Tengo en la cabeza la imagen de Manolo Preciado marchándose de Anoeta tras perder 5-1 esta temporada. O quizá la imaginación me está jugando una mala pasada y me trae ahora una imagen que no llegué a ver. Pero no, creo que no. Creo que sí la recuerdo. Y recuerdo que me dio pena pensar que aquel iba a ser su último partido en el Sporting, porque la contundente y exagerada goleada iba a ser definitiva para su cese. Lo que no me podía imaginar era que aquella sería la última vez que se sentara en un banquillo.
"Cuando pierdes 5-1 no estás en tu mejor momento, pero pienso que esta plantilla puede hacerlo mucho mejor y que quedan 18 jornadas todavía para conseguir el objetivo. De hecho, hoy en la segunda parte le hemos creado muchos problemas a la Real, aunque al final no pudo ser. Llevo tanto tiempo en el fútbol que me han salido pelos en los huevos, así que entendería cualquier decisión, pero no soy yo quien debe tomarla", dijo entonces.
Mira que la Real se las vio tiesas con el Sporting en su primer año en Segunda, primero con la rivalidad deportiva que se generó al convertirse ambos equipos en candidatos al ascenso y después con la controversia sobre las primas a terceros que provocó acusaciones cruzadas. Recuerdo a gente de Gijón, incluso a algún que otro jugador al que sigo sin poder mirar con buenos ojos, lanzar proclamas absurdas y lamentables, tal era el nerviosismo que les provocó ver la sombra perseguidora de la Real. Pero a Manolo Preciado no. A Manolo Preciado nunca. Él era un tío de fútbol, de los de antes, de los de verdad, de los de felicitar al que te gana y valorar el triunfo sobre un digno rival.
"(Se vio) un hermoso espectáculo, la esencia del fútbol, con 22 tíos sobre el campo jugando al límite. Puede ser que en el cómputo general del partido hayamos merecido más, pero la Real ha marcado dos goles y no hay nada que decir. Las dos aficiones han estado de diez y nos veremos en Primera el año que viene", es lo que dijo después de perder 2-1 en Anoeta en la temporada 2009-2010, ya en la máxima categoría. Y tenía razón. Aquel partido no estará en los titulares de los libros de historia, pero guardo de él un recuerdo maravilloso.
Y es que a Manolo Preciado no se le relacionaba con el glamour de la Champions League o los Mundiales. Pero era verle y pensar en fútbol. En el fútbol de verdad. El que en realidad nos gusta a todos, el que tenemos que seguir enseñándole a los más jóvenes antes de que se cieguen con el brillo de un fútbol irreal, que es el que nos meten por los ojos todos los días desde los grandes medios de comunicación. Ese es el mejor homenaje que se le puede a Manolo Preciado, un tipo al que la vida trató realmente mal, dándole grandes tragedias personales y familiares, y que encontró en el fútbol un refugio para seguir adelante. Esa es la grandeza de este puñetero deporte que tantas horas se lleva de nuestro tiempo.
Evidentemente, lo peor es la pérdida personal y familiar. Pero hay un detalle que no me quito de la cabeza. Sus dos grandes equipos, el Racing y el Sporting, bajaron este verano a Segunda. El Racing, siguen las malditas casualidades, bajó en Anoeta. Estoy seguro de que Manolo Preciado tendría esa espina clavada en el corazón desde que acabó la Liga, y siento que sus dos equipos estuvieran en Segunda en el momento de su muerte. Cuando vuelvan a Primera, él lo celebrará desde donde lo esté viendo, como hacía él, con vehemencia, con una alegría desborada. Como seguro que hicieron a su manera cuando subió la Real Genaro Celayeta y José Luis Orbegozo. Manolo Preciado ya está con ellos y con otros tantos que se nos han ido. Tenía 54 años. Qué asco de vida ésta. Suerte en tu nuevo equipo allá donde estés, Manolo.
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