Aunque nos parezca ciencia ficción, hay partidos que se ganan con la pizarra. La Real de Montanier no ha ganado ningún partido así ni en esta ni en la pasada temporada, por lo que debemos entenderlo como un rasgo de su trabajo. Y hoy el Levante de Juan Ignacio Martínez ha dado una nueva lección táctica al técnico francés. Otra vez, el entrenador rival ha entendido que el partido se podía salvar con sus decisiones, por su signo y por su momento. Montanier, no. Su Real se ha equivocado en casi todo, y en realidad casi desde el principio aunque la octava expulsión consecutiva de un jugador rival ha agudizado esa sensación. Sin una marcha más, sin jugadas ensayadas a balón parado, sin valentía en los cambios y, aunque parezca mentira teniendo la experiencia de las últimas jornadas, jugando mucho peor contra diez que contra once jugadores del Levante. Al menos la expulsión sirvió para que se disiparan las sensaciones de que se podía repetir el 2-1 favorable al equipo valenciano y se salvó el empate. Y así seguimos alabando rachas sin perder cuando éste es un equipo que tendría que estar pensado para ganar. Conformismo y falta de ideas. Eso es lo que demostró hoy la Real.
El partido se empezó a marchar desde el inicio por cuestiones muy concretas que, por desgracia, sólo se señalan si el equipo no gana. El Levante venía de jugar un partido de Europa League el pasado jueves. ¿Metió la Real el ritmo necesario al partido como para que eso fuera decisivo? No. El conjunto de Martínez presionaba sólo con sus dos delanteros. ¿Qué hizo Montanier para contrarrestarlo? Colocar a Markel Bergara antes que a Rubén Pardo. No hace falta decir cuál de los dos jugadores tiene más calidad y más salida de balón, cualidades que se perdieron en el limbo. La decisión de Montanier se califica sola asumiendo además que se esperaba un partido con alta posesión txuri udin. Vela dijo dos días atrás que no es un nueve. ¿Y qué decidió el técnico francés? Colocarle en esa posición, sentando una vez más a un goleador de la jornada pasada, Agirretxe, y restando opciones a todos los atacantes que sacrificaron sus mejores cualidades para obtener la tan cacareada movilidad. ¿Que esperamos un partido cerrado que se pueda solucionar a balón parado? Pues se sacan doce córners y un buen puñado de faltas laterales sin crear peligro alguno tardando en colocar a ese nueve.
La alta posesión de balón que se esperaba se vio ya desde el inicio. El Levante esperaba atrás y buscaba contras. La buena noticia es que las pocas que concedió la Real, fundamentalmente por pérdidas de balón de Iñigo Martínez (alguna también de un Markel que sigue abusando del juego hacia atrás), no terminaron de concretarse. Y como el juego estaba algo insulso, mucho más de lo que pudiera parecer a simple vista, el protagonismo lo adquirió el árbitro. Y Vela, que volvió a jugar un papel decisivo en el devenir del partido a pesar de estar algo desconectado del juego. En el minuto 16 forzó un penalti de Karabelas cruzándose delante del jugador levantinista nada más entrar en el área. Como poco dudoso, a mí no me pareció penalti porque creo que el mexicano hace mucho más por provocar la falta que su defensor, que además vio la tarjeta amarilla. Decisivo, en todo caso, porque además fue el propio Vela el que convirtió el penalti con una sangre fría espectacular, esperando a que Navas cayera a un lado para colocar el balón suavemente en el otro.
El gol era mucho más importante de lo que parecía, porque suponía toda una alfombra roja para que la Real decidiera el partido a placer y sin necesidad de prestar tanta atención al contragolpe de un Levante que se desarrollaría más a gusto con empate que perdiendo. Pero no. La Real, como suele hacer, dejó pasar los minutos confiando en que su oportunidad llegaría. No llegó. Y poco más de diez minutos después lo que sí llegó fue el jarro de agua fría, en forma de penalti. Chory Castro persiguió a Lell hasta el interior del área y le derribó por la espalda. El jugador levantinista fue tan inteligente como Vela diez minutos antes, pero esta infracción pareció más clara que la que favoreció a la Real. Michel colocó el balón raso y junto al palo, impidiendo que la gran estirada de Bravo le valiera para detener el lanzamiento. Curiosamente, fue con el empate cuando la Real se volcó sobre la portería rival y en esos minutos antes del descanso sí pudo adelantarse en el marcador. Carlos Martínez puso un magnífico centro con la zurda que Vela remató de cabeza a las manos del portero, Griezmann disparó desde lejos para el despeje de Navas y Vela colocó un centro muy similar al de Charly minutos antes al que Griezmann no llegó con claridad por centímetros.
Después de dejar pasar muchos minutos sin probar a un portero poco acostumbrado a jugar (poquísimos tiros desde fuera y muchos centros... sin delantero que los rematara), en esos instantes finales de la primera parte sí mereció el gol la Real. Fueron los únicos en los que se advirtió la superioridad que se esperaba. Hernández Hernández aprovechó esos minutos para decidir que dos penaltis habían sido suficientes, y se hizo el sueco ante un clarísimo agarrón dentro del área a Chory Castro. Como la Real no aprovechó su momento, Juan Ignacio Martínez comenzó a urdir su plan. Cambio en del descanso. Porque, aunque la Real no lo sepa con su actual entrenador, se pueden hacer, aunque sean obligados por lesión, y permiten movimientos que el equipo txuri urdin no busca porque deja pasar minutos sin más. Los primeros instantes de la segunda parte fueron del Levante y las sensaciones eran muy similares a las de la primera vuelta. Mucho. El disparo al larguero de Michel, y pareció que Bravo tocó levemente ese balón, fue el aviso más claro.
Y aquí de nuevo el colegiado entró en juego. Mostró la segunda tarjeta amarilla a Karabelas, clarísima, por una dura entrada a Chory Castro. Por octava jornada consecutiva, la Real jugaba contra diez por expulsión de un rival. Increíble. Y la lección táctica de Martínez continuó para contrarrestar esa inferioridad. La roja fue en el 57, y dos minutos después el entrenador rival hizo un cambio, quitó a Pedro Ríos y colocó a Juanfran. La consigna, clarísima, una defensa rocosa con balones largos para que los pelearan Valdo y Martins. Justo en esos instantes, fue de nuevo el Levante el equipo que provocó peligro y Bravo quien lo solventó. Montanier dejó pasar todavía cinco minutos más, casi diez después de la roja, antes de reaccionar. Porque no es su fuerte la lectura de los partidos, eso es más que evidente. Al menos, el cambio fue acertado, aunque quizá llegó muy tarde porque el Levante ya sabía que podía sacar algo de Anoeta y lo defendía con uñas y dientes. Pardo entró por Markel, pero ante el cerrojazo bien planteado del rival, el joven realista no pudo hacer demasiado.
Hasta el minuto 71 no colocó Montanier un delantero sobre el campo. Agirretxe sustituyó a Xabi Prieto. Y hasta el 76 no dio la alternativa a Ifrán en lugar de Chory Castro. La Real mantuvo una defensa de cuatro para defender únicamente a Martins. La decisión valiente no llega nunca. El conjunto txuri urdin no entendió el partido contra diez, no creó superioridades en las bandas, no movió el balón con acierto, no generó espacios ni ocasiones claras de gol. Fue Pardo quien tuvo la más peligrosa, pero no consiguió golpear con acierto la pelota desde dentro del área. Con un delantero centro hubo menos envíos al área que sin él y más disparos lejanos. Y, sobre todo, faltó lo que tantas veces antes ha faltado, una marcha más. El Levante se atrincheró y defendió con mucha comodidad, porque nadie supo dar velocidad al juego. La orden desde el banquillo tampoco llegó. Y casi 40 minutos en superioridad que se fueron al limbo, como sucedió, por ejemplo, en Vigo.
Esta Real de Montanier, por muchos grandes números que presente, que los tiene, sigue dando la sensación de que no va a terminar de despegar. Gana partidos porque tiene un gran equipo, pero no gana aquellos en los que las cosas no salen a la perfección. Y son muchos los equipos que son capaces de ganar así. Hoy el equipo txuri urdin lo tuvo todo a favor y casi todo lo despreció ya desde la alineación con la que comenzó el encuentro, dejando una vez más una sensación de que se escapan ocasiones relativamente sencillas para sumar más puntos. Y, ojo, eso no resta valor a que la Real haya perdido sólo uno de los últimos catorce partidos, que haya sumado ocho expulsiones consecutivas, que tenga tres jugadores entre los diez que más faltas sufren o que apenas Barcelona, Real Madrid y Atlético hayan marcado más goles. Pero sigue dando la sensación de que este equipo tiene un freno de mano que aparece en los momentos más insospechados. Hoy ha sido uno de esos días. Y cuando enfrente hay un entrenador valiente e inteligente, las carencias de la Real se notan mucho más.
1 comentario:
Javi, comparto completamente contigo esa apreciación sobre Pardo. Es algo muy común entre futbolistas que sabe que, de alguna manera, no tienen las mismas oportunidades que otros. A Ifrán o a Llorente les sucedía la temporada pasada, o a José Ángel en esta. Se le pasará con la experiencia, como le ha pasado a Agirretxe, que ya asume con normalidad sus ausencias y da lo que tiene en lo que juegue (que no es tanto como mucha gente cree).
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