Hay veces que ganar es inevitable y hoy era uno de esos días. Era inevitable que la Real superara al Mallorca en primer lugar porque es mejor equipo, y fue mejor contra once y después contra diez. Además, porque su estado de ánimo, eso que tanto partidos gana en el fútbol y a veces tan poco se valora, es muy superior al del Mallorca. Y tercero porque hoy el árbitro colaboró, dentro de un arbitraje calamitoso que también tuvo jugadas perjudiciales para la Real, al regalarle la sexta superioridad consecutiva, que coloca al equipo txuri urdin como poseedor de un inusual récord por el que tan pocos habríamos apostado los que tantas tomaduras de pelo arbitrales hemos visto contra este equipo. Caparrós tiene motivos para estar sumamente cabreado con este peligro llamado Teixeira Vitienes que hoy ha decantado la balanza aún con mayor claridad a favor de una Real que, ojo, manifiesta serios problemas de ritmo e intensidad para ganar partidos y sufre cuando está en superioridad, aunque el marcador de hoy enmascare los defectos. Y aún así está de lleno, se crea o no, en la lucha por la Champions. No por Europa. Por la Champions.
Montanier apostó por el once más previsible, con Elustondo como central junto a Iñigo Martínez y a Vela como falso nueve. Y el juego de la Real fue, también, el previsto. Ya no quedan dudas de que el equipo txuri urdin apuesta por jugar a este ritmo, independientemente de lo que le pida el partido. Y así se corre el peligro de confundir la tranquilidad con la parsimonia. Cuando el partido se mantuvo once contra once, el choque estaba muy controlado por la Real. Si los equipos de Caparrós se caracterizan por morder en la presión, parece evidente que este Mallorca está sumido en una enorme depresión, la que le ha llevado a cosechar cuatro derrotas seguidas y ocupar la penúltima posición de la tabla, porque apenas discutió el balón a los realistas en el centro del campo. De esa forma, y aunque, insisto, el ritmo de la Real resultó muy discutible, el balón llegaba con cierta frecuencia a la frontera del área de Calatayud, un portero que forma parte de la historia negra de la Real desde que pisoteó aquel punto de penalti antes de que Savio fallara y Anoeta llorara.
Vela prácticamente monopolizó las ocasiones de gol de la Real en la primera media hora. Los cuatro atacantes de la Real cambiaban constantemente sus posiciones, pero, en realidad, eso no es lo que le estaba abriendo las posibilidades de marcar. Hay más de inercia en esas situaciones que de plan elaborado, pero en Anoeta parece estar funcionando para crear las suficientes oportunidades como para adelantarse en el marcardor. Lo mejor de la primera media hora es que Bravo no tuvo que hacer absolutamente nada para conseguir que el equipo txuri urdin mantuviera la puerta a cero. O que Elustondo apenas tuviera que tocar el balón para recordar a la parroquia que estaba jugando de central. Y entonces apareció Teixeira Vitienes para cambiar el partido. Lo primero que hizo fue convertir un codazo de Nunes a Iñigo Martínez dentro del área en una falta en ataque del defensor realista, que se llevó la magulladura del golpe y la infracción en contra (en la segunda parte, José Ángel se llevó otro en una internada en el área que también podría discutirse). Después, en el minuto 25, sacó justamente la tarjeta amarilla a Javi Márquez por cortar alevosamente un contragolpe de Chory Castro. Y sólo cuatro minutos después la lió.
Pardo metió un pase vertical que el propio Márquez cortó con el muslo. El balón rebotó y es posible que rozara su brazo derecho. Que Teixeira Vitienes pitara falta ya parecía un gran error. Que además sacara tarjeta amarilla, siendo la segunda de Márquez, fue todo un expolio. La Real se convirtió así en el primer equipo en toda la historia de la Liga en jugar seis partidos consecutivos contra diez jugadores por la expulsión de un rival. Quién lo iba a decir, con lo que hemos visto en los últimos años. Era el minuto 29. Diez después sacó tarjeta amarilla a José Ángel, por una mano que tampoco lo pareció, pues rebañó el balón con el cuerpo, rebotó en la pierna de un jugador mallorquinista y es entonces cuando le dio en la mano. Pero en la última acción de la primera parte sí cometió José Ángel una imprudencia temeraria, controlando un balón con el brazo abierto... que Teixeira Vitienes ni siquiera señaló como falta. Caparrós y sus jugadores se desesperaban con razón, pues era la única tarjeta por mano clara y fue la única que no sacó. En ese momento del partido, José Ángel tendría que haber sido expulsado.
¿Y de fútbol que tal? Escasos, en realidad. El dominio realista en el centro del campo se acentuó aún más todavía contra diez jugadores del Mallorca, pero arriba apenas se generaba peligro, lo que abundaba en la idea de que a la Real le cuesta más de lo entendible jugar ante equipos cerrados. Hay insistencia, voluntad y corazón, pero sigo viendo a este equipo desprovisto de un plan de ataque definido, por no hablar ya de cambios preparados en Zubieta cuando las circunstancias del partido cambian. Tanto fue así que en el cuarto de hora final de la primera mitad fue cuando la Real ni siquiera puso en peligro la portería de Calatayud, con un Griezmann tan fallón como en los últimos partidos y un Xabi Prieto que sólo generaba peligro cuanto más a la banda se acercaba y al que la movilidad de Vela convertía con demasiada frecuencia en el hombre más adelantado. Chory y Vela parecían entender algo mejor el partido. Sobra decir que Montanier no realizó cambio alguno en el descanso. Es verdad que el partido era de los que parece que son cuestión de tiempo, pero la Real venía de pensar lo mismo en Vigo y no aprovechar toda una segunda parte contra diez.
La Real, por tanto, apostó por seguir con el mismo plan y jugar el mismo partido que en la primera mitad. Sin embargo, tras el descanso hubo una ligera variación, y es que el mando que Pardo e Illarra ejercieron en el centro del campo fue absoluto y, gracias a ellos, se buscó algo más la entrada por el centro que por las bandas. Tanto da que el primero falle algunos pocos pases arriesgados si con su juego es capaz de activar la marcha de más que necesita el equipo. Y la soberbia inteligencia del segundo para cortar casi todos los ingenuos ataques mallorquinistas encontró el despliegue ofensivo necesario en la inferioridad numérica. Ellos son los que decantaron definitivamente el partido y convirtieron el interminable desperdicio de minutos en los que Montanier no mueve ficha en una oportunidad para matar el partido con lo que había en el campo. Porque hasta ese momento la Real se había hartado de centrar balones desde las bandas (enorme, como casi siempre, Carlos Martínez; muy nervioso y algo fallón José Ángel, que no terminó de aprovechar la oportunidad como le hubiera gustado y además se expuso a una tarjeta roja).
Ojo a la forma en la que llega el gol que abrió la lata, con Griezmann moviéndose por la mediapunta, donde no juega con asiduidad desde hace algunos meses y donde muchos le seguimos viendo, y con Vela entrando como una bala desde atrás, no desde la posición de nueve en la que le colocó hoy Montanier y en la que pierde influencia. El taconazo del francés fue el lanzamiento perfecto para la carrera del mexicano, que disparó cruzado. Calatayud despejó y Chory Castro, entrando con fuerza desde la frontal, colocó el balón en la escuadra. No lo celebró, pero no hacía falta. Ese gol daba tres puntos y probablemente todo el mundo lo sabía en Anoeta. Sólo hubo un intento del Mallorca, y no puede extrañar que llegara aprovechando otro de los talones de aquiles de la Real, las jugadas de estrategia. Nunes, probablemente en falta, consiguió rematar de cabeza un saque de esquina, pero Bravo, en su única intervención de la noche, estuvo muy seguro blocando el balón junto a la línea de gol. Ahí murió el partido para el Mallorca, porque apenas cuatro minutos después llegó el 2-0 para la Real, en un maravilloso pase interior de Pardo que Vela convirtió en gol con su habitual maestría en el disparo.
Los últimos veinte minutos fueron un carrusel de ocasiones de gol, motivadas ya por el hecho de que el Mallorca bajó los brazos por su inferioridad numérica y la más que segura derrota. Illarra pudo coronar su partidazo con un gran disparo desde fuera del área, pero Calatayud sacó el balón a córner. Agirretxe, al que Montanier dio quince minutos, pudo marcar en dos ocasiones, y el falló en la primera de ellas fue clamoroso, pero hizo un trabajo espléndido. No es Kovacevic, pero es muy, muy aprovechable. Y lo demostró sirviendo un gran balón, peleado por él mismo, para que Ifrán, que tuvo diez minutos, hiciera el tercero del partido y su segundo de la Liga. Sigo convencido de que son dos delanteros más que aprovechables y que, con una gestión adecuada de rachas y minutos, pueden darle mucho a la Real en lo que queda de temporada. Veremos si el buen final de partido que han hecho ambos sirve para que Montanier les dé oportunidades más aprovechables. Y, así, un partido de tonos más grises que festivos acabó en una goleada rotunda y merecida, mediatizada eso sí por la actuación arbitral.
La Real está en la octava posición con 33 puntos. Está a tres de la Champions. Ver jugar a sus mejores hombres tendría que llevarnos a todos a pensar que el objetivo no puede ser otro. Un objetivo bien entendido. La Real no está obligada a acabar cuarta, pero sí tiene el potencial suficiente para pelear por ello. Si no hubiera bajado los brazos y se hubiera considerado menos equipo de lo que es en el Bernabéu, hoy dormiría en la cuarta posición y a seis puntos de un Real Madrid que todavía tiene que visitar Anoeta. Ahora toca decidir si eso produce vértigo o ilusión, pero yo no entendería un planteamiento defensivo en Zaragoza o que a priori se viera el empate como un buen resultado. Y es que, aun con las dudas en la gestión de muchos jugadores, aún con el rimo parsimonioso que exhibe el equipo, aún con los evidentes errores de lectura de los encuentros y aún con la falta de ambición que ha tenido este equipo en tantos momentos de la temporada, Europa está a dos puntos y el premio gordo a tres. Ser ambiciosos es ya una obligación.
1 comentario:
Javi, estoy muy de acuerdo con muchas de las cosas que dices, sobre todo con la posición de Xabi Prieto. A mí me gusta que los laterales centren, pero se les carga demasiado de esa responsabilidad cuando tenemos jugadores en los extremos que pueden meter más balones peligrosos.
Publicar un comentario