Hay signos de evidente euforia en el entorno de la Real. Y no seré yo quien les ponga freno. Creo sinceramente que hay motivos para que esta Real despegue por fin y se ilusione con cotas más altas, las mismas que no se han querido mirar en los dos últimos años. El hecho de que el bloque se mantenga, y, ojo, es el mismo bloque con el que el equipo subió a Primera División, es un motivo más para pensar que no andaba demasiado desencaminado al demostrar confianza en el equipo en las dos últimas pretemporadas. Pero ahora parece que esa confianza, esa ambición, se ha instalado en los aficionados y en los medios de comunicación que siguen la actualidad del equipo. Me alegro, porque eso significará que se acabaron las excusas. No nos engañemos, Europa no puede ser nunca una obligación para la Real. Pero renunciar a esa altura de miras es algo que tampoco le corresponde a un equipo como el nuestro. Aspirar a más es necesario. Y no lograr aquello a lo que se aspira no es necesariamente un fracaso. Entenderlo será la clave para que esa confianza dure toda la temporada.
El principal motivo de esta euforia ha sido el fichaje de Carlos Vela. Es evidente que no llega a la Real en las mejores condiciones contractuales, con la posibilidad de que el Arsenal pueda respescarlo en cada uno de sus cuatro años de estancia en Donostia por una cantidad no muy elevada (cuatro millones de euros, habiendo pagado tres por él) y teniendo que compartir con el club inglés los réditos de un hipotético traspaso futuro, pero creo que es obligado considerarlo como un rotundo éxito de Jokin Aperribay y Loren. Ya me gustó que hace un año tuvieran la altura de miras para incorporar a un jugador del Arsenal (y otro del Inter, aunque nos saliera rana), y ahora prolongo el aplauso para lograr, del que probablemente es el negociador más duro de toda Europa, lo que a los aficionados nos interesaba: tener a Vela con la camiseta txuri urdin el próximo año.
Pero hay otro mensaje del Consejo y de la Dirección Deportiva de la Real, implícito en los movimientos de este verano, que habría que tener en cuenta. Sólo habrá un jugador nuevo que proceda del exterior en el vestuario de Anoeta, Chory Castro. Uno. Y hay que exigirle como lo que es, un jugador que viene a mejorar lo que ofrece Zubieta. Pero la confianza en la propia cantera es absoluta, incluso en algún caso por encima del respaldo que obtienen algunos jugadores entre los aficionados (mis dudas están en el lateral izquierdo... pero también en el pivote defensivo si no se le da ese puesto a Illarramendi). Que la Real siga compitiendo en torno al bloque logró el ascenso habla muy bien de este equipo. Pero hay otra lectura que el vestuario empieza a estar ya obligado a hacer. Si tanto se confía en lo que produce Zubieta no es sólo por pura subsistencia. Es porque realmente se cree que estos jugadores pueden hacer grandes cosas. Es, por tanto, su hora.
Xabi Prieto, ahora ya capitán, no puede permitirse una temporada como la pasada. Illarramendi, si tiene suerte con las lesiones, tiene que demostrar que se equivoca quien le ha dejado en tierra privándole de los Juegos Olímpicos de Londres. Pardo no se puede conformar con que Montanier le dé unos minutos, tenga la edad que tenga. Zurutuza debe asumir el reto de aumentar sus cifras goleadoras. Iñigo Martínez, Mikel González y Ansotegi tienen que responder al mensaje de confianza que supone no fichar a nadie si se marcha Demidov. Elustondo no se puede conformar con "mejorar", sino que tiene que dar el paso adelante que pruebe que puede ser titular. Agirretxe tiene que fijarse como claro objetivo marcar más goles que la campaña pasada. Bravo debe dejar claro durante toda la temporada que es el portero titular de la selección chilena. Griezmann debe trasladar al campo el hecho de que ésta sea su primera pretemporada normal. Todos deben dar un golpe en la mesa. Todos deben ser conscientes de su responsabilidad y ser ambicioso.
De Montanier también cabría esperar la misma ambición. Y admito, nunca lo he ocultado, que ahí es donde más dudas tengo. En la segunda mitad del segundo partido amistoso de la pretemporada, el francés alineó a Xabi Prieto y Griezmann en el centro del campo, con Sarpong, Chory Castro y Agirretxe por delante. Sí, el rival era el Eibar, un Segunda B, pero la Real tiene tanta dinamita en el ataque (contando, desde luego, con Ifran y Llorente), que me parece un desperdicio esa máxima autoimpuesta la temporada pasada de cinco atacantes en la convocatoria t tres en el once titular. No es cuestión de suicidarse en el Camp Nou ya de inicio, sino de asumir que la Real tiene muchas posibilidades y, sobre todo, mucho más potencial futbolístico del que nos dejaron creer la pasada temporada. Lo malo es que hace un año en la pretemporada se vio a una Real paciente, de toque y largas posesiones, que desapareció nada más iniciarse la competición. Hay un precedente desilusionante.
Montanier se equivocaría si nos pone la zanahoria de una Real ofensiva o, al menos, diferente, y luego nos la arrebata. Sería bueno que Montanier se dejara contagiar un poco por la euforia que vivimos y explote lo que tiene, sin prejuicios ni corsés. No pretendo, desde luego, trasladar ya a esta temporada las razonadas críticas que le hice al técnico txuri urdin en el pasado ejercicio. Es una nueva temporada y empezamos de cero. Y Montanier lo tiene todo sobre la mesa, todo a favor, para que la frustrante sensación que se instaló en el ambiente durante su primer curso en la Real no se repita en el segundo. Lo tiene todo. Y eso es lo que hace que yo también me sume a esta ambiciosa euforia de estos días.
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