El objetivo era cerrar San Mamés como se merecía y ya pueden cerrarlo cuando quieran. El marcador final fue efectivamente eso, el resultado que se merecían unos y otros. Y no necesariamente por los méritos de ambos equipos en el partido de hoy, muy discutibles en muchos terrenos, sino por lo que a día de hoy significa un conjunto y otro. El Athletic está en decadencia en demasiados aspectos. La Real tiene un proyecto de futuro y, sobre todo, de presente, con una sensacional generación de jugadores que comanda un jugadorazo: Illarramendi. Y, además, hoy ha hecho historia, porque cuando se repase el palmarés de los derbis en San Mamés el último nombre que se verá será el de la Real Sociedad. Pero no lo ha logrado con un gran partido. Al contrario. Hay unos cuantos peros que se le pueden poner al equipo hoy, empezando por la dirección técnica de su entrenador desde la pizarra. Sería un error escondernos detrás del marcador para no ver lo que la temporada podría ser ya de absoluto sobresaliente. Pero hoy no había rival en San Mamés y ganó el único equipo que podía ganar. El que debía ganar. El que ha ganado. 1-3. Y a disfrutar.
Olvidémonos por un momento del resultado del partido. Es difícil, porque la euforia es un sentimiento difícil de frenar mirando marcadores y clasificaciones, pero es obligado hacerlo. Obviamente, la Real ganó. Pero eso no quiere decir que el plan saliera bien. La decisión de Montanier de sentar a Vela ha sido la más temeraria que ha tomado en el tiempo que lleva como entrenador de la Real, y eso que lleva unas cuantas, porque suponía dejar fuera de los dos primeros tercios del partido al máximo goleador, al máximo asistente y al jugador que ha forzado cinco de las famosas ocho expulsiones consecutivas de rivales de las que ha disfrutado la Real. ¿Por qué? Para usarle como sentencia en la segunda parte. Eso es mucho más temerario que la persistencia en dejar a Pardo en el banquillo sin que haya explicaciones solventes para ello. ¿Salió bien su plan? No, la verdad es que no, porque fue sin Vela en el campo cuando el partido estuvo mucho más en peligro. Si otras veces ha sido el empuje del Athletic lo que ha castigado a una Real timorata, como en la primera parte de la pasada temporada, en esta ocasión el equipo bilbaíno no demostró nada que le hiciera acreedor a la victoria. Y, sin embargo, se puso por delante.
Sorprendió la poca intensidad con la que arrancó el partido, pero sobre todo por parte del Athletic, un equipo del que, incluso sin fútbol, siempre se ha podido destacar su garra. Pero no se vio mucha. En la Real se notó, y mucho, que no estaba jugando con su mejor once. El mal partido de Markel evidenció, como ha sucedido en otras jornadas, que Illarramendi juega por dos o por tres. Por el espacio que abarcó en el césped, por los balones que robó (los suyos y los que no sumó Markel) y por su intensa participación en el juego. Estuvo sensacional, sobre todo en la segunda parte, pero siempre sostuvo al equipo, incluso en los peores momentos. Y es que eso no bastó para dominar el partido ni para que hubiera una conexión clara entre el centro del campo y los atacantes. Así, Agirretxe se convirtió en una isla que sucumbió ante la enorme cantidad de balones largos que se le enviaron desde atrás. Griezmann con su movilidad se convertía en la mejor posibilidad de hacer algo. Tímidamente, el Athletic comenzó a tener algunas llegadas que Bravo solventó con la categoría habitual. La Real sólo opuso un disparo sin ángulo de Agirretxe que, tras dejarla pasar Raúl, estuvo a punto de convertirse en el 0-1.
Pero, y sin que pareciera que el Athletic fuera gran cosa, es obligado reconocer que la primera media larga de la primera mitad fue suya. Incluso con un par de ocasiones bastante claras para mover el marcador, el área que se rondaba era la de Bravo. Pero es que el chileno es un porterazo y en el minuto 23 hizo un paradón enorme tras un cabezazo de San José. El Athletic cazó y remató absolutamente todos los balones que bombeó al área, aprovechando la enorme debilidad que sigue evidenciando la Real en las jugadas de estrategia (supuestamente trabajadas esta semana en Zubieta), pero su escaso acierto permitió que el marcador no se moviera por esa vía. Pero el gol llegó porque se veía que tenía que llegar en esta tendencia en la que cae esta Real con demasiada frecuencia, la de dejar pasar minutos sin un plan claro. Ibai Gómez enganchó una preciosa volea desde dentro del área, recogiendo un espléndido pase de Aurtenetxe desde la banda izquierda. Quizá el único error severo de una defensa, la txuri urdin, que hizo un gran partido en líneas generales, soberbio en el caso de Iñigo Martínez y más que notable en el de Carlos Martínez.
Fue el momento en el que todo parecía que hacía aguas. Aquel en el que el Athletic de otras temporadas habría aprovechado para destrozar a la Real, incluso a equipos de leyenda como el del subcampeonato, que cayó en San Mamés por 3-0 en su primera derrota tras una primera vuelta inmaculada. Pero se juntaron dos cosas que sonrieron a la Real. La primera, que este Athletic no está para semejantes alegrías y, como gane el Celta en esta jornada, tiene que empezar a mirar con mucho cuidado hacia abajo. Y la segunda, la suerte del campeón. Sí, la suerte del campeón. Ya la conocemos. La vivimos en aquel año del subcampeonato cuando el buen juego no conseguía aparecer. Cuando un equipo coge una buena dinámica, su estado de ánimo, su fe y su buena fortuna suelen aliarse. Llámenlo flor, suerte o fortuna, esta temporada eso también está sucediendo. Y así, en la primera acción digna de mención, apenas cuatro minutos después de que Ibai inagurara el marcador, supuso el empate de la Real. Un pedazo de pase de Chory Castro desde la banda derecha lo encontró Griezmann en el segundo palo para marcar de cabeza y hacer visible una recuperación que, ojalá, le dure ya hasta el final de la temporada.
¿Fue el empate producto del plan de la Real? En absoluto. ¿Había mostrado fútbol como ir empatando en San Mamés? No, hasta ese momento no. Fue el momento clave del partido, sin discusión, porque a partir de ahí comenzó a tener otra cara. Con Carlos Martínez, enorme, despejando tiros del Athletic (y Markel cometiendo temeridades futbolísticamente inexplicables que por suerte no acabaron en un penalti en contra), Griezmann y Chory sacaron sendas tarjetas amarillas a Aurtenetxe y Laporte, aunque esta vez no hubo expulsión que agrandara el récord. La mejor noticia para el equipo txuri urdin al descanso, y esconderlo sería un grave error, fue el resultado. No ir perdiendo era algo fantástico tal y como se desarrollaron los primeros 45 minutos. El plan de reservar a Vela fue un fracaso porque fue en su ausencia cuando se pudo acabar el partido. No se acabó por las deficiencias del Athletic, pero no porque el plan de Momtanier saliera bien. Agirretxe no tuvo la más mínima opción de entrar en juego y el peligro que tuvo la Real partió de su línea de mediapuntas. No es difícil deducir que Vela habría dado juego ahí. Pero el fútbol no es un deporte de justicias o injusticias, sino de resultados, y esto quedará ahogado en el marcador final.
Y el arranque de la segunda mitad no cambió mucho el panorama salvo por un detalle. Aunque pudo costar cara la temeridad de Markel de dar una leve bofetada a Ander Herrera en una jugada en la que sus continuas patadas a Illarra debieron de costarle la tarjeta amarilla, el Athletic ya no llegaba tan fácilmente al área realista. Eso fue minando la poca confianza que ya tenían los de Bielsa. Y el mazazo definitivo fue el 1-2 que llegó después de que ambos entrenadores tiraran a la basura hasta veinte minutos de juego tras la reanudación. Justo después de que el técnico local introdujera en el campo a Muniain y el visitante llamara a Vela, que esperaba en la banda, el Athletic regaló a la Real una falta lateral. Griezmann la lanzó demasiado cerrado pero Raúl, ya muy nervioso antes de esa jugada, dejó escapar un balón en el que solo Agirretxe puso fe. El gol del nueve realista, el sexto de la temporada, viene a ratificar la importancia que tiene en este equipo jugar con un delantero centro. No importa lo desaparecido que pueda estar en un encuentro, aunque como en el de hoy no sea culpa suya, siempre habrá jugadas como ésta de las que sacar petróleo.
Con el 1-2, el partido comenzaba a estar sentenciado, porque fue a partir de ese instante (antes de sacar de centro, Vela sustituyó a Agirretxe) cuando la Real encontró la comodidad más absoluta para que casi todo lo que sucediera desde ahí fuera según los intereses del conjunto txuri urdin. Tocando la pelota como sabe y haciendo que la desesperación del Athletic fuera aún más patente, era evidente que el 1-3 estaba al caer. Y cayó, casualmente, cuando por fin Montanier colocó a Xabi Prieto en la banda derecha. Entró Zurutuza por Chory Castro y el capitán cayó a la banda, controló con maestría un balón, atrajo rivales, sacó la pelota al espacio abierto para Zurutuza y éste le metió un espléndido balón a Vela para que marcar el tercero con un precioso disparo pegado al palo derecho de Raúl. Quedaba un cuarto de hora para el final, y ya sólo los balones a la olla podían poner en peligro la victoria realista. Y, efectivamente, el Athletic aún tuvo tiempo de cazar un par de balones por alto, pero el desacierto de todos sus intentos, incluidos los de un Llorente de nuevo silbado por San Mamés, hizo que el final fuera plácido.
También, por supuesto, que a la Real le faltara la convicción habitual para sellar goleadas históricas cuando se presentan ocasiones para ello, y para replicar el mal perder de jugadores como Raúl, Munian y, sobre todo, Ander Herrera. Hoy la ha tenido pero, como casi siempre, no ha querido hacer sangre. Cierto es que el 1-3 es un resultado magnífico, que se ha logrado remontando el 1-0 que logró el Ahtletic, que es el marcador que cierra San Mamés para siempre. El resultado es reflejo de lo que son los dos equipos y de sus estados de ánimo, pero la Real no ha hecho un partido perfecto en San Mamés. Ha hecho muchas cosas bien, pero se le ha aparecido la virgen tras no presentar, y van muchas veces, la mejor alineación posible, tras permitir que todas las jugadas de estrategia acabaran con remate del Athletic y tras desaprovechar, una vez más, capital propio como el de Pardo (sacarle cinco minutos con el choque resuelto no ayuda en su progresión, se mire como se mire). Pero es un 1-3 en San Mamés y eso hará que muchas cosas se olviden. Que lo haga la afición, pase. Que lo haga el equipo, no. Porque viene el Betis y ganar sería un paso de gigante para el único objetivo posible que tiene que tener este equipo: la Champions. Xabi Prieto ya lo dice. Y es que decir cualquier otra cosa sería engañar.
5 comentarios:
Este partido dejará mal sabor de boca para siempre a los fans del Atletic
Vale, desde luego que sí. Pero me quedo con la visión opuesta, dejará para siempre un gran recuerdo en los de la Real...
Yo tambien quiero que la real llegue a champions. Tu deberias entrenar a la real :)
Yo tambien quiero que la real llegue a champions. Tu deberias entrenar a la real :)
Toni, no me parece descartable. No, je, je, je... Respeto mucho la labor de entrenador. Yo evaluo, pero los técnicos son otros...
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