Parece mentira el nivel de discusión que se alcanza en nuestros días y los absolutos con los que juzgamos a un equipo o a su entrenador por alguna derrota o una racha negativa. O por un punto más o menos conseguido a lo largo de 38 jornadas. Dentro de algunos años, a los realistas de aquel tiempo seguramente les parecerá poco verosímil que hubiera dudas con respecto a la figura de un entrenador que tuvo a la Real durante toda la temporada en puestos europeos, que finalmente logró ese premio, y que llevó al equipo a la final de la Copa del Rey, pero así ha sido. Y por supuesto en ocasiones con argumentos que merecen respeto. Imanol Alguacil ha generado dudas entre sectores relativamente amplios de la afición txuri urdin, no hay por que esconderlo aunque eso nunca se haya manifestado en el campo, al menos durante el tiempo en el que la afición pudo entrar a Anoeta para disfrutar y sufrir con los suyos, pero es también difícil esconder que sus méritos al frente de la Real son indudables. Sexta plaza, clasificación europea y final de Copa. Poco margen hay para mejorar eso si se mira friamente.
Quizá sea el momento de darnos cuenta de que nunca va a haber un entrenador que guste a todos por igual. Ni por nombre, ni por trayectoria, ni por perfil. La Real ha tenido en los últimos años a técnicos de alta experiencia internacional, debutantes en Primera y procedentes de la casa, formados en la Liga y conocedores de sus entresijos, absolutamente de todo y ninguno nos ha valido más allá de los triunfos que puntualmente haya podido ir consiguiendo. El equipo txuri urdin ha dado tumbos en el fútbol preferido de sus técnicos, y ha pasado de un mediático Moyes a un inexperto Arrasate, de un resultadista como Garitano a un amante del fútbol de toque como Eusebio. Imanol llegó desde el Sanse, resucitó dos veces a la Real y por eso se le encargó la labor de dirigir una temporada desde el principio, una temporada además que tenía unas características muy especiales, incluso antes de que la pandemia rompiera la competición por la mitad y obligara a llegar alfinal de una manera muy distinta a la esperada.
La pasada campaña se distinguió por el altísimo número de canteranos que debutó en la Real. Eso provocó que entre las caras nuevas que tuvo la primera plantilla para afrontar este curso hubiera cuatro jugadores procedentes del Sanse: Le Normand, Aihen, Guevara y Barrenetxea. Pero también se notó en que de los fichajes realizados solo Portu tenía experiencia real en Primera División. Imanol, en ese contexto de inexperiencia generalde la plantilla más joven de la categoría, no solo dio con la tecla para que la Real hiciera el mejor juego posible, sino que dio un protagonismo tremendo a jugadores de cortaedad, los de la casa y los fichajes. Incluso algunos de los que podríamos catalogar como los más veteranos del equipo, como Merino u Oyarzabal, no llegan siquiera a los 25 años. ¿Pecados de juventud en la resolución de los partidos? Unos cuantos, desde luego, pero eso no merma el trabajo de Imanol con ellos.
El técnico realista, es también cierto, ha mezclado partidos de gestión brillante, tanto en su preparación como en las decisiones que ha adoptado durante el mismo, con otros en los que no ha estado a la altura de lo que exigía el rival. Hay días que los ha dispuesto en la pizarra de una manera absolutamente brillante y otros en los que ha sido superado por el contrincante, duelos que ha sabido reconducir en la segunda mitad y otros en los que sus cambios han restado más que sumado al equipo. Sí, cierto. Imanol no es perfecto, digámoslo claramente, pero como no lo ha sido ningún entrenador anterior. Eso sí, quedarnos en el caso del oriotarra con lo que le ha salido mal o con sus decisiones equivocadas hace que minimicemos la magnitud de la situación con la que ha tenido que lidiar, no solo el cambio casi radical en el equipo desde que lo cogió por primera vez o la juventud de sus peones, sino también el duro calendario al que ha hecho frente y las injusticias del tramo final.
Las circunstancias de la temporada complican sobremanera el análisis, pero podemos decir con claridad que Imanol ha sabido darle a la Real unas características muy precisas. El balón está en el centro de todo, su salida se produce desde atrás, desde el portero, intentando esquivar el pelotazo, aunque sin desdeñar esa opción para sorprender al rival, como hizo por ejemplo en Eibar o en Miranda, en la Copa. Cuando el rival tiene la pelota, presión alta, para recuperar lo más cerca de la portería. Laterales ofensivos. Y siempre un mediocentro que sepa leer el partido, incrustarse entre los centrales y ayudar en la salida de balón. Cómo ha jugado su Real, y lo ha hecho a pesar de sufrir el duro golpe de perder a su guía, Illarramendi, por una temprana lesión.
Imanol no solo ha dotado de su carácter al equipo, sino que además le ha dado diferentes registros que puntualmente han servido bastante bien. A la Real de Eusebio, que por su forma de tratar el balón podría ser la más cercana a la última de entre los últimos cursos, se le cogió el truco con relativa facilidad tras el éxito de llegar a competiciones europeas. Eusebio no supo adaptarse a esa situación. Imanol sí lo ha hecho. Ha cambiado el esquema tantas veces como lo ha necesitado su equipo, ha hecho que hasta su defensa de tres centrales sea un camino para superar a rivales en mejor forma, aunque en la histórica noche copera del Bernabéu añadiera algo de incertidumbre al resultado final. Ha trabajado la estrategia como pocos y se ven formas muy distintas de buscar el gol en ataque como defensas maravillosas y después imitadas como la manera en la que se impidieron los temidos lanzamientos de falta de Messi.
No se puede decir que Imanol no trabaje, no. Pero es que además siente y transmite. Y quizá eso sea el gran valor del técnico. ¿Es mejor entrenador por ello? Seguramente no, pero si queremos que la Real sea algo diferente y especial, como lo ha sido siempre, tiene un valor importante que su técnico sienta el equipo como algo propio. Sobre el campo y en sus ruedas de prensa, Imanol traslada una confianza en sus jugadores, sean los que sean y estén en el estado en el que están, que solo puede considerarse como una de las claves del funcionamiento de este equipo. No es solo fútbol sobre el papel, es fútbol en estado puro. Es emoción, es sentimiento. Es ver cómo celebró el pase a la final de Copa o la soledad que escogió para gritar de rabia en solidad tras eliminar al Real Madrid, es ver esos abrazos quebrantaespaldas que da a sus futbolistas cuando logran algo grande o los golpes de chapa con los que el vestuario entona cánticos de éxito, es escucharle esas expresiones que solo un técnico de casa podría decir, como si estuviera en la sociedad viendo los partidos de la Real.
Por todo ello, y aún conociendo sus defectos, algunos de ellos mejorables con la experiencia, Imanol es el técnico ideal para la Real. Lo es por su visión de fútbol pero también por quién es y por lo que quiere a este club, porque entiende su esencia, porque respeta Zubieta como el que más, porque entiende los aspectos profesionales y los emotivos, porque creyó en la Real de la Copa como nadie lo ha hecho en décadas, porque, además, tiene todavía margen de mejora para convertirse en una figura fundamental de la historia de la Real Sociedad a poco que el club no se deje llevar por las derivas del fútbol moderno en cuanto una temporada las cosas salgan medio regular, incluso teniendo un porcentaje de victorias tremendo, que casi llega al 50 por ciento de los partidos que ha dirigido. No hay más que ver a Imanol para darse cuenta de que, hoy por hoy, nadie puede entender la Real mejor que él. Con sus imperfecciones, desde luego. Pero con mucho más acierto del que en ocasiones le hemos reconocido.
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