El partido ante el Real Madrid, epicentro de la polémica arbitral. |
Ha sido bastante genérico, y la última jornada ha dejado un ejemplo clamoroso que ha afectado además a uno de los equipos que ha descendido, pero la Real ha sufrido como pocos los sinsabores del arbitraje durante toda la temporada. Será especialmente recordado el tramo final de la competición antes del parón y su reanudación. Asusta la polémica que quiso levantar el Barcelona con el no penalti de Llorente a Piqué por el que clamaron con tanta fuerza y en cambio la nula repercusión, el más absoluto silencio mediático que ha tenido algo que afectado de una manera tan prolongada en el tiempo a otro escudo. El equipo de Imanol sufrió siete penaltis en siete jornadas, y solo uno de ellos quedó ajeno a las dudas. Todos los demás tuvieron el sabor de la injusticia, bien porque las jugadas no parecían esconder ningún motivo para señalar infracción o bien porque jugadas análogas que favorecían a la Real no se arbitraron de la misma manera. Todo comenzó, no podía ser en otro escenario, en el Camp Nou, donde una mano de Le Normand en un intento de cabezazo fallido se convirtió en el penalti que certificó la derrota realista en ese escenario, en un partido en el que mereció más.
El imposible penalti que el VAR no quiso revisar. |
Dos penaltis en Eibar que abrieron esta histórica racha que ningún analista quiso contrastar con otras de la Liga, las extrañas líneas del VAR para conceder el primer gol del Alavés en el peor partido de los de Imanol tras el confinamiento o el vergonzoso arbitraje de Cordero Vega en Getafe, perdonando tarjetas y expulsiones a los locales y convirtiendo en penalti un pisotón de Hugo Duro a Le Normand, fueron las joyas de la corona de una racha que fue mucho más allá de lo anecdótico, como se vio con gol de Soldado en Anoeta en un clamoroso fuera de juego que se convirtió en un estúpido debate sobre la nueva jugada cuando Llorente trató de despejar un centro nítido hacia un jugador en posición antirreglamentaria, que se beneficia de ella, que influye en el defensor y de la que se saca partido para marcar gol. O incluso el doble penalti del que fue objeto Le Normand en el Wanda Metropolitano, cuando la Real agonizaba buscando el gol que le diera el pasaporte europeo sin que la famosa sala VOR reaccionara.
Pero no hay que olvidar que ni fue casual ni fue tampoco se trató del primer momento de la temporada en el que el equipo txuri urdin pudo sentirse perjudicado no solo por los árbitros o el VAR, sino incluso también por el mismo trato que recibía. ¿Protección a las estrellas? Será a las de otros equipos, porque todavía duelen las criminales entradas que sufrieron en la primera vuelta Odegaard y Oyarzabal, el primero a pies del bético Javi García y el segundo por obra y gracia del céltico Hugo Mallo. Ninguna de ellas fue sancionada con la merecida tarjeta roja, a pesar de que fueron entradas que pudieron haber terminado con lesiones graves. Y cuidado con que algún jugador de la Real haga una falta sospechosa a los dos o tres minutos de juego, sobre todo si lleva un número a la espalda superior al 25 o con cara de joven, porque entonces no hay piedad. Zubimendi o Aihen pueden dar buena cuenta de ello tras el reinicio. Cucurella, en cambio, pudo permitirse hacer seis de las nueve primeras faltas del Getafe en la segunda vuelta sin ser amonestado.
¿Protección? Odegaard no la tuvo contra el Betis. Esto fue amarilla. |
Y el pago recibido es un trato indigno que conlleva incluso sanciones como la de dos partidos a Illarramendi por decir "sois un desastre" a los árbitros del partido ante el Madrid en Anoeta, ojo al nivel de esa teórica falta de respeto, o a Jokin Aperribay de tres encuentros por decir "esto es una vergüenza" en el descanso del partido ante el Granada también en Donostia, o incluso la cara más propia de un matón de barrio que de un juez arbitral con la que González Fuertes se dirigió a los jugadores suplentes de la Real en las gradas del Metropolitano en la jornada final. Que la hemeroteca diga si esto es lo más grave que han escuchado los árbitros y si se ha sancionado de la misma manera, tanto dentro del campo como fuera de él, en las ruedas de prensa posteriores a los encuentros y también en situaciones en las que se puede tener mucha más sangre fría. Se les acusa de manipular intencionadamente la competición y no pasa nada. Por algo será. Sea como fuere, pocos equipos podrán decir que tuvieron sancionados al mismo tiempo a su presidente y a su preparador físico, hasta eso ha vivido el equipo txuri urdin este año.
En ese doble rasero del que hablamos la Real ha salido muy pocas veces beneficiada y el VAR, ahora mismo, está herido de muerte, con el peligro que tiene de llevarse por delante al mismo fútbol que venía a ayudar y el respeto que tendrían que merecen los árbitros y que cada vez se ganan menos con sus oscuras actuaciones y su voluntad de quedar siempre al margen de análisis, ajenos o propios. Curiosamente, todo surgió de aquel no penalti de Rulli a Vinicius en el Bernabéu de la pasada temporada que generó una campaña injusta, torticera y muy intencionada. De aquellos barros, estos lodos. Y nadie parece tener la intención o la pretensión de detener esta espiral de destrucción en la que se está premiando a equipos y futbolistas que juegan al borde del reglamento y buscando contactitos que devengan en penaltis antes de goles que sumen puntos. Qué lástima. Con lo bonito que era el fútbol. Y con el respeto con el que siempre ha obrado la Real hacia árbitros y comités. Qué injusto y qué inmotivado parece este tremendo castigo hacia un club de comportamiento ejemplar.
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