jueves, febrero 06, 2014

BARCELONA 2 - REAL SOCIEDAD 0 La forma más mezquina de romper un sueño

El decisivo penalti no pitado sobre Vela. 
Qué fácil es acabar con un sueño. Hasta la más bonita de las ilusiones, aquella que se forja durante años, se puede frustrar en un instante. González González es un árbitro que tiene un largo historial de agravios hacia la Real Sociedad, él sabrá por qué, que arranca en los años de Segunda División. Hoy ha destrozado el sueño txuri urdin de jugar la final de la Copa del Rey omitiendo un clamoroso penalti sobre Vela que habría supuesto la expulsión de Mascherano, y mostrando después la tarjeta roja directa por algún comentario a Iñigo Martínez. La Real ha perdido 2-0, una desventaja durísima para una eliminatoria de Copa ante un rival como el Barça que obliga a la más absoluta perfección en el partido de vuelta para recuperar el sueño que alevosa y miserablemente ha roto González González. Quizá es que la Real sobraba en este absurdo duelo de tres en que se quieren convertir todas las competiciones, eso sólo lo sabrá González González y quienes hayan hablado con él, porque hasta eso se nos escamotea en este deleznable fútbol que tenemos, la explicación a por qué ha pasado lo que ha pasado. Y lo que ha pasado es que nos han roto un sueño de forma mezquina.

Por desgracia, el análisis futbolístico queda en un segundo plano, porque el fútbol, las fuerzas que han medido dos rivales en un terreno de juego y que ha prometía un duelo apasionante, no es lo que ha decidido el partido. Ha sido González González y ha sido porque ha querido. No hay más y cualquier disculpa sonará a hueco o a interesada. Él sabe perfectamente que Mascherano cometió penalti sobre Vela. Y sabe que el argentino tendría que haber visto la segunda tarjeta amarilla. Lo sabe. No caben ya más ingenuidades sobre esto ni eufemismos sobre las actuaciones arbitrales. Lo sabe él porque lo ha visto todo el Camp Nou, por despoblado que estuviera y porque lo ha visto todo el mundo por televisión. La casualidad ha querido que en la siguiente jugada el Barcelona se adelantase en el marcador, lo que ha propiciado que Iñigo Martínez se fuera a hablar con el árbitro, que de forma despiadada, como si estuviera deseando hacerlo, expulsó con roja directa a Iñigo Martínez. Si la expulsión es justa o injusta lo sabremos con el acta, pero da igual. Eso no cambia nada.

Porque todo se cae por su propio peso y en la injusticia siempre sale perdiendo la Real. En la otra semifinal, la que han disputado Real Madrid y Atlético de Madrid ha habido incontables acciones barriobajeras, provocaciones, agresiones, insultos. Sobrados motivos para que las tarjetas amarillas hubieran volado, incluso las rojas y las sanciones que podrían llegar hasta la final. Y sin embargo ha habido menos amonestaciones ahí que en el partido de la Real. Con Diego Costa, Godín y Raúl García por un lado y Sergio Ramos, Pepe y Arbeloa por el otro protagonizando continuas macarradas, apenas tres tarjetas amarillas. Sólo la Real ha visto más en un partido jugado en el Camp Nou con la nobleza habitual de este equipo. El premio a que Vela intente seguir jugando y no se deje caer ante Mascherarno es nulo. Provocar, protestar (como hoy, por ejemplo, lo ha hecho el Barcelona en repetidas ocasiones, rodeando tres y cuatro futbolistas al árbitro, por ejemplo cuando perdonó una clara amarilla a Gaztañaga) y el antifútbol tienen premio. La Real no sabe jugar a eso. Y por eso es más fácil romper sus sueños que los de otros equipos.

No seré yo quien hable de villaratos, conspiraciones y demás cortinas de humo que se ha sacado de la manga la prensa al servicio de los poderosos, ni siquiera de lo fácil que es arbitrar a la Real, que hoy sufre un expolio en el Camp Nou para que seguro se destaque como jugada clave el gol en propia puerta de la misma forma que en el Vicente Calderón el domingo hubo tres jugadas de penalti analizables que no formaron parte de ningún análisis. Pero como decía esta semana Iturralde, ese que incluso antes de estar oficialmente retirado se puso la camiseta del Athletic en la grada, los árbitros son humanos. Eso quiere decir que se pueden equivocar, por supuesto. Pero también que cuando se equivocan muy frecuentemente hacia un lado es que no se trata de un error. González González ha protagonizado más de un atropello ante la Real, ya desde que militaba en Segunda División, donde, por ejemplo, no tuvo la mínima dignidad de señalar falta o de parar el juego cuando a Díaz de Cero le rompieron la pierna en una durísima entrada del portero del Eibar. A partir de ahí, la hemeroteca está para saber si González González ha sido un juez ecuánime y justo con la Real. Mi veredicto es que no. Y él sabrá los motivos, desde fuera no se pueden prejuzgar.

Hasta que González González decidió cambiar el rumbo del partido y destruir el sueño de la Real, lo cierto es que había un triunfador claro en el partido: Jagoba Arrasate. Podrá gustar más o menos lo que hace, o acercarse a lo que haría el entrenador que todos y cada de los aficionados y periodistas que seguimos el fútbol tenemos dentro. Pero lo que es innegable es que es valiente y decidido y muere con sus ideas, por impopulares que sean. Es el único entrenador de la Real que en los últimos años ha conseguido hacer funcionar una defensa de cinco. Eso es lo que plantó en el Camp Nou. Y eso es lo que desquició con bastante acierto al Barcelona durante 43 minutos. La idea era que Mikel González, Ansotegi e Iñigo Martínez, con Zaldua y José Ángel en las bandas, Gaztañaga por delante de ellos, y Elustondo y Zurutuza un paso más lejos de Zubikarai, fueran capaces de contener al Barcelona para que Vela y Griezmann se jugaran con su categoría las pocas opciones que tendría la Real frente a Pinto. Dos del Sanse, el discutido Elustondo y el falto de forma Zurutuza. Y así, en el minuto 3, Vela ganó la pelea a Mascherano y cedió el balón a Griezmann para que lo estrellara en el cuerpo del meta blaugrana. Menuda declaración de intenciones.

Y eso que Arrasate tiene que lidiar con mil y un infortunios. Para un día que decide jugar con tres centrales, se lesiona uno. Iñigo Martínez recibió un golpe fortuito de Pedro en el costado y, aunque hizo lo imposible por aguantar en el partido, tuvo que dejar su sitio a Carlos Martínez, improvisado central. A partir de ahí, e incluso con el cambio, el esquema defensivo de la Real se ejecutó con sublime brillantez. Los once jugadores de la Real hicieron exactamente lo que les había mandado Arrasate. Las líneas se cerraban magníficamente, los hombres basculaban a la perfección. Y el Barcelona, aunque entendía que la mejor manera de hincarle el diente a la defensa realista era por las bandas y las buscaba con ahínco, apenas encontraba huecos. Las pocas veces que sí conseguía rematar, Zubikarai se mostró como un excepcional guardameta, que ha ido creciendo oportunidad a oportunidad. Se puede discutir que juegue la Copa por delante de Bravo, por supuesto. Pero sus actuaciones no forman parte de la ecuación. La Real no ha perdido ni ha encajado dos goles por estar él en el campo. Al contrario, ha evitado alguno más.

Las contras realistas, además, ponían el partido en una situación muy interesante para los intereses de la Real, porque en poco más de media hora ya se habían conseguido sendas tarjetas amarillas para Busquets y Mascheron, dos de los tres jugadores encargados de frenar los ataques de Vela y Griezmann, lo que llevaba el partido a una posible superioridad numérica realista a poco que sus atacantes forzaran la máquina con acierto. Por supuesto, el Barcelona tuvo ocasiones de gol. Sólo faltaba. Pero la más clara fue una falta que Messi estampó en el larguero, no por el juego o por el cerrojo realista, y el primer gol llegó en un córner y con un culpable al que señalar. Elustondo se queda enganchado en el palo y rompe la posición de fuera de juego de Busquets, que marcó a placer. Como se ha comentado, ese gol llega en la jugada posterior al clamoroso penalti sobre Vela, da pie a la expulsión de Iñigo Martínez y todo ello cuando quedaba un minuto para llegar al descanso. González González había destruido el partido, dejando muy pocas opciones a una Real que, por fin, había conseguido disputar un partido en un campo grande sin verse goleada desde los primeros minutos.

Con diez jugadores sobre el césped, Arrasate reestructuró el equipo. Volvió a formar una defensa de cuatro, e incrustó a uno de los dos atacantes en la segunda línea defensiva, normalmente Griezmann aunque hubo alguna rotación con Vela. Y lo cierto es que, incluso con inferioridad, el esquema defensivo de la Real siguió siendo mucho más efectivo que el ofensivo del Barcelona. Antes de la decisiva mediación del árbitro, Arrasate ganó en la pizarra a Martino de la misma forma que los Ansotegi, Carlos Martínez y compañía vencieron a Messi, Alexis y los suyos. Pírrica victoria viendo el marcador y el futuro de la eliminatoria, pero es importante destacarlo. Porque la Real le ha puesto un corazón enorme al partido que ha acompañado con un grado de concentración excepcional, como no había visto el Camp Nou en el conjunto txuri urdin ni con Lasarte ni con Montanier como técnicos, ni mucho menos en el partido jugado en Barcelona en la presente Liga.

Pero el partido, y quién sabe si también la eliminatoria, se terminó de marchar al cuarto de hora de la segunda mitad. Y nuevamente hay que mirar a Elustondo, aún con más claridad en este segundo tanto. Salvo el error en el fuera de juego del primer gol blaugrana, no estaba haciendo un mal partido. No era una nota discordante en el sensacional esfuerzo del equipo. Pero el segundo gol es un mazazo que dice demasiado. Alexis remató al palo, Elustondo estaba completamente solo para despejar el balón en cualquier dirección, sin que hubiera un solo jugador blaugrana atosigándole. Y tomó la peor de las decisiones. De forma incomprensible, cruzó el balón hacia el área realista, estampándolo contra Zubikarai cuando éste estaba levantándose y firmando así el más amargo gol en propia puerta que se recuerda. Ni el Barcelona lo estaba mereciendo por su fútbol, ni el trabajo de la Real hacía pensar que estuviera cerca ese 2-0, más allá del hecho de estar defendiendo con diez. Pero llegó de la forma más cruel posible. Un Barça con superioridad sólo pudo marcar gol a una Real cargada de ilusión pese a los contratiempos a balón parado y en propia puerta. Eso dice mucho de la ejecución táctica del equipo txuri urdin en el Camp Nou.

La Real había fiado sus opciones de marcar un gol a una genialidad que no llegó a producirse. En una desigual pelea contra molinos de viento, Vela y Griezmann, como después Canales (que jugó sus primeros minutos con la camiseta de la Real) y Seferovic no llegaron a inquietar más la portería de Pinto, que vivió una segunda parte plácida. El dúo ofensivo que había planteado Arrasate tenía la capacidad de generar peligro y se vio en los primeros 45 minutos. Pero el nuevo partido que creó González González con su prevaricadora decisión de no señalar el penalti sobre Vela y no dejar al Barcelona con un jugador menos redujo esas opciones a lo quimérico. El único objetivo posible con diez jugadores, más allá del milagro de cazar así una contra, era que el partido terminara con el menor número de goles del Barça. Fueron dos y pudieron ser más, pero tampoco hubo que soportar un vendaval blaugrana. Quizá los jugadores culés también eran conscientes de que el que jugaron no era el partido que tenía que estar jugándose y no hicieron más sangre.

Con todo, el 2-0 deja la eliminatoria muy encarrilada para el Barcelona. Aunque el equipo blaugrana no conoce la victoria en Anoeta desde que la Real regresó a Primera División, siempre ha marcado, lo que obligaría a la Real a anotar como mínimo cuatro goles si quiere acceder a la final de la Copa, algo que tampoco ha hecho contra el Barça en estos últimos cuatro años. González González, el partido que ha creado y el marcador sobrevenido a esas circunstancias redujeron muchísimo las opciones de la Real, que necesitará una absoluta machada para ganar la eliminatoria. ¿Imposible? Nada es imposible, y más si la Real exhibe en Anoeta dentro de una semana el mismo corazón que ha mostrado en el Camp Nou en un esfuerzo titánico y sin premio. Pero harán falta más cosas. Por ejemplo, que si Mascherano agarra a Vela dentro del área, se pite el maldito penalti. Porque de lo contrario, quien quiera pensar en fantasmas y en lo bonita que será para los defensores de este fútbol viciado una final entre Real Madrid y Barcelona, tendrá vía libre para pensar tan mal como quiera.

1 comentario:

Antonio R. dijo...

Una lástima. Antes de leer tu crónica, pondré lo que sentí ayer. Lo que me pareció el partido. Buena primera parte, donde la Real hacía el juego que quería hacer. Pero claro, no marcó y eso en el Camp Nou es fundamental porque el Barca marcará seguro. Si tienes una, debe ir dentro. Aparte de la mala suerte de la lesión de Mikel.

Lo que está claro es que el árbitro no va a regalar nada y que evidentemente va a ir con el grande. Eso lo deben de tener claro los jugadores, que parece mentira. Por eso, lo de Íñigo, es para que se lo vea detenidamente, porque echa por tierra todo el trabajo de un equipo.

El segundo gol también es mala suerte, aparte de culpa de un jugador, a que la 1º División le viene grande.

Al menos no hubo goleada, y la eliminatoria no está perdida, aunque muy difícil. El hecho de no marcar en campo contrario lo pone difícil porque el Barca no bebe marcar en Anoeta y eso será complicado que no ocurra.

Un saludo.