Sólo ha hecho falta una frase para que Chris Coleman me ilusione de nuevo. "No quiero gente que sea feliz en Segunda". Eso es lo que dijo el nuevo entrenador galés de la Real al ser presentado como tal. Sólo esa frase ya denota que viene con hambre, con ambición, con ganas de devolver a la Real a Primera División, donde debe estar. Porque la Real no puede estar en Segunda, no es su sitio. Y por muy duro que haya sido el golpe del descenso, es ya hora de ponerse de nuevo en pie. Coleman lo sabe y tiene claro que uno de los medios para conseguir ese objetivo debe ser "recuperar la mentalidad ganadora" que se ha venido perdiendo en los últimos años.
El galés también ilusiona por el conocimiento que demuestra sobre el fútbol, por mucho que no tenga experiencia ni en España ni en Segunda. Parece mentira que sea un galés quien tenga que venir a recordarnos que "la Real va a ser el rival a batir en Segunda". Porque somos el más grande de los pequeños y el más pequeño de los grandes. Y parece mentira que sea un recién llegado quien nos recuerde que en esa Segunda División, que algunos pintan como el pozo más oscuro de la historia del deporte, "el campo es rectangular, el balón es redondo y juegan once contra once" porque "las reglas del fútbol son universales".
En esa rueda de prensa, que se produjo ayer jueves, ha dado algunas pistas de cómo va a ser la nueva Real. Por un lado, aseguró que le gusta un fútbol "elaborado, con paciencia", lo que quiere decir que, si se acierta con las incorporaciones, la Real volverá a enseñar un juego interesante. Y por otro lado, de mostró como un firme defensor de la cantera. "El éxito futuro del club no llegará de los fichajes, sino de los futbolistas de Zubieta. Quiero conocerles porque todos los del Sanse tendrán su oportunidad conmigo", dijo. Valientes palabras, sobre todo para un técnico recién llegado, que le han hecho merecedor ya, sin haberle visto trabajar, de bastante crédito por mi parte.
Coleman, que ya jugó en Atotxa en 1987 un amistoso con el Swansea, se hizo cargo del banquillo del Fulham inglés con sólo 32 años, con Jean Tigana como manager y con el equipo en serio peligro de descender a la First Division. Salvó al equipo aquel año y en la temporada siguiente logró la mejor clasificación de la historia del club, noveno, a un paso de clasificarse para la Copa de la UEFA. Luego las cosas se fueron torciendo hasta que fue cesado en abril de este año. Su Fulham, dicen los que le han visto con regularidad, era un equipo de fútbol rápido y fuerte (y esa es la duda que nos asalta a todos, si puede dotar a la Real de esas características de juego), poderoso en casa, donde era muy difícil arrancarle puntos.
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