martes, septiembre 07, 2010

La parte de Lillo

Enfrentarse con el Almería de Juanma Lillo supone echar la vista atrás a un pasado no tan lejano de la Real. Hoy son varios los periódicos guipuzcoanos que publican entrevistas con el ex entrenador txuri urdin y actual técnico del conjunto andaluz, rival realista el próximo lunes. Son entrevistas realmente valiosas. Por lo que dice y por lo que calla. Pero, sobre todo, porque describen a un realista de corazón. Parece que el fútbol sólo se mide por los resultados, y más concretamente por los resultados que queremos en un contexto determinado. Y por eso habrá muchos que emitan un juicio histórico de fracaso sobre Lillo porque su Real no consiguió el objetivo fijado, el ascenso. Sin embargo, para mí el fútbol es más que eso. Claro que vi cosas discutibles y criticables en la Real de Lillo. Claro quería que la Real subiera y eso no se consiguió, claro que ese logro da un plus a la valoración de quienes tuvieron su parte en él. Pero es que para mí Lillo tiene parte de ese ascenso, como todos los que lucharon en Segunda vistiendo la camiseta txuri urdin.

Cuando la Real subió, pensé en escribir estas líneas. En dar a Lillo el reconocimiento que se merece (a Eizmendi y a Coleman también, aunque eso a muchos les suena a sacrilegio aún mayor). Pero, viendo que en Almería había hecho un gran trabajo, decidí dejarlo para cuando los caminos de Lillo y la Real se cruzaran de nuevo. Para mí es de justicia, porque tengo claro que, salvando las distancias entre el papel de un entrenador y un jugador, si nos ponemos a calibrar los méritos de unos y otros en el ascenso que celebramos en junio, los del técnico tolosarra están muy por encima de los de algunos que sí estuvieron en Alderdi Eder el 14 de junio. Siempre he pensado que Coleman nos dijo cómo teníamos que dejar de perder. Que Eizmendi nos explicó que podíamos que ganar. Y que Lillo nos enseñó a competir en las peores circunstancias y a recordar que el escudo que llevábamos sobre el corazón valía mucho más de lo que otros nos habían dicho en años precedentes. A veces en el entorno de la Real recelamos de lo de fuera. Pero al mismo tiempo desdeñamos lo de casa. Con Lillo se juntaron las dos cosas. Era un entrenador de casa que nunca había formado parte de esa casa.

Puede que algunos, puede que muchos, no guarden un buen recuerdo de Lillo o, mejor dicho, del fútbol que hacía practicar a la Real. Puede que predomine la idea de que con él el equipo no consiguió el objetivo. Aunque no hubo ascenso, y eso es tan obvio como indiscutible, no puedo estar de acuerdo con ese pensamiento. Y es que al final todo depende del cristal con el que se quiera mirar. ¿Sabéis que la Real de Lillo perdió menos partidos que la de Lasarte jugando once encuentros más? ¿Sabéis que el equipo que ascendió sólo sumó seis y siete puntos más que las dos temporadas anteriores, con el tolosarra en el banquillo? ¿Sabéis que la Real de Lasarte sumó en su segunda vuelta del ascenso 32 puntos y que esos son los mismos que logró la de Lillo la temporada anterior? Ese dato me parece tremendamente revelador de que al final, además del trabajo, las circunstancias, la suerte, lo que no se puede controlar, definen la valoración que se tiene de un entrenador. De Lillo se critica su preparación física, de Lasarte se alaba. Y resulta que en la segunda mitad del campeonato sumaron lo mismo. A nadie parece importarle para esa valoración, por ejemplo, que Lillo tuviera medio equipo lesionado y Lasarte no.

Pero más allá de la valoración que podamos tener de Lillo como entrenador (y la mía mejoró mucho después de verle en la Real), las entrevistas de hoy desvelan a alguien que quiere a este equipo. No, desvelan no. Eso quedó claro cuando estuvo en el club. Cuando se pegó con propios y extraños por defender a la Real, aunque a veces pareciera el único dispuesto a hacerlo en unos momentos negros de nuestra historia. Las entrevistas sí dejan algo más, y es que Lillo no quiere emponzoñar la actualidad realista. Sabe, porque tiene el corazón tan txuri urdin como nosotros, que son momentos de dicha. Que todavía estamos celebrando el ascenso y saboreando el regreso a Primera. Que tenemos una buena generación de futbolistas y que el futuro, si se gestiona bien y se tiene una pizca de suerte, puede ser muy hermoso. ¿Por qué enturbiarlo ahora con recuerdos personales del pasado? Algún día Lillo nos contará qué pasó. Por qué salió del club que al principio le quería renovar y otras cosas que al común de los aficionados se le han quedado en una neblina difícil de disipar sin más información. Pero Lillo sabe que hoy no es el día. Lo sabe porque es un realista más.

Y como realista, parece que es el único que sigue recordando que, por mucho que se quiera infravalorar el trabajo de Lillo o de los jugadores que entrenó, la Real tendría que haber subido en la temporada 2007-2008. A pesar de que Anoeta no fue un fortín. A pesar de Iñaki Badiola, si quieren sus detractores. A pesar de aquellos dos minutos de Vitoria. Aquel año a la Real no se le fue el ascenso con aquella triste derrota en Mendizorroza, aunque eso sea lo que escribirán los libros de Historia, sino con oscuros movimientos de despacho que no fueron perseguidos ni sancionados más que por una suerte de Don Quijote llamado Badiola y su escudero Lillo. Los demás decidieron olvidarlo. Yo no. Y Juanma Lillo tampoco. Eso le honra, porque aquello no fue una agresión contra el hoy denostado ex presidente, ni siquiera contra él mismo. Fue una ofensa a la Real que le causó un enorme perjuicio deportivo, social y económico. Quizá, visto ahora el resultado, fue también una oportunidad, pero eso no borra nuestras caras en Vitoria ni los dos años añadidos que hubo que tragar en Segunda, por mucho que el segundo de ellos fuera tan feliz que no pensáramos más que en el ascenso.

Lillo tiene parte en ese ascenso. Para mí no hay duda. Y por eso lo digo tan alto y claro como puedo.

3 comentarios:

Anónimo dijo...

Muy buenas, me parece bastante buena tú entrada sobre Lillo; personalmente es un entrenador que no me gusta nada y que su trabajo hasta llegar a la Real era bastante flojo y en la Real no terminó de mejorar teniendo en cuenta la plantilla que tenía, hizo bastante buena campaña pero con pobre fútbol, lo que mencionas de Mendizorroza es simplemente inexplicable y muestra la debilidad que tenía la Real y que Lasarte ha conseguido eliminar en parte; a ningún equipo que pelee por algo le pueden remontar en 2 minutos al final de un partido que va ganando, eso demuestra poca madurez, poco oficio y poca fortaleza mental; esa era la Real que descendió, que jugo con Coleman y demás y que cogió Lasarte; la de hoy tiene más experiencia y algo más de oficio pero hay que recuperar el espíritu guerrero de pelea por todos los balones, la juventud lo ha perdido. Un saludo y buen trabajo.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Alter, eso es lo debatible sobre Lillo. A unos les gustará más y a otros menos, pero el cariño que demostró por la Real y algunos méritos me parecen indiscutibles. Gracias por tu comentario.

Anónimo dijo...

Bueno sobre el cariño no tengo nada que decir, hasta que fichó por la Real no sabía siquiera que fuera vasco pero sí me gustó parte de su trabajo aunque creo que podía haber hecho más, no es un ganador y eso es muy importante cuando tu objetivo es quedar entre los 3 primeros sí o sí, para salvarse bastan 17 plazas...