
Xabi Prieto se perderá el partido de la temporada, ante el Hércules en Anoeta. No pasa nada. Prefiero quedarme con que Cartagena, Betis, Numancia y Levante han sucumbido ya en Anoeta. Bien es verdad que su ausencia por lesión coincidió con la peor racha del equipo, tanto de juego como de resultados, pero hay en la plantilla realista jugadores capacitados para suplirle. No para ofrecer lo mismo que el 10 realista, porque parece que al fin esta temporada todos somos ya conscientes de que no hay nadie con el nivel de Xabi en la Real, pero sí para jugar un buen partido y equilibrar al once que esté sobre el campo el domingo por la mañana. Pueden jugar Nsue, Songo'o o incluso Griezmann. No se va a acabar el mundo por la ausencia de dos jugadores. Por desgracia, Xabi Prieto ha tenido lesiones más o menos graves las tres temporadas que llevamos en Segunda. Y hemos sobrevivido hasta el día de hoy. Pero que no se pierda más partidos, porque, eso sí es verdad, Xabi aporta algo diferente incluso en los días en los que no está al nivel que se espera de él durante los 90 minutos.
A Xabi, por cierto, le han quitado sólo una de las dos tarjetas amarillas que vio en Córdoba, la segunda, con lo que el Comité de Competición ha reconocido que sufrió un claro penalti. No pasa nada. Aquí sí que no pasa nada y da rabia pensarlo. De tener un penalti a favor para empatar el partido se pasó a seguir perdiendo y con diez jugadores en el campo, independientemente de lo mal que estuviera jugando la Real. Y no me resisto a hacer un poco de fútbol ficción. Imaginemos que el árbitro pita penalti. Imaginemos que Xabi lo tira y lo mete. Imaginemos que el empate, como otros días, le da fuerzas a la Real para irse a por el partido. Imaginemos que marcamos un segundo gol. Imaginemos que el Córdoba no puede meter ya balones a la espalda de la defensa realista porque es el equipo txuri urdin el que se puede permitir el lujo de esperar atrás. Imaginemos que Bravo no se lesiona en una de esas jugadas. Imaginemos que la Real vuelve de Córdoba con tres puntos, con seis de ventaja con respecto al Hércules, con el liderato asegurado otra semana más incluso aunque los alicantinos ganaran en Anoeta, y con diez puntos más que el tercer y el cuarto clasificado. Imaginemos, sí.
De las dos acciones del árbitro del pasado sábado, el tinerfeño Trujillo Suárez, que ha evaluado el Comité de Competición, en una le ha quitado la razón. No pasa nada. No puede pasar ya en un partido que la Real perdió y será la Real la que pague las consecuencias de lo vivido en El Arcángel cordobés. Este árbitro seguirá pitando. Nunca hay consecuencias para los árbitros. Nunca. Lo hagan mal o lo hagan peor. Lo que está claro es que en Córdoba realizó una actuación nefasta cortada por un patrón que habría que erradicar del fútbol: todo a favor del equipo de casa. No fue la única causa de la derrota de la Real en Córdoba, ni mucho menos, pero sí tuvo una gran importancia. Lo he dicho más veces, pero, visto el bajísimo nivel arbitral, no está de más repetirlo: no sé por qué hay tanto miedo a evaluar con serenidad y con ecuanimidad lo que hacen los colegiados. Trujillo Suárez perjudicó claramente a la Real. Se dice y punto. Sin necesidad de hablar de villaratos, manos negras o cosas parecidas, por mucho que este equipo colecciones actuaciones perjudiciales de los árbitros en los últimos años.
Y ahora viene otro punto en el que me hace gracia que no pase nada. Durante la retransmisión del partido en Punto Radio (inconvenientes de no vivir en Euskadi, que no tuve la posibilidad de ver el partido por televisión), se dejó bien claro que Xabi Prieto se tiró, pero nadie habló de la exagerada caída del cordobesista Pepe Díaz en el penalti que sí se pitó en contra de la Real. Leyendo al día siguiente El Diario Vasco, apenas se hace mención de la actuación arbitral más que con tintes de duda. No las hubo ni siquiera en Córdoba, donde periodistas y miembros del club reconocieron la claridad del penalti. Uno ve el resumen de Canal +, y ni siquiera ponen la jugada de la expulsión de Xabi Prieto. Nadie, absolutamente nadie, se paró a pedir falta de Asen (¡ni mucho menos tarjeta!) en la jugada en la que se lesiona Bravo. Y prácticamente nadie se ha detenido en la última jugada del partido, en la que hay un gol fantasma a favor de la Real. El árbitro pitó rápidamente el final por si acaso.
No seré yo quien comparta esas aberrantes portadas que la prensa madrileña y catalana dedican a los árbitros cuando creen que ha perjudicado o beneficiado a los suyos, pero a veces uno tiene la sensación de que somos idiotas. Si nos regalan algo los árbitros, lo admitimos sin tapujos, incluso parece que sentimos la obligación de sentirnos culpables por ello. Si nos lo quitan, parece que nos duele decirlo en voz alta, parece que siempre encontramos una explicación mejor a las derrota que la arbitral, por mucho que a veces sea sólo un pitido del colegiado el que nos separa de la victoria. Preferimos tirar piedras contra nuestro propio tejado. Y luego, como decía Lillo, hay muchos realistas por ahí sueltos. No pasa nada. Nunca pasa nada.