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Hace algunos años yo formé parte, de hecho llegué a presidir, una peña de la Real. No era una peña guipuzcoana, lo que nos complicaba muchísimo la existencia. No es fácil ser de la Real, y mucho menos fácil es serlo en Madrid, pero aquí encontramos decenas de personas dispuestas a formar parte de una peña, con todo lo que eso conlleva. Visitamos campos como La Romareda, el Helmántico, el José Zorrilla... y por supuesto Anoeta, siempre con el orgullo de llevar por todas partes los colores blanquiazules.
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En seis años de experiencia peñística, nunca vi que los seguidores realistas tomaran parte en incidente alguno, aunque sí me tocó sufrir de cerca algunos momentos muy duros como el asesinato en Madrid de Aitor Zabaleta. Hicimos muchas cosas por acercarnos a aficiones de otros equipos, especialmente los de nuestra ciudad, aunque no todo el mundo lo entendió en su día. Aquella aventura finalizó hace ya mucho tiempo porque un par de personas no supieron entender qué era una peña y sufrieron un ataque de ego que les hizo creerse que todo era muy fácil de hacer y que todo lo que habíamos conseguido lo podía alcanzar cualquiera. Y se equivocaron.
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Ser de la Real no es fácil, mucho menos fuera de Guipúzcoa, pero reconocimientos como el de la prensa levantina hacia la afición realista, de personas anónimas de distintas ciudades de España (me recuerdo hace un par de años dando la mano a seguidores del Levante que me felicitiban por ser de la Real, y eso que perdimos 2-1; me recuerdo en Albacete aplaudiendo, no sólo un golazo del equipo local, sino a su afición por expulsar literalmente del campo a unos locos que lucían banderas franquistas y lanzaban cánticos ofensivos contra la Real), hacen que sea mucho más fácil. Y un orgullo, siempre un orgullo llevar el escudo de la Real en el corazón.
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