Empate. Segundo partido consecutivo en casa y segundo partido consecutivo en el que la Real tropieza. Después de ocho victorias seguidas en Anoeta, prácticamente nadie habrá apostado por que Elche y Las Palmas consiguieran sacar algo del estadio donostiarra. Ni mucho menos que ninguno de los dos perdiera. Los ilicitanos jamás habían ganado aquí y ganaron. Los canarios sólo habían ganado una vez y empataron. Así es el fútbol, por tirar de tópico. La sorpresa es grande y, sobre todo, el pesar que siente uno al comprobar el agujero sideral que se podría haber abierto en caso de que esa racha victoriosa en casa hubiera alcanzado los diez encuentros. La sorpresa por los dos resultados negativos se compensa por el orgullo que provoca este equipo. Hoy, bajo una insistente lluvia y en un campo pesado que ha demandado un esfuerzo descomunal, la Real ha dado una lección de casta, de entrega y de fe. Ha salvado el 1-3 bajo palos en el último minuto e instantes después ha empatado el partido. Y lo ha podido ganar. Quizá incluso lo ha debido ganar, si no hubiera mediado otro malísimo árbitro. Digan lo que digan, yo hoy he sentido orgullo por esta Real.
Como había dejado entrever Lasarte en sus declaraciones, apenas hubo cambios en el once inicial con respecto a los que jugaron y perdieron ante el Elche. Lo que sí ha sido sorprendente es el cambio introducido por el técnico realista, además del obligado en la portería (Zubikarai fue titular, como seguramente lo será ya en todos los partidos en los que falte Bravo esta temporada, incluyendo el último mes, en el que el chileno estará ya disputando el Mundial). Lasarte cambió la defensa, la mejor línea de largo ante los ilicitanos. De la Bella se quedó en el banquillo, Labaka volvió al centro de la zaga y Mikel González recuperó el lateral izquierdo. Más allá de las conclusiones que se puedan sacar del partido de hoy (Labaka comenzó con dos errores importantes), lo cierto es que hay que asumir que la defensa de la Real de Lasarte es ésta salvo contratiempo. Y seguramente Estrada será titular cuando vuelva. Conclusión, la Real necesita por lo menos un lateral izquierdo, y mucho más si sube a Primera.
El de hoy ha sido un partido extraño. Podría haber sido muy distinto si la primera ocasión del partido para la Real acaba dentro. El pase de un enchufadísimo Griezmann, que ha rozado el gol en más de una ocasión (pero al que hay que poner en el debe lo mismo que la semana pasada, que tuviera una falta y que la mandara fuera, en lugar de aprovechar los nervios de un meta canario que apenas atajó un balón en todo el partido, y el mojado césped de Anoeta), lo mandó Nsue al larguero. Uno sólo puede imaginar un partido mucho más plácido de haber cobrado esa ventaja tan pronto. Pero no ha sido así. En realidad, todo ha sido muy diferente. La primera mitad, de dominio txuri urdin, acabó con empate. En el marcador y en ocasiones, pues Las Palmas gozó como los realistas de tres claras opciones de adelantarse. Sobre todo un disparo desde dentro del área propiciado por un resbalón de Carlos Martínez dentro del área (el lateral estuvo bravo como siempre e incorporándose al ataque, pero empezó muy fuerte y bajó con los minutos; quizá por la falta de partidos y la exigencia física del de hoy).
Podría también haber sido un partido muy distinto si el árbitro, otro malísimo árbitro, hubiera señalado un clarísimo penalti sobre Ansotegi nada más comenzar la segunda mitad. Igual hay que entender como una anécdota o como una equivocación que la Real dispusiera de un lanzamiento desde los once metros la semana pasada, porque es el conjunto txuri urdin el máximo goleador de Segunda División y no ha dispuesto más que de uno en las 22 jornadas que ya llevamos. Extraño, como poco. Molina, del Elche, ha convertido ya tres penas máximas y Víctor, del Cartagena, cuatro. A esto hay que sumar muchas faltas no pitadas a favor de la Real, que ya provocaron la pitada del público al árbitro en el descanso. Uno puede pensar que esto es producto de la nula capacidad arbitral, cuestión que hay que denunciar semana sí, semana también, beneficien o perjudiquen. Alteran el resultado de los partidos con demasiada frecuencia. Y no todo se puede defender en la dificultad de arbitrar. En un partido con seis cambios y después de haber sacado tres tarjetas amarillas a Las Palmas por pérdida de tiempo no parece normal descontar sólo cuatro minutos con los locales lanzados a por la victoria.
También habría sido un partido diferente si el gol de ventaja que cobró la Real en el minuto 50 se hubiera gestionado mejor. Carlos Bueno, que volvió a ser titular por delante de Agirretxe, esta vez sí tuvo puntería, la que no tuvo hace una semana. Y marcó su sexto gol de la temporada, un buen tanto de vaselina a pase de Griezmann. Pero ahí llegó la sorpresa. La Real estaba jugando sus mejores minutos y fue justo entonces cuando Las Palmas marcó. Dos veces. En dos llegadas. Las dos únicas que tuvo el equipo canario en buena parte de la segunda mitad. Han sido unos minutos dificilísimos de explicar, en los que el conjunto txuri urdin ha perdido el dominio de la situación y la seguridad defensiva que viene caracterizando toda la temporada. Sin saber cómo, 1-2 en el marcador y con sólo veinte minutos por delante. Un mazazo que tenía que medir la capacidad de la Real en muchos terrenos. Y la respuesta, pese a que no se ha ganado, ha sido de campeón.
Ahí es donde entra en juego el orgullo que derrocha este equipo. Sin el mejor jugador sobre el campo (sin Xabi Prieto, dos partidos y ninguna victoria), la Real ha dado una lección de casta, impulsada por los valientes y ofensivos cambios de Lasarte (entraron Agirretxe y Songo'o por Nsue y... ¡¡¡Diego Rivas!!!) y por una magnífica irrupción del nuevo fichaje invernal. Songo´o metió bastantes balones peligrosos en el área y en uno de ellos llegó el gol del empate. Lo marcó Labaka, demostrando además que todo el equipo se implicó en la búsqueda del empate. El gol llegó en el minuto 90, justo después de que Carlos Martínez evitara bajo palos el 1-3. Eso también es una demostración de orgullo. El pensar "de ésta se van a arrepentir" y que al final se arrepientan. ¿La suerte del campeón? Igual también lo es aunque la sensación sin un triunfo sea distinta. Algo más ha tenido la Real en el corto descuento para ganar. No se ha hecho, pero que levante la mano quién no ha pensado que era posible el 3-2. Eso es el carácter que, incluso sin ganar, transmite este equipo a la grada.
Decía que uno mira la clasificación y le entra cierta pena por no haber aprovechado estos dos partidos en casa. La Real tiene 43 puntos y no los 48 con los que soñábamos. Pero esos 43 puntos son los mismos que tiene el líder, el Hércules, que hoy ha perdido en casa ante el colista. Que sirva eso de lección, porque en Segunda nadie gana fácil y nadie lo gana todo. El cuarto puesto está todavía diez puntos por detrás, pero serán ocho si Numancia o Nastic ganan mañana. Ocho puntos. Manda narices que a estas alturas de la temporada miremos al cuarto puesto con ocho puntos de ventaja y haya quien sienta temblor en las piernas. No hay motivo. Y no sólo por esos ocho puntos, sino por la sensación que da la Real sobre el campo. Y si eso se puede decir después de dos partidos consecutivos en Anoeta en los que no se ha ganado, queda claro que este equipo tiene la confianza ganada. Y ya veréis cuando Zurutuza recupere la forma, cuando Songo'o se acople definitivamente en el equipo, cuando vuelva Xabi Prieto o cuando Agirretxe vuelva a marcar goles. Confianza. Se la merecen pese a sumar uno de los últimos seis puntos.
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