Vayan por delante dos ideas de base. En primer lugar, mantengo mi postura de agradecimiento al Real Madrid por su participación en su fiesta del centenario. Todo fue digno de elogio: que vinieran, las facilidades que pusieron, que cumplieran con su obligación contractual de sacar a los mejores (y no quitarles en el descanso, que hubiera sido lo fácil), su actitud durante el partido (me gustó que Raúl se marchara corriendo al ser sustituído con 0-1, respetando el tiempo que le faltaba a la Real para luchar por el empate), el cambio de Xabi Alonso para que le demostráramos cariño, las palabras de sus jugadores, entrenadores y dirigentes sobre lo que significa el club txuri urdin. Todo. La segunda idea, que me parece esencial en el mundo del fútbol actual la buena convivencia entre clubes y, por extensión, entre las aficiones. Una de las imágenes con las que me quedé el sábado pasado fue la de un padre con su camiseta de la Real llevando de la mano a su hijo vestido con la elástica del Madrid. Eso es el fútbol. Y eso se vio el pasado sábado en Anoeta.
Una vez que ambos puntos quedan claros, como evidencia del respeto a todos los clubes que creo que he mostrado siempre, reconozco que no puedo estar de acuerdo con uno de los detalles que más desapercibidos han pasado (¿por qué ese silencio cómplice de algunos?) de la celebración del centenario. En la comida entre las dos directivas, el presidente de la Real, Jokin Aperribay, impuso a su homólogo madridista, Florentino Pérez, la insignia de oro y brillantes del club txuri urdin. Lo triste del asunto es que la información la dio la web del Real Madrid, pero no la de la Real, lo que supone un desprestigio inmenso para lo que debiera ser la mayor condecoración que puede imponer un presidente realista. Se la damos, pero no lo decimos. Así no podemos hacer las cosas, y menos cuando la promesa que hizo este Consejo cuando llegó al poder fue la de transparencia. Promesa que no se está cumpliendo en algunos aspectos, como por ejemplo éste obsequio, los aconteceres en los fichajes de Estrada y Bueno o lo que ha pasado con las camisetas del centenario.
Parece lógico pensar que esto no se ha publicitado porque el Real Madrid no es precisamente el club más querido en el entorno de la Real, que la decisión de otorgarle esta insignia podía generar animadversión hacia el Consejo. Y es un pensamiento lícito, que asumo como normal en las deliberaciones de los consejeros realistas cuando debatieron cómo debían agradecer al Real Madrid su presencia en este evento tan especial. Pero si el Consejo hace esta deliberación, sólo tenía dos caminos posibles. El primero, darle la insignia a Florentino Pérez con todas las consecuencias. Ser valiente, en definitiva. Decir que se le ha dado porque el Madrid ha tenido un gesto notable al acceder a venir en condiciones no demasiado ventajosas a nuestra fiesta del centenario. El segundo camino es no dársela. Optar por algún otro tipo de recuerdo que todos los aficionados pueden entender, incluso aquellos que no sienten aprecio por el Real Madrid.
Lo que no se puede es darle la insignia e informar en el web oficial que lo que se les ha dado es "un cuadro conmemorativo" del centenario y poner una fotografía del obsequio que el Madrid le hizo a la Real por esta fecha tan hermosa. Esto es innegociable. La forma tiene que ser una, valiente y decidida. Si se toma una decisión, hay que defenderla con gallardía y arrojo, con luz y taquígrafos. Yo habría respetado mi decisión, probablemente ni la habría comentado. Pero de haberlo hecho, habría sido para mostrar mi rechazo. No creo que venir al partido del centenario valga una insignia de oro y brillantes, reconocimiento que debiera estar reservado para quienes muestran un absoluto e incondicional sentimiento txuri urdin. Creo que el rechazo a la medida es comprensible, habida cuenta de que somos muchos los que nos dejamos la vida por la Real y no vamos a recibir, probablemente nunca, un reconocimiento similar.
Yo me dejé mis lágrimas y mis ilusiones en Vigo o en Valencia, yo he visto a la Real en Madrid, en Zaragoza, en Salamanca, en Sevilla y hasta en Almendralejo. Me ha chupado horas de tren y autocares, me he dejado buena parte de mi sueldo en seguir a este equipo. Ahora trato de divulgar su grandeza con estas líneas, como antes presidí una peña. Y ni he pedido, ni tengo, ni seguramente me merezco la insignia de oro y brillantes. Ni siquiera tengo la bandera del centenario con la que se ha obsequiado a tanta gente durante los últimos meses, incluyendo a nuestros colegas de los grandes medios pero no a quienes usamos Internet para hablar de la Real. El centenario de la Real tendría que ser de los realistas, y ese reconocimiento al Real Madrid, a través de la figura de su presidente, me parece excesivo teniendo en cuenta lo que vemos (o no vemos) algunos realistas de corazón.
Muestro mi desacuerdo, pero nada más. Si es una medida del Consejo, adelante con ella, que para eso ostentan el poder. Pero que no la oculten. Porque entonces no sólo caen en ese oscurantismo que tanto criticaron al anterior presidente, sino que además dan pie a pensar que hay más cosas que ocultar de las que no tiene por qué informarnos la web oficial del Real Madrid. Y ese es un camino peligroso que sólo puede provocar que la angustia institucional que nos aflige desde hace tanto tiempo se prolongue todavía más. Así no.
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