Ese y no otro es el poder de cambiar las cosas que tienen los árbitros, y el fútbol sigue viviendo en un estado de letargo inverosímil, sin entender que un mal trabajo de quienes tienen que impartir justicia puede alterar decisivamente los logros que consigue uno u otro equipo. A la Real también le pasó en la Copa, también con Martínez Munuera, que decretó a instancias del VAR un milimétrico fuera de juego que anuló el que habría sido el 1-1. En la retransmisión se vieron dos imágenes distintas con las famosas líneas trazadas desde el VAR, una que validaba el gol y otra que lo anularía. Inaudito. Tanto fue así que la empresa que presta los servicios del videoarbitraje, Hawk-Eye, tuvo que emitir un comunicado de disculpas en el que literalmente pidió un ejercicio de fe, asegurando que para anular el gol se usó la toma correcta, aunque la primera que se vio en televisión fue la que habría servido para dar por válido el gol. Y también pasó en Europa, con el penalti, asombroso, que sirvió para que el Leipzig empatara a dos en el partido de ida.
En las competiciones de eliminatorias, el daño es inmediato y de difícil solución, y la Real fue claramente perjudicada por lo que señalaron los árbitros principales y por lo que le dijeron, o no, los que estaban frente a la pantalla. Evidentemente, las ligas duran 38 jornadas y los árbitros no van a hacer que un equipo salte de luchar por la permanencia a hacerlo por clasificarse por competiciones europeas, ni viceversa. No se trata de eso, ni de hacer clasificaciones de ficción en las que el uso del VAR quita más o menos puntos. Pero sí que hay que dejar claro que las decisiones tienen trascendencia, y no se le da en su justa medida o se le da de tapadillo, como con la nevera inferida de Arberola Rojas en el tramo final de la temporada. El increíble penalti que pitó este colegiado a Mikel Rico a tres jornadas del final en el Ciutat de Valencia, en un partido que la Real perdió en el último minuto por esa pena máxima, provocó que el colegiado no volviera a pitar en lo que quedaba de Liga. Ni se anunció, ni se publicitó, ni salió el nuevo mandamás de los árbitros, Medina Cantalejo, a explicar nada. A Munuera Montero no le pasó lo mismo cuando pitó aquel penalti del Metropolitano.¿Qué quiere decir esto? Que cualquier aficionado puede tener la sensación, casi la certeza, de que el criterio no existe, que los clubes están vendidos, porque no saben qué es penalti y qué no, de qué tiene que avisar el VAR y de qué no, cómo y cuándo se trazan las líneas de esos fuera de juego milimétricos que causan sonrojo por cómo adulteran el trabajo de los profesionales. ¿Por qué el propio Munuera Montero, que era quien estaba en la famosa sala de videoarbitraje, no le dijo a Arberola Rojas que lo que estaba pitando a la Real ante el Levante era una barbaridad, y sin embargo Del Cerro Grande sí se lo dijo a González Fuertes cuando este imaginó otro penalti, finalmente rectificado, que podría haber privado a la Real de la brillante victoria que logró en Villarreal? Son tantas las preguntas que cuando el máximo organismo arbitral sale a defender el trabajo de los suyos, con un corporativismo feroz y un nivel mínimo de autocrítica, no queda más que sentir lástima por el fútbol que se está construyendo. O por el que se está destruyendo, que es el que nos ha gustado siempre a todos.
No tiene mucho sentido que uno u otro equipo se sienta perseguido, aunque, insistimos, sea una sensación hasta lícita entre los aficionados. Si realmente se dan esas circunstancias, es algo que solo se puede saber desde dentro y nunca hemos visto en España las conclusiones de una investigación seria en este sentido. Pero lo que sí es cierto es que año tras año se percibe una injusticia galopante que no resulta normal si el fútbol quiere abrazar la modernidad tecnológica y profesional que sí tienen otros deportes. Y la Real ha visto en sus partidos situaciones de lo más asombrosas a lo largo de este curso. Oyarzabal estuvo bien expulsado en Anoeta por la entrada que hizo en el partido ante el Villarreal, sin duda, pero ofende que apenas unas horas después de eso, por citar un ejemplo, Casemiro haga una entrada parecida y siga jugando. Si lo que pone Díaz de Mera en el acta del Real Sociedad - Betis para justificar la tarjeta roja a Silva es cierto, es una expulsión correcta, pero las cámaras captan menosprecios salvajes de otros jugadores con otras camisetas y no pasa nada. Mateu Lahoz ha permitido hasta empujones sin mandar a nadie a la ducha antes de tiempo.
Mateu Lahoz, por cierto, es protagonista de una de las decisiones más polémicas de la temporada de la Real, como ya lo fue un año atrás por esa expulsión a Illarramendi que ayudó decisivamente a que el Betis eliminara a la Real en la Copa y por la que no dudó en pedir disculpas al final del encuentro a la delegación realista, como si eso sirviera para compensar una derrota en un torneo como el del KO. Estamos en la jornada 15, Espanyol - Real Sociedad, minuto 65 y 0-0 en el marcador. Silva lanza un pase paralelo a la frontal del área, el balón rebota en Mateu Lahoz y cae en los pies de Isak, Mateu grita claramente "no mejora", para expresar que su toque no tiene por qué invalidar la jugada, y eso es algo que las cámaras de televisión captan a la perfección. A partir de ahí, Isak toca a Januzaj, este le lanza una pared por alto y el sueco marca. Incomprensiblemente, después de haber dejado seguir y sin cambiar el gesto del rostro, el colegiado anula el gol a instancias del videoarbitraje. ¿Y qué árbitro estaba ahí? Munuera Montero. No tiene sentido que algo que el árbitro ha visto claramente, una jugada que ha entendido y que hasta ha razonado a los jugadores en vivo, sea rearbitradada y además sin la mínima discusión que puede haber acudiendo el árbitro principal al monitor a ras de césped.No, no ha sido la temporada de Munuera Montero con la Real, no. Y para muestra, otro partido más, el Alavés - Real Sociedad. La Real gana por 0-1 cuando Isak se planta solo delante del portero. Cuando va a tirar, Laguardia le da un empujón alevoso para desequibrirle y su disparo se va al palo. Martínez Munuera, árbitro VAR, no avisa de nada a Del Cerro Grande, que se desinhibe de la jugada para obstaculizar al realista de forma antirreglamentaria y el penalti se va al limbo. Y en cambio, en el minuto 56, un leve toque de Zubeldia sobre De la Fuente en un salto sí lo manda el colegiado a los once metros, de manera inmediata, sin pensarlo, y por supuesto sin que Munuera Montero le corrija. No hace falta insistir mucho más en que el problema está en el criterio, en la ausencia del mismo, en que nadie sabe qué va a ser penalti, fuera de juego, mano o tarjeta roja, ni siquiera con el mismo árbitro a los mandos.
El VAR vino para arreglar uno de los grandes problemas del fútbol y el bajo nivel arbitral que nunca se termina de reconocer y que solo sirve para protagonizar polémicas interesadas en los medios, la veleta que lo rige para aplicar criterios que nada tienen que ver no ya entre distintos partidos sino incluso dentro de uno mismo, están haciendo que la situación sea más negativa que nunca. No se entiende, y nadie lo explica, por qué el cabezazo a Merino en Valencia no es penalti, ni siquiera por qué en una retransmisión de una Liga que quiere considerarse como la mejor del mundo no llega a verse una repetición que enseñe sin lugar a dudas dónde está el penalti que pitan a favor de la Real en Elche, el que sí señaló Cuadra Fernández sobre Sorloth. O, por citar casos que no tuvieron incidencia en la victoria de la Real, por qué los dos goles del Granada en el 2-3 txuri urdin fueron ilegales, uno por venir de un córner que no fue y el otro por ser un penalti que no existió, sin que ninguno de los muchos árbitros que intervienen en el partido no dijeran nada.El arbitraje es un problema. No duele reconocerlo, y más viendo el colofón que le dio a la temporada Del Cerro Grande en el partido en Anoeta contra el Atlético de Madrid, con una salvaje entrada a Sorloth de las que el VAR se supone que puede alertar y en la que el colegiado principal ni siquiera señaló fala. La Real es de los equipos que, por norma, más ayudan a los árbitros, y no se siente que se trate a los jugadores realistas con esa misma deferencia. El VAR no soluciona nada de lo que debía mejorar, y el criterio brilla por su ausencia y cambia radicalmente a la hora de arbitrar las jugadas más decisivas. No es un buen momento para el arbitraje y a la Real este año le ha tocado vivir una serie de situaciones extraordinarias, incluso la justa tarjeta amarilla a Isak por la paradinha en el penalti en Elche que no se había visto en la Liga española. Mucho que trabajar en este aspecto, y, por desgracia, mucho que seguir reclamando desde este lado del fútbol.
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