La Real ha sido quinta en la Liga, la primera de los mortales. Segunda, si se quiere, detrás de un Sevilla que también ha hecho una temporada espectacular, pero en todo caso mejorando los datos de la campaña pasada. Si hace un año el equipo txuri urdin fue sexto con 56 puntos, en esta Liga recién finalizada ha sido quinta con 62. Si entonces marcó 56 goles, esta vez ha hecho 59. Y si hace un año cerraba la competición de la regularidad con 48 goles encajados, ahora se ha quedado en 38. La mejora en los datos es obvia. Incluso quienes piensen que la Real ha llegado sufriendo al final de la temporada, que lo ha hecho, tendrán que rendirse a la evidencia de que la primera vuelta la acabó con 30 puntos en su casillero y en la segunda, con lesiones, con la Copa, con la Supercopa y con todo lo que se quiera, llegó a sumar 32. Y quince de los últimos 21 en juego. Tremendo para un equipo que muchos daban por muerto.
El ritmo vertiginoso del fútbol actual ha dejado aquello en una anécdota, pero no tendríamos que olvidar que esta Real provocó que se abriera el debate sobre si era posible que luchara por el título. Cierto que su liderato era un precioso espejismo por los partidos de los equipos punteros que hubo que aplazar en esta atípica temporada, pero el conjunto txuri urdin estuvo arriba, en la primera posición, y mostrando un fútbol maravilloso que provocaba la envidia de sus rivales. Era una máquina engrasada que funcionaba como un reloj, que consiguió el récord histórico de victorias consecutivas en Liga, seis, incluso cuando Europa se adentró en el calendario de los muchachos de Imanol para dificultar la recuperación de jugadores clave. Eso se ha pagado, desde luego, pero con la Real al cien por cien era posible soñar con cualquier objetivo, y eso, insistimos, tiene un valor incalculable.
Y por mucho que ganar la Liga fuera un sueño imposible, la competición que ha hecho la Real ha sido brillante. Imanol nos ha acostumbrado a tener al equipo en las posiciones privilegiadas de la Liga. Este año solo los empates iniciales ante Valladolid y Real Madrid, así como la primera derrota en Anoeta, ante el Valencia, han tenido al equipo fuera de las siete primeras posiciones. Cuando la Real pierde, o cuando su rendimiento no es el que sabemos que puede dar, se nos suele olvidar que la Liga es una competición de trayectorias, y la del conjunto txuri urdin ha sido en ese sentido sobresaliente. Aunque con matices, claro está, que atañen sobre todo a la gran cantidad de puntos que se han escapado de Anoeta, estadio que se ha quedado muy lejos de ser el fortín necesario para el asalto a las cuatro primeras posiciones, las de Champions, que durante buena parte del campeonato parecía posible acometer.Aquellas seis victorias seguidas cosechadas entre las jornadas quinta y décima marcaron la cima del fútbol de la Real en la Liga recién finalizada. 17 goles a favor y solo dos en contra, goleadas en Anoeta ante equipos rocosos, de los que normalmente se atragantan en el coliseo donostiarra como el Getafe, y a domicilio en campos de equipos notables como el Betis. Esa Real daba miedo por el aplomo que mostraba, por la pólvora que tenía arriba... y por una solvencia defensiva que estaba sorprendiendo a propios y extraños, sobre todo teniendo en cuenta que ahí se ubicaba el punto más débil de la estrategia de Olabe para el equipo, al menos si hacemos caso a lo que semana sí y semana también se decía en las redes sociales, el único altavoz medible en tiempos de pandemia y con las gradas tristemente cerradas al público.
Con las primeras lesiones importantes, sobre todo la de Silva, la Real sufrió un tanto y sus resultados se resintieron, mucho más en realidad que su juego. Tras su racha victoriosa, encadenó un único triunfo en los once siguientes partidos de Liga, y eso hizo estallar la burbuja. Es verdad que en muchos de esos partidos el juego era notable, y eso seguía dando crédito al equipo, como también el hecho de que esa única jornada en la que se sumaron los tres puntos fue precisamente en San Mamés, pero se estaban escapando muchos puntos, la mayoría de ellos con la sensación de que eran asequibles, y al final de la primera vuelta la Real había caído hasta la sexta posición en Liga. Su colchón con respecto a los rivales europeos era suficiente para seguir en esa pelea, pero estos números hicieron que se olvidara de manera rotunda la opción de pelear por el título y, debido también al empuje del Sevilla, a descartar la posibilidad de alcanzar la Champions League.
No se puede negar que esta ha sido una temporada de rachas, no. Las malas alejaron objetivos mayores, pero las buenas permitieron que la Real siempre estuviera en zona europea. Tras tan nefasta trayectoria para cerrar la primera vuelta y comenzar la segunda, la que dio aire a Betis y Villarreal con postreros empates aunque de muy distinto signo (los de Imanol tiraron en los últimos minutos un 2-0 en Anoeta ante el equipo verdiblanco, pero rescataron en el suspiro final un empate ante el Villarreal que al menos igualaba el average general), los realistas encadenaron siete jornadas sin perder, dentro de los cuales sumaron tres triunfos consecutivos, con cuatro goles en Anoeta ante Cádiz y Alavés y una solvente victoria en Getafe. La Real, no obstante, había iniciado una transformación notable. La gasolina estaba ya justa, la final de Copa estaba en el horizonte y entonces primaba más sumar que brillar.
Precisamente el triunfo ante el Getafe colocó a la Real quinta, posición que mantuvo hasta la jornada final, iniciándose un tramo en el que tocaba administrar rentas. Y los de Imanol lo hicieron francamente bien, aun sufriendo en muchos partidos. La moneda al aire ofrecía cara en victorias por la mínima ante el Levante, el Celta remontando o el Eibar en su campo, y a la vez daba una cruz muy dura en el severo correctivo que le endosó el mejor Barcelona de la temporada en Anoeta, 1-6, la segunda mayor goleada encajada en el estadio desde su inauguración en 1993, o derrotas incomprensibles ante el Huesca. Con las dos victorias en Anoeta ante Elche y Valladolid, y a pesar de una orgullosa derrota ante el líder, el Atlético de Madrid, con un equipo plagado de suplentes y canteranos que puso en aprietos a los de Simeone hasta el final, la Real consiguió llegar a la última jornada con un punto de ventaja sobre sus perseguidores, Villarreal y Betis.Pero esa última jornada en El Sadar tiene que quedar en la historia de esta temporada como algo importante. El gol de Isak cuando apenas quedaban tres minutos para el final es el que, en definitiva, permitió que la Real fuera quinta. Durante algo más de diez minutos, el equipo de Imanol estaba muriendo en la orilla en su objetivo de alcanzar esa posición en la tabla, con las victorias que estaban cosechando el Betis en Balaídos y el Villarreal en el Alfredo Di Stéfano, aunque los castellonenses al final claudicaran ante el segundo clasificado de la Liga. Isak marcó en el último suspiro, como lo hizo Januzaj un año antes o Juanmi en 2017, lo que evidencia que la Real ha madurado de una forma que no solemos reconocer a este equipo. Sufre y logra sus éxitos peleando hasta el final. Y el mismo día en el que el Sanse logró un histórico ascenso a Segunda División. Ha sido un temporadón. No lo veamos de otra manera, porque el esfuerzo de los realistas ha sido titánico.
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