
Lo que me choca es que quienes crecen dentro de la Real entiendan tan poco lo que significa este equipo. En varias ocasiones he escuchado a Lillo decir que cambiaría todos sus años como entrenador en el banquillo por un solo partido como jugador sobre un campo. Creo que esa es la sensación que compartimos todos los aficionados. Al menos yo sí daría cualquier cosa por un instante sobre el cesped de cualquier campo con la camiseta de la Real. Si ya la luzco con orgullo en la grada, en juego tiene que ser algo único. "Cada domingo que me toca jugar en la Real pienso que doy un paso en mi carrera. Muchas veces no lo valoramos lo suficiente". Esa frase no es mía. La dijo Ansotegi hace un par de semanas. Y esa frase no sólo hace que mi cariño por Ansotegi crezca, al margen de la valoración que tenga de él como jugador. Es que además es verdad. Díaz de Cerio y Castillo acaban de demostrar que es verdad, que no todos los que visten la camiseta de la Real lo valoran lo suficiente.
Si no ocurre algo inesperado, ninguno de los dos vestirá la camiseta del centenario. No hay camiseta que me haga más ilusión vestir que esa y, desde luego, jamás voy a tener la oportunidad de lucirla sobre un campo de juego. Pero estoy seguro de que no puede haber nada más grande que ser de la Real y tener esas dos estrellas sobre el pecho. Estoy hablando, claro está, desde el punto de vista más sentimental que puede tener el fútbol. Por eso mismo entiendo sobradamente a un jugador que quiere salir de la Real, porque asumo que eso es lo que menos les importa en muchos casos. Jugar en Primera, cobrar un gran sueldo, aspirar a ganar títulos... Eso es lo que busca cualquier profesional, sin duda, y los de la Real no son una excepción. Todos en nuestros trabajos aspiramos a mejorar y no dejamos que nadie nos juzgue por ello. Tampoco voy a juzgar yo con este baremo a estos dos jugadores. Los futbolistas, en ese sentido, no son diferentes. Pero por este mismo motivo, me siento estafado cada vez que un jugador apela a la Historia, a los sentimientos, a la afición. Porque casos como estos hacen que sienta que lo hacen sólo cuando les conviene, por su propio interés, y no porque lo piensen de verdad.
Díaz de Cerio y Castillo forman ya parte de la centenaria Historia de la Real. Su presencia en ella será mucho más breve de lo que seguramente a casi todos nos hubiera gustado. Pero los motivos que esgrimen para irse me parecen falsos. Eso sí se lo puedo reprochar y, de hecho, se lo reprocho. Siempre he respetado mucho a jugadores que de verdad se iban para progresar, como hicieron en su día Bakero, Txiki, López Rekarte, Lasa, Kodro, Darko, Xabi Alonso y tantos otros. Siempre he admirado a aquellos que se marcharon para hacer un favor a la Real y a sus siempre maltrechas arcas, como Periko Alonso. Pero lo que nunca podré entender es a aquellos que no saben valorar lo que supone este equipo y que no ponen de su parte para que el equipo logre algún tipo de beneficio cuando llega la hora de su salida. Bravo no tiene reparos en decir que quiere progresar, pero también añade que la salida tiene que ser beneficiosa para el club. Los de fuera a veces muestran más sensibilidad que los de casa. Y eso, cuando durante tanto tiempo se ha utilizado el viejo discurso de falta de apoyo a los de casa, duele.
Sin conocer demasiado la intrahistoria de la salida de Díaz de Cerio de la Real, porque no nos lo han contado todo, da la sensación de que le han asesorado mal. Pudo renovar hace un año por unas buenas cantidades económicas y dar rienda suelta a su proclamado realismo (que yo no soy nadie para dudar de él), pero no quiso hacerlo, esperando no se sabe muy bien qué. Quizá algunos de los que ahora lamentan su marcha se den cuenta del daño que hicieron a la Real con sus inisdias contra el ex presidente Badiola. El error que cometió su Consejo de Administración fue pensar que sería posible renovarle en todo caso. Debió buscar un traspaso al final de la temporada pasada. Porque duele invertir tanto dinero en la cantera para que precisamente quien ha crecido en Zubieta se marche sin dejar dinero ni excesivo rendimiento deportivo. El error que cometió el Consejo de Aperribay fue vendernos que era posible renovarle. Quizá se vio obligado a hacer para quitarse presión, pero parece un engaño más. La Real, en proceso concursal, no estaba en condiciones de ofrecer un contrato interesante a Díaz de Cerio. Así de claro.
Lo de Castillo, sencillamente, es sorprendente. El tren de Primera sólo pasa una vez, dice. Si un futbolista que debiera conocer ya este mundo dice eso, mal vamos quienes vemos este deporte desde la barrera, como aficionados o como periodistas. Ese tren pasó en Vitoria para la Real. Ese tren todavía no se ha ido del todo esta temporada, aunque estas manifestaciones dejan claro que su ilusión por conseguir el ascenso ya no existe, por muchos aficionados ingenuos y creyentes, como yo, que pueda haber. Dos veces ha visto pasar Castillo ese tren, en las dos temporadas en que ha jugado en Segunda. Y, si no subimos esta temporada, en junio de 2010 ese tren volverá a pasar por San Sebastián. Osasuna, que parece el destino más probable de Castillo, está luchando por no bajar a Segunda. Ese es un peligro del que casi nadie está a salvo. Cambiar un equipo por otro sólo por tener una gloria que puede ser efímera en Primera me parece un error. Y más cuando estamos hablando de un jugador tan joven. Pero él sabrá.
Yo lo que tengo claro es que no quiero en la Real jugadores que no quieran estar. Ni de casa, ni de fuera. Ahora bien, creo que es un motivo de reflexión que gente que ha nacido, crecido y progresado dentro de este equipo no valore lo que significa jugar en la Real o la apuesta y el gasto que el club hace por y para ellos. El Celta, en una situación económica muy similar a la de la Real y con menos Historia sobre sus espaldas, fichó una decena de jugadores el pasado verano. Y me imagino que para todos ellos fichar por el Celta supuso un paso adelante. Como lo fue fichar por la Real para Sergio, Marcos o Moha. Como lo hubiera sido, y así lo dijo, para Iván Campo, un tipo que ha ganado una Champions. Yo no voy a dejar que nadie se permita el lujo de ningunear lo que supone jugar en la Real. Ni en Primera, ni en Segunda, ni en proceso concursal, ni de ninguna de las maneras. La Real sí es la mejor opción. Y quien no lo crea, ya sabe dónde está la puerta.