La figura del director deportivo siempre está rodeada de cierto misterio, pero al final es el último responsable de la plantilla que se confecciona. Lo que los jugadores hagan se convierte en la mejor evaluación de su trabajo, y en el caso de Roberto Olabe la nota tiene que ser francamente alta en la temporada que ahora termina. No tiene la Real Sociedad un director deportivo mediático, eso está claro. No le gusta aparecer en los medios y no tiene ese carisma público que, por ejemplo, sí se exige en otros clubes, pero algo ha de tener para que el proyecto del equipo txuri urdin sea hoy uno de los más interesantes y llamativos para perlas jóvenes de tan diferentes condiciones. Olabe anunciaba revolución, y tras un primer curso en el que se vio más fuera de los campos que sobre el verde, los resultados han llegado.
Odegaard, Isak, Remiro, Portu, Monreal y Sagnan fueron los seis fichajes con los que la Real se presentó ante su afición hace ya un año largo, que es cuando Olabe tuvo que hacer la mayor parte de sus deberes, aunque sus resultados los juzguemos ahora. A ello hubo que sumar las incorporaciones al primer equipo de Le Normand, Aihen Muñoz, Guevara y Barrentxea. Simplemente con analizar el perfil de estos jugadores y el papel que han tenido a lo largo de la temporada se puede trazar una radiografía muy precisa del trabajo de Olabe, que ha sabido moverse en mercados muy dispares, en velocidades de ejecución muy distintas y en una labor de persuasión que resulta más que elogiable. Además, encontrando un perfil muy distinto al que empleó en el primer verano de esta nueva etapa en la Real, en el que tiró de cesiones para apuntalar el grupo. Ahora vio la necesidad de cambio y fue a por ese objetivo con decisión.
Es evidente que Olabe ha conseguido un proyecto seductor para jugadores jóvenes con proyección. Convencer a Isak para salir del subcampeón de la Bundesliga o a Odegaard para que la Real sea el lugar en el que forjar su camino en el Real Madrid es algo que tendríamos que tener en cuenta. Como también el hecho de que ahora mismo la Real sea más interesante para un jugador que el proyecto económicamente más fuerte del Athletic, hasta el punto de que Remiro encontró más cariño en el club donostiarra que en el bilbaíno. Eso, por cierto, es algo que Olabe ha repetido después del enorme acierto de la contratación de Merino. Y más meritorio aún es haber logrado negociar con el rocoso Arsenal para lograr que uno de sus capitanes dejara el equipo, incluso contra la voluntad del club londinense, que quería seguir contando con Monreal. O incluso haber traído a un jugador de la experiencia de Portu que ya fue imposible fichar un año antes, moviéndose bien y rápido tras el descenso del Girona.
Sagnan es, claramente, el expediente X de la gestión de esta temporada. No hemos visto nada que justifique su fichaje, más allá de la necesidad que sí había de incorporar a un central. Joven, sin experiencia y sin partidos en la élite, Imanol no supo qué hacer con él hasta que finalmente se le encontró una cesión en el Mirandés, cesión bastante tardía, por cierto. Quizá las salidas sean todavía la cuestión pendiente de la gestión de Olabe. Navas y Héctor Moreno dejaron la Real sin dejar un euro en las arcas del club, cuando parecía que alguna compensación sí se podría haber sacado por ellos, y las decisiones sobre Pardo, Rulli o el mismo Sagnan no parecen haberse tomado en el momento correspondiente. El arquero, de hecho, pinta a ser una nueva patata caliente este verano tras finalizar su cesión en el Montpellier, y el riojano puso fin de una manera algo indigna a tantos años en el club.
Y en cuanto a los canteranos, Olabe ha hecho apuestas claras que se alejan de cumplir el expediente. Había opciones, desde luego, y se pudo pensar durante buena parte de la temporada que Barranetxea pudo haber jugado en el Sanse o que Aihen pudo ser el cedido en lugar Kevin Rodrigues, incluso que Sola tenía más margen de mejora que Gorosabel en la derecha, pero los que subieron tenían un papel en la primera plantilla. No hubo ascensos de relleno y da mucha tranquilidad en un equipo como la Real, eminentemente de cantera pese a las necesidades del mercado, saber que los chavales van a tener opciones no solo por lo que decida un entrenador concreto sino también porque en el club hay una dirección clara destinada a convertir su camino hasta el Sanse en una formación para la élite, para que en el primer equipo de la Real siempre haya un número significativo de potrillos que se hayan ganado allí su presencia.
Al margen de aciertos o errores puntuales, y aunque esta temporada claramente predominan las luces sobre las sombras, lo que está claro es que Olabe tiene un proyecto bien encaminado. La estabilidad futura de la Real pasa por esta labor y por entender que no todo puede salir bien. En el fútbol eso rara vez sucede. Olabe, eso sí, está forjando una plantilla joven y con alternativas, una que se ha revalorizado muchísimo en el último año, hasta el punto de que algunos de sus integrantes tienen ahora un cartel internacional envidiable y con el que, por des. Su próximo trabajo será seguir empleando las mismas dotes de persuasión para que los jugadores entiendan que en la Real pueden seguir creciendo y que la Real puede crecer con ellos. Y el más difícil todavía, encontrar cómo mejorar lo que ya tenemos.
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