Parecía que esta iba a ser una temporada maravillosa para Jokin Aperribay, sin problemas ni sobresaltos. Hace ya tiempo que el club vive en una placidez económica notable y que las convulsiones en lo social son escasamente movidas, quizá con más eco en las redes sociales que en la misma realidad. En 2017 fue reelegido para un nuevo mandato de cinco años son oposición alguna, y de puertas hacia fuera lo único que puede sobresaltar es el rumor de vez en cuando escuchado de que él mismo quiera poner fin a su etapa en la Presidencia de la Real. El Reale Arena iba a ser una realidad completa y definitiva este año y el rendimiento deportivo del equipo era maravilloso. Aperribay tenía ya la fotografía de la final de Copa y todo marchaba viento en popa. Y llegó la pandemia para darle al presidente sustos que ni esperaba tener que afrontar.
De repente, las imágenes más bonitas de la temporada se difuminaban sin que a él le quedara demasiado margen de maniobra. La final de Copa se convirtió en una patata caliente que, de hecho, llenó las redes sociales durante el tiempo en el que no tuvimos fútbol, lo que amplificó la magnitud de este asunto. ¿Final ya sin público o final la próxima temporada para intentar que hubiera público? Aperribay jugó un tanto al despiste, como en realidad también se hizo desde el otro lado de la A-8, hasta que finalmente se optó por intentar jugar cuando las gradas pudieran tener presencia de aficionados, y además sin grandes declaraciones públicas ni ruedas de prensa. Eso ha hecho que, por ahora, la única foto que tengamos de la final sea la de los dos presidentes con la Copa y el máximo mandatario de la Federación, Luis Rubiales. Lo curioso es que nunca sabremos qué habría sido lo mejor a nivel deportivo, pero la apuesta de la Real fue por la gente.
Aperribay no dio demasiadas explicaciones públicas de este tema, sigue sin gustarle demasiado ser el centro de atención de las cámaras, y es verdad que en ocasiones eso puede interpretarse como una desaparición en la práctica que no convence a todos. Sucedió lo mismo con el tramo arbitral más dañino para la Real después del confinamiento, episodios prolongados que quizá exigieron de una crítica pública más contundente por parte del club. Su arranque de furia en el descanso del partido en Anoeta ante el Granada, en el que según el colegiado Martínez Munuera relató que le dijo "¡esto es una vergüenza, estamos siempre igual!" y que le costó una de estas ridículas sanciones que vemos de vez en cuando de tres partidos, demostró que compartía el sentir general del aficionado sobre cómo los trencillas estaban tratando al equipo. Sin embargo, optó por otra vía, la de protestar en silencio, sin publicidad. ¿Sirvió? Solo Aperribay lo sabrá en realidad, pero las sensaciones desde fuera no son demasiado positivas en este sentido.
Y es una pena ese pequeño debe del presidente, que quizá tendría que estudiar para no quedarse solo en las apariciones que hace en entrevistas puntuales o las ruedas de prensa habituales, las de presentaciones o despedidas, porque Aperribay ha llevado a la Real a un terreno en el que tiene que sentir mucho más respeto del que a veces parece que obtiene. El club es referente en casi todo, cuida como pocos el aspecto social de su ser, y ha dado sobradas muestras de compromiso. Las viñetas de Marrazketabar con las que la Real cubrió los fondos de Anoeta en los partidos de la reanudación, homenaje directo a todos los profesionales que han sostenido al país durante el confinamiento, son una buena muestra de ello. Como que la Real fuera uno de los primeros clubes en reaccionar al fútbol sin público y anunciara una rebaja del precio de los abonos. O la manera en la que ha desarrollado sus comunicaciones en redes sociales para formar parte de ese amplio grupo de colectivos que entretuvieron a la gente en sus horas perdidas de la pandemia, hasta con aquel glorioso torneo de FIFA 20 que seguimos en directo para ver a Isak ganando a Januzaj en la final.
¿Qué tiene que ver esto con la gestión de Aperribay? Puede que nada, y puede que mucho. Si podemos dedicarnos a hablar de anécdotas de este estilo es porque lo importante está muy bien llevado. Aperribay ha cumplido el profético sueño de Zurutuza (aquel mítico "Aperri, quita las pistas" que entonó en la fiesta del ascenso de 2010), ha convertido Anoeta, a falta de los retoques finales que ha impedido el coronavirus, en el estadio que nos merecíamos todos los realistas, ha traído una estabilidad económica sin precedentes, ha conseguido que las relaciones con otros clubes pasen por momentos dulces, ha encontrado el modelo deportivo soñado y que es verdad que el fútbol profesional hace muy difícil mantener sin cambios y en general ha convertido a la Real en un club sin tacha a todos los niveles. Podrá gustarnos más o menos su forma de aparecer en público, pero no se puede negar la evidencia de que los sustos que ha sufrido no empañan uno de los cursos más exitosos en la trayectoria de Aperribay en el club.
No hay comentarios:
Publicar un comentario