Dos minutos. 2008 se resume en dos minutos. Aquellos dos minutos en Vitoria, los que pasaron desde que nos veíamos en Primera hasta que nos dimos cuenta de que seguiríamos una temporada más en Segunda. Así de duro, así de triste. El fútbol vive de sensaciones y la tristeza de aquel día apagó cualquier atisbo de alegría que pudiéramos tener en los once meses, 29 días, 23 horas y 58 minutos restantes. 2008 será para siempre el año del no ascenso. Y eso queda como algo irrefutable, al margen de la valoración que cada uno hagamos de lo que ha acontecido en torno a la Real a lo largo de este año que hoy acaba.
Fríamente, se puede decir que no ha sido un mal año. Incluso bueno, mucho mejor que la mayoría de los más recientes. 41 partidos jugados, 17 victorias, quince empates y nueve derrotas. Tenemos que echar la vista muy hacia atrás para encontrar un año en el que la Real tenga números tan buenos. Pero Vitoria nos marcó. Esos dos minutos invalidan todo lo que pueda decir un número, una cifra, una estadística. Porque el fútbol es corazón y a nosotros el corazón nos falló en aquellos dos minutos frente al Alavés. ¿Qué somos el segundo mejor equipo de Segunda en 2008, sin contar en esa lista los ascendidos? Pues vale. ¿Qué hemos sumado el 53 por ciento de los puntos en juego? Genial. Pero sólo valen aquellos dos minutos. Cruel, muy cruel.
Casi tan cruel como descubrir que el juego y los resultados de la Real quedaron oscurecidos por dos hechos lamentables. El primero, la certificación de que el ascenso se perdió tanto en los campos como en los despachos. Lorenzo Sanz nos lo dijo en una grabación que no muchos quisieron escuchar. Jesuli nos lo confirmó en otra que tuvo más repercusión. Y ni la Federación, ni la Liga, ni el Consejo Superior de Deportes han querido coger este toro por los cuernos. Por otro lado quedan los árbitros. ¿Sabéis que en quince de los 41 encuentros jugados la Real se ha visto perjudicada con decisiones arbitrales equivocadas en forma de goles ilegales, penaltis o expulsiones? ¡Maldita balanza esa que algunos piensan que se equilibra al final de cada temporada!
El año que hoy acaba ha estado marcado, para bien y para mal, por la efímera presidencia de Iñaki Badiola. Devolvió la ilusión y la gente a Anoeta. Renovó a Xabi Prieto. Destapó la corrupción que hay debajo de las alfombras de la Real y del fútbol español. Le dio nueva vida al club. Pero por el camino generó demasiadas controversias. Demasiados enfrentamientos. No cumplió con las expectativas económicas que había generado cuando presentó su proyecto, y no sólo por el no ascenso. Pero sufrió un linchamiento sin precedentes en la historia de la Real y quizá algún día alguien se preguntará por los motivos de ese acoso periodístico e institucional. Nunca social. Dejó la Real, en manos de un presidente que ni siquiera se había presentado previamente a los accionistas, sin haber escuchado una sola protesta contra su persona en Anoeta.
2008 nos deja a Iñigo Díaz de Cerio como máximo goleador, incluso perdiéndose más de mes y medio de competición por su gravísima lesión. Nos deja la ilusión por el ascenso que se tuvo durante casi toda la segunda vuelta de la temporada pasada, frustrada en esos dos minutos en Vitoria, y la que se recuperó al comienzo de la presente campaña, antes de sufrir más reveses de todo tipo. Pero por eso también nos deja el inmenso corazón que tiene este equipo, este vestuario. El año nos deja grandes tardes, como aquella victoria ante el Málaga o los dos partidos consecutivos en Anoeta en los que la Real marcó cuatro goles (Las Palmas y Xerez). El gol, el golazo, de Castillo al Huesca. La priethina. La exhibición sin el premio de los tres puntos en Elche. La magnífica remontada de esta temporada en Zaragoza o la eliminatoria ante los maños en una Copa que, pese a todo, no nos deja más que disgustos.
Y si de disgustos hablamos, muchos han sido los que hemos vivido en 2008. Veníamos del descenso en 2007, y el año que ahora termina nos maltrató de la misma forma. Lo hizo en Vitoria, claro. Lo hizo una semana después en Anoeta, frente al Córdoba. Lo hizo cuando vimos cómo la pierna de Iñigo se hacía añicos. O el tobillo de Elustondo. O la rodilla de Xabi Prieto. Lo hizo con amargas tardes como la derrota en Anoeta ante el Racing de Ferrol, el último día de Eizmendi en el banquillo de la Real. O en el desgraciado día del Eibar, en el que Lillo recibió un botellazo, como ya lo había recibido en Málaga sin que a nadie le importara tanto. O con la entrada en el proceso concursal. Con los problemas para fichar siquiera a dos jugadores. Con todos los temas extradeportivos que llevaron a la Real a las primeras páginas por asuntos turbios e intereses oscuros.
Se va 2008. Maldito 2008, tan maldito como lo fue 2007. Ojalá 2009 nos cambie a todos la cara. Lo hará. Es el año del centenario. Y el del ascenso. Nos merecemos esa alegría, año nuevo. Concédenosla.
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