La imagen de la Real abrazada en el centro del campo en el minuto de sincero homenaje, su salida al campo con camisetas recordando al aficionado de la Real que pagó con su vida su amor a estos colores que tantas alegrías y sufrimientos nos provocan y el cartel que se colocó sobre el césped de Anoeta, el mismo que ya vimos hace diez largos años, nos deben seguir recordando que no puede haber sitio para los violentos en el fútbol. La concentración bajo la lluvia en la escultura en memoria de Aitor colocada en la explanada de Anoeta, también. Al igual que la protesta posterior al encuentro, que evidencia con su escasa asistencia la poca fe que hay en que se haga justicia con lo sucedido la temporada pasada, con quienes se sabe pero no se prueba que pagaron primas por perder, con quienes quieren hacer del fútbol una maquinaria podrida que acabe con la ilusión de tantos aficionados de hoy y de tantos niños que lo serán mañana. No podrán con nosotros. Ni los violentos ni los tramposos.
El del sábado fue el primer día que Iñigo Díaz de Cerio se acercó a Anoeta para ver a su Real, después de la dramática lesión que se produjo en el encuentro frente al Eibar. Verle salir por la puerta 29 del estadio fue un motivo más de alegría. Porque además de un gran delantero es un tipo magnífico. Lo dice todo el mundo que le conoce. Y yo lo digo por la alegría, la entereza y el ánimo con los que conversó conmigo. No dudó en pararse a firmar autógrafos a todo el que se lo pidió. "Va a tener que ser con muletas, pero bueno", decía sonriendo. "A ver si te vemos pronto otra vez en el campo", le dije. "Vas a tener que esperar un tiempo", me dijo, todavía sin perder la sonrisa. "Te esperamos, tú tranquilo", le respondí. Y es así. Le esperamos porque además de la ilusión que nos genere en el césped, es un gran tipo, amable, humano y de la Real. Queremos volver a verle de txuri urdin en un campo de fútbol. Ojalá lo consigamos y ojalá sea en Primera.
Y si todos estos recuerdos tienen su parte hermosa, el último que deja el partido del sábado es de los lamentables. La foto de arriba es el gol de Necati. El que debía ser su primer tanto con la camiseta de la Real. Un linier que sólo se puede tachar de incompetente vio lo que nadie más vio, un fuera de juego que nunca se produjo. ¿Un error humano? Pues vale. Pero empiezo a estar harto de tanto error humano. El error humano nos privó de la victoria frente al Eibar, el Alavés, el Hércules, el Castellón y ahora el Alicante. Nos perjudicó notablemente frente al Murcia y frente al Nastic. Error humano. Perfecto. Pero es que el error humano se soluciona en buena medida con una preparación adecuada, colocando a los mejores para hacer un trabajo, puliendo los defectos y potenciando las virtudes. Eso no se hace en el estamente arbitral, que sigue mostrando demasiado error humano. "Mándanos esa foto", me dijo casi con ironía un buen amigo que tengo en la Real cuando se la enseñé tras el partido.
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Aquellos que adoren las teorías conspirativas tienen en los arbitrajes que está sufriendo la Real un exquisito elemento para potenciarlas. Y es que es el presidente de la Real, Iñaki Badiola, quien está removiendo los bajos fondos del fútbol español, el tipo más decidido a que se investigue todo lo que se mueve por debajo de la mesa. Lo es porque su equipo es uno de los que más perjudicado se ha visto por ello en los últimos años, y seguro que por eso lucía un rostro tan serio cuando caminaba por las inmediaciones de Anoeta antes del partido. Lo único que sé es que esos amigos de las conspiraciones saldrían del estadio donostiarra pensando que tienen razón. Y cuando se enteren que el sábado en Albacete nos pita el mismo árbitro que no vio falta en la lesión de Díaz de Cerio, el que escribió un acta con el firme propósito de que cerraran Anoeta, creo que van a sentirse más reforzados aún. ¿Conspiración contra la Real? ¿Y eso cómo se prueba...?
4 comentarios:
Eppur si muove
Y sin embargo se mueve
La Santa Inquisición
ataca de nuevo
Y no hubo minuto de silencio para el empresario asesinado por ETA?
Ah no! Que en Anoeta hay pancartas favorables a ese grupo de terrorista y sus presos... que pena...por no decir asco...
http://miscosotas.blogspot.com
Amigo Marcos, sólo puedo decirte que a mí me molestan y me dan tanto asco las pancartas favorables a ETA que pueda llegar a ver en Anoeta como las de simbología nazi, fascista y franquista que puedo ver y de hecho he visto en otros campos. Yo no quiero ninguna y veo demasiadas cuando la Real juega fuera de San Sebastián.
Recuerdo una anécdota en Albacete que me encantó. Entraron una veintena de energümenos con simbología de ese tipo, supongo que para molestar a la Real y a sus seguidores. Y fue la propia afición del Albacete la que le silbó y provocó que la Policía les expulsara. Si todos hiciéramos lo mismo, el fútbol iría mucho mejor, pero sabes tan bien como yo que hay demasiados sitios en los que eso no se produciría jamás.
Las críticas, para ser creíbles, tienen que aplicarse a todos. Si no, sólo sirven para generar enfrentamiento. Y yo no quiero ni me voy a enfrentar con nadie. Respeto mucho a todas las aficiones y a todos los equipos, y agradezco sus (vuestros, tus) comentarios. Pero hay que mirar en más de una dirección si queremos solucioanr problemas en lugar de crearlos.
Suscribo punto por punto tu respuesta, Juan. Creo que no se pueden decir las cosas más moderadamente y con mayor ecuanimidad, educación y sentido común. Lo que si me gustaría puntualizar, para los que se pasan de listos y hablan por boca de ganso y sin conocimiento de causa, es que el sábado pasado en Anoeta -y así se anunció previamente en la prensa y diversos medios de comunicación locales- el minuto de silencio sirvió para homenajear la memoria de Aitor Zabaleta, el cantautor Mikel Laboa y la del empresario azpeitiarra Ignacio Uría. Esa fue la decisión tomada por la Real Sociedad a nivel institucional, medida creo que irreprochable porque pienso que en ninguna cabeza cabe que, dadas las circunstancias, se pudiesen guardar antes del comienzo del partido tres minutos de silencio.
Hubiese sido bastante inaudito, digo yo. Cuando se hacen las cosas mal la crítica es admisible, pero cuando, como en este caso, se hacen bien, la crítica no es que carezca de credibilidad es que, sencillamente, no es crítica ni es nada y se convierte, única y exclusivamente, en ganas de incordiar.
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