Así paró Bravo el penalti y salvó un punto. |
El once que puso en liza Arrasate presentó cinco cambios. Cadamuro entró por Iñigo Martínez, De la Bella por José Ángel, Zurutuza por Pardo, Vela por Chory y Seferovic por Agirretxe. Si eso no es una revolución, y aunque el entrenador dijo que no la habría, no sé qué puede serlo. Y a pesar de tantas modificaciones, el resultado táctico fue magnífico, tanto por los jugadores como por su disposición. La Real no había conseguido presionar tan arriba y con tanta efectividad en lo que llevamos de temporada como lo hizo hoy en el Nuevo Zorilla. Pese a algunos titubeos en la retaguardia, sin duda achacables a la ausencia de Iñigo y a que Cadamuro no termina de convertirse en un recambio eficaz y que se tradujeron en un gol bien anulado al Valladolid y un par de paradas iniciales de un Bravo ya sensacional (la primera de ellas, muy buena), el buen planteamiento se tradujo en que controló casi a la perfección a los locales. La primera ocasión, de hecho, la tuvo en sus pies Vela, que lanzó un magnífico disparo desde fuera del área que se marchó lamiendo el larguero y sin que Mariño tuviera opción alguna de llegar.
Con esa jugada, el mexicano demostró que había comprendido el motivo de la leve pitada de Anoeta y su suplencia del otro día ante el Almería. Vela ha vuelto, y eso, al margen del resultado, es una magnífica noticia, porque se hartó de provocar faltas y tarjetas, de girarse y encarar, incluso de buscar el gol desde lejos. Y fue quien dio a Griezmann, magnífica la conexión entre ambos durante todo el partido, la pared que el francés acabó convirtiendo en el 0-1, en el minuto 16. A renglón seguido, el francés, que está ahora mismo en un espléndido estado de forma, se internó en el área y pudo ser empujado por la espalda. Mateu Lahoz, un árbitro de los peligrosos porque convierte el no pitar en un arte... salvo cuando quiere, no sólo no señaló nada (que sí se ve señalado en otros partidos de esta misma jornada) sino que acabó abroncando al realista. Luego entró en su juego habitual, el de perdonar faltas y tarjetas, lo que acabó redundando en que otro árbitro podría haber dejado al Valladolid con diez jugadores con relativa facilidad, sobre todo en los mejores minutos realistas de la segunda parte.
En la primera parte fue la efectividad lo que decidió el marcador, puesto que no fueron muchas las llegadas de peligro en ninguna de las dos áreas. Bravo paró las del Valladolid y la Real convirtió la mejor de las suyas. Zurutuza controló el partido a su antojo y permitió que las sensaciones fueran muy favorables a la Real, incluso sin pensar en un marcador que ya indicaba ventaja. Bravo sólo vivió cierta inquietud con un disparo de Ebert desde fuera del área con una parábola que le hacía alejarse de su bien cubierta portería. Griezmann trató de romper la maldición de la Real en las faltas, pero la colocación de la barrera dejó mucho que desear y el disparo fue repelido por la muralla pucelana. La seriedad de la Real en ese primer acto le bastó para marcharse a los vestuarios ganando y con una sensación de fútbol creciente. La segunda parte comenzó de forma algo distinta porque el Valladolid se lanzó a por el empate e hizo que el juego se abriera mucho en las dos direcciones. Y pudo haber marcado en una sensacional jugada que culminó Javi Guerra para que Bravo se luciera en la parada.
Pero como en la primera mitad, fue la Real la que trató de golpear primero, con una buena jugada de Griezmann que culminó Vela para que Peña taponara su disparo y provocara el córner (al botarlo, por cierto, Griezmann se resbaló, en la acción tonta del partido). Y a continuación de la mencionada parada de Bravo, Griezmann hizo el 0-2. Un centro de Seferovic desde la izquierda, en uno de los poquitos balones que pudo jugar con cierta claridad, trató de controlarlo Rueda dentro del área. Lo que hizo, en realidad, fue una dejada perfecta para que el francés, entrando con velocidad desde atrás, marcara a placer y con Mariño descolocado. El 0-2 llegó en el minuto 53 y el partido se puso tan de cara para la Real que en esos minutos debió golear. Como hace cuatro días, a Griezmann se le escapó el hat trick por un mal control cuando encaraba solo al guardameta rival y varias salidas a la contra de Vela, Griezmann o Seferovic se fueron perdiendo en el limbo cuando debieron suponer el 0-3. Hasta Xabi Prieto, mal partido el suyo, pareció recuperar sensaciones, pero eso fue algo parecido a un espejismo.
Arrasate volvió a reincidir en uno de los defectos que la Real arrastra desde los tiempos de Montanier, y es que los cambios llegan demasiado tarde. Es ya evidente que al técnico txuri urdin le gusta apostar por un once durante el mayor número de minutos posible. Su primer cambio no llegó hasta el minuto 70, cuando retiró a un muy enfadado Seferovic, que no contribuyó con su actuación a generar empatía por su cabreo, para dar entrada a Agirretxe. Y prácticamente la primera acción del delantero fue un magnífico disparo al que respondió Mariño de forma excepcional con un paradón antológico abajo, donde le duele a los guardameta. Esa jugada llegó en el minuto 74. Entonces, con o sin cambios, acertando o no con los escogidos, el partido estaba absolutamente controlado por la Real. Tirando de tópico, era uno de esos días en los que el 0-3 estaba mucho más cercano que el 1-2. Pero casi a renglón seguido, en el 76, la Real encajó ese primer gol del Valladolid, en un centro mal defendido desde la derecha que Larsson remató bien, picado, y sin dar opciones a Bravo. Esa jugada, aislada, llevó a la Real a un estado de confusión que nada tenía que ver con los 75 minutos anteriores.
Las caras de los realistas evidenciaban entonces un nerviosismo para el que no había tantos motivos. Aún siendo tarde por el minuto de juego en el que se encontraba el choque, Arrasate reaccionó con rapidez y al 1-2 replicó con un cambio para tener más el balón: Pardo por Griezmann. Obviamente, el relevo no tuvo efectividad alguna porque en la jugada siguiente el Valladolid anotó el empate, pero ese cambio tampoco tuvo incidencia alguna en el gol encajado. Sí fue una muestra, en cambio, de actitudes preocupantes. La Real tiene a veces la costumbre de convertirse en un flan en defensa y el 1-2 despertó todos los miedos, derivados de esa otra costumbre txuri urdin de no matar partidos en los que el viento sopla a favor. Y aunque el gol es un error colectivo, se puede personificar sin que se entienda como una culpabilización directa. Markel rompe el fuera de juego de Larsson. Va al choque y, de repente, se queda parado, permitiendo su pase cómodo. Comienza a correr y cuando recibe Javi Guerra, se vuelve a parar, permitiendo que el delantero amague a Bravo y le coloque un balón imposible. Todo eso, en un instante.
Con el empate a dos, las sensaciones cambiaron por completo y era el Valladolid el equipo crecido y con el control del partido. Pudo ganar, porque en el minuto 90 Mikel González cometió un penalti clarísimo, frenando con el codo un disparo a puerta. Y tuvo que ver la tarjeta roja, no la amarilla que le mostró Mateu Lahoz (con el que siempre parece lícito pensar que pita a veces por mala conciencia), porque probablemente impidió un gol. La catástrofe que se mascaba la impidió un imperial Claudio Bravo, que se lanzó con seguridad hacia su derecha para impedir que se fueran los tres puntos que el equipo txuri urdin tenía amarrados con comodidad sólo quince minutos antes. Con esta actuación y con la de Old Trafford, el chileno destierra una fase más irregular y vuelve a convertirse en uno de los pilares indispensables de este equipo.
Así terminó un partido loco en su cuarto de hora final, en el que la Real sumó un punto que debieron ser tres y pudo no ser ninguno. Muchos se rasgarán las vestiduras, y con parte de razón, por haber desperdiciado un 0-2, pero resulta que el Valladolid remontó este mismo resultado hace un par de jornadas ante el Sevilla. Igual que muchos restaron valor al 3-0 logrado hace unos días ante un Almería, que hoy ha ganado en Mestalla por 1-2, el mismo resultado que consiguió la Real en ese mismo campo. Y esta Real a la que tan fácilmente, y muchas veces con razón, le estamos sacando pegas, tiene un punto más a estas alturas que la de la temporada pasada que acabó alcanzando la cuarta posición. Es cierto que hoy Arrasate podría haber hecho los cambios antes, sin duda. Y que puede que eso hubiera frenado la reacción de los locales, o incluso garantizaba un 0-3 que, de todos modos, se pudo conseguir en varias ocasiones antes y después de que el técnico moviera ficha. Pero lo que hoy provocó el empate fue la remontada del Valladolid y los nervios que eso provocó. Aún con todo, siete de los últimos nueve puntos. Ahora, el Osasuna.
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