.000 realistas que saltó de alegría en Anoeta cuando se acabó el partido. Uno de los muchos miles más que se alegrarán dentro de nada cuando la Real vuelva a Primera. Uno más. Pero entre todos somos la Real. Que no se baje nunca nadie, ni siquiera cuando las cosas vayan mal.