Pardo fue titular y una de las grandes decepciones del derbi. |
El gran problema de la Real es que sus mensajes antes de empezar a jugar no encuentran luego correspondencia en el campo. Porque hay mensajes en los onces de Moyes, sin duda. Pero no patrón de juego, no una idea como dijo Zurutuza, y desde luego no una personalidad, que es algo de lo que carece este equipo desde hace ya demasiado tiempo. Pero si Moyes apuesta por un centro del campo formado por Illarramendi y Pardo, con Zurutuza por delante y escorado en la izquierda y más aún con Canales como mediapunta, es porque el control del partido tiene que ser inevitablemente txuri urdin. Y no fue así. En cuanto el inefable Velasco Carballo señaló el comienzo del partido, la Real abdicó de cualquier idea de juego y volvió a las cavernas. Eso, siendo peligroso, tiene un agravante todavía más evidente en la forma en la que jugó el Athletic, con continuos balones largos. Los aficionados que tienen las localidades más elevadas de Anoeta vieron en este derbi más balones cerca de sus cabezas, lanzados por jugadores de ambos equipos, que en la suma de muchos partidos anteriores.
Y si para colmo los puntales del equipo arrancan el derbi en un estado de nerviosismo algo inaudito, se puede entender sin problemas que el fútbol pasara de puntillas por Anoeta. Rulli fue el primero en asustar a la grada de Anoeta con un despeje fallido que, afortunadamente, cogió a Aduriz despistado. Y después fue Iñigo Martínez quien incomprensiblemente se jugó los cuartos en casi media docena de balones, perdiendo la posesión de todos ellos, aunque al menos el capitán de facto (otra vez ejerció como tal) se recuperó para hacer una segunda mitad espléndida. Así las cosas, los únicos realistas que parecieron entender qué había que hacer en cada momento en el arranque del encuentro fueron Aritz Elustondo y Reyes. Los demás, combinando errores y aciertos pero destacando más en lo segundo, no eran capaces de imponerse a un Athletic que camufló su pobre condición con un control simulado. La Real no era capaz de dar dos pases seguidos y no precisamente porque el Athletic fuera superior en algún otro aspecto del juego que no fuera la captura de todos los rechaces.
Eso es lo que puso de los nervios al equipo txuri urdin, que olvidó lo más básico del fútbol combinativo al que invita la calidad de sus jugadores. Pero a cambio sí logró que el Athletic ni se acercara al área de Rulli en los 90 minutos. Puestos a encontrar ocasiones en el primer acto, sólo hubo una para cada equipo. El Athletic dispuso de un buen zapatazo de Raúl García que se marchó lamiendo el poste a la derecha del guardameta realista después de un espléndido corte de Reyes, y la Real respondió con un disparo franco pero muy flojo de Zurutuza que fue a las manos de Iraizoz. Si acaso, el cuadro realista pudo sumar una intentona de Canales que acabó desviado, precisamente tras una contra de Zurutuza, pero nada más. Absolutamente nada más. Por eso, el protagonismo recayó en la bronca. Y ahí hay dos jugadores del Athletic que se mueven en su salsa, Aduriz y Raúl García, dos tipos que no es fácil entender como no tienen mucha peor fama de la que tienen. En la Real, nadie saber jugar a eso, hasta el punto de que casi pareció cómico ver a Aduriz enfrentándose a Illarra.
Hubo polémica, claro, porque de eso siempre tiene que haber en un derbi. Y cuando se pone a dirigirlo un árbitro tan malo como Velasco Carballo, otro que no se entiende cómo ha podido llegar a ser internacional, todo es posible. A un tufillo anticasero en la señalización de las faltas y de las tarjetas (otra vez más la primera falta de la Real vio la tarjeta amarilla, en este caso a Illarra en el minuto 8, y la primera amonestación a su rival no llegó hasta pasada la media hora), respondió no pitando un penalti clamoroso precisamente de Illarra, que habría sido expulsado. Aduriz recibió el balón dentro del área, puede que en fuera de juego aunque ninguna de las repeticiones quiso detenerse en ese momento de la jugada, y su disparo chocó con los brazos del realista, claramente abiertos. Lo demencial es que Velasco explicó gráficamente que Illarra estaba volviéndose, lo cual es manifiestamente falso y lo que demuestra es que el colegiado no sabe lo que está viendo.
La reanudación del partido acentuó la ilusión de que el Athletic tenía más controlado el partido. Pero tan malo era el partido que hasta las ocasiones eran esperpénticas. A los seis minutos de la segunda mitad, un envío de Pardo, horrible partido el suyo por cierto, lo despejó Aduriz de tal manera que pudo acabar dentro de la portería de Iraizoz. En esos minutos, la única buena noticia para la Real es que reaparecieron Canales y Zurutuza. Entre ambos crearon una gran ocasión, que el cántabro malogró con un disparo desde dentro del área que cogió el efecto contrario al que debía. El mismo Canales buscó la sorpresa con un disparo muy lejano y escorado desde la izquierda que, de haber cogido portería, habría sorprendido al guardameta del Athletic. La respuesta de los rojiblancos la protagonizó Aduriz, que, en claro fuera de juego para seguir redondeando el calamitoso arbitraje de Velasco Carballo, se topó con la gran salida de Rulli. Quedaba poco más de un cuarto de hora y los dos entrenadores escogieron ese momento para quemar sus últimas naves.
Moyes, que había formado una convocatoria descompensada sin ningún centrocampista en ella, hizo un doble cambio. Aunque por físico suelen ser los primeros fundidos, sorprendió que optara por retirar a Canales y Zurutuza, que parecían haber revivido algo en esos minutos. A cambio, Xabi Prieto no dio más señales de vida que un centro flojito al que Agirretxe no pudo imprimir fuerza con la cabeza y acabó en las manos de Iraizoz, pero el otro escogido, Bruma, sí cambió el partido. El fichaje realista se convirtió en el tramo final en el mejor jugador del encuentro con diferencia. No siempre estuvo acertado y le faltó algo de precisión, pero fue un constante quebradero de cabeza para la defensa rojiblanca. Ya con Jonathas en el campo, Bruma puso un balón de oro en el interior del área para que el brasileño se estrenara en Anoeta. Su primer intento se topó con Iraizoz en una buena salida del guardameta, el balón quedó suelto y Jonathas volvió a probar fortuna para estrellarse de nuevo con el portero. Era el minuto 88 y ahí tuvo lugar la última acción destacada del partido.
El derbi vasco es una fiesta, digan lo que digan al otro lado de la A8 en sus ensoñaciones de grandeza, pero últimamente se está convirtiendo en una fiesta algo triste por los 90 minutos de juego. Lo de este primer derbi de la temporada, no obstante, se sale de las escalas. Es evidente que ni Real ni Athletic están para tirar cohetes, pero aunque sea por casualidad alguno de los dos equipos podría haber dejado alguna acción de mérito en un soporífero encuentro, indigno del nivel profesional que ambos conjuntos están obligados a mostrar. No lo hicieron y el 0-0 era, salvo accidente o catástrofe, el único resultado posible. A la Real le sonrió la suerte arbitral en lo decisivo, que no en el grueso del arbitraje, y eso también evitó que se moviera el marcador. Pero del sopor no se libra nadie. De la decepción que supone ver a una Real con tantos jugadores de calidad jugar como lo hace, tampoco. Moyes empieza a estar en una seria encrucijada y algunos de sus jugadores también. Y si un derbi contra un Athletic de tan bajo nivel no sirve para reaccionar, malo.