Olabe tuvo que gestionar en realidad dos plantillas y eso supuso un problema y una solución a la vez. ¿Cómo se puede reforzar un equipo en el que, de facto, solo hay una salida? Ese es el rompecabezas al que tuvo que hacer frente Olabe el pasado verano. La única baja que se dio fue la de Moyá, y la reacción del director deportivo fue rápida y acertada, contratando a un guardameta veterano, internacional y con experiencia en la Liga española, Ryan. Puede que el australiano llegara la Real pensando que iba a jugar más de lo que lo ha hecho, y que eso mismo le lleve a buscar una salida, pero Olabe cumplió con el perfil que necesitaba. El otro gran problema al que tuvo que hacer frente fue la lesión de Monreal. Puede que nadie esperara un año en blanco del ex del Arsenal, cuyo fichaje en todo caso fue grande y está más que amortizado pese a no haber podido disfrutarlo en su tercer y último año de contrato, pero Olabe se movió bien para encontrar sustituto. El elegido fue Diego Rico, al que el director deportivo ya tenía en su lista de deseos desde hace tiempo y lo trajo en una buena operación. Ninguno de los dos fichajes de verano se conocieron hasta que estaban ya casi cerrados, lo que habla del sobresaliente hermetismo con el que se trabaja en la dirección deportiva realista.
A toro pasado, en todo caso, podemos concluir que ninguno de los dos fichajes mejoró realmente el rendimiento del once de la temporada pasada. Eso, en todo caso, no merma el buen trabajo de Olabe. Es, simplemente, el fútbol en su desarrollo. Quizá por este argumento se pueda entender que el juego de la Real se haya resentido. Sin mejoras de calado, con tres pilares forzados por la ausencia de vacaciones, los olímpicos Oyarzabal, Merino y Zubimendi, y una cantidad de lesiones exagerada durante buena parte del curso, no es fácil conseguir los mismos resultados. La baja en pretemporada de Carlos Fernández, aunque se cubrió con una cesión de nivel, la de Sorlorh, incluso colocaba a la Real en una posición complicada con respecto a la temporada anterior. Y ahí es donde Olabe puso al Sanse en la búsqueda de soluciones. Los jugadores jóvenes que no contaron con demasiados minutos pasaron a reforzar el filial. Ese fue el caso de Sangalli, Roberto López y Robert Navarro. El movimiento fue inteligente, dotó de más experiencia al filial y liberó fichas del primer equipo. No salió tan bien como pintaba en el papel, como tampoco se consiguió gran resultado con las incorporaciones que firmó para el Sanse, Pokorny, Valera o Romero, jugadores que en teoría tenían que estar en la primera línea del salto al primer equipo pero que no tuvieron éxito ahí ni tampoco destacaron en Segunda.
Con este gran debe en el rendimiento deportivo nacido de la planificación de su máximo responsable y a tenor de lo dicho hasta ahora, casi parece que la nota a Olabe en este curso tendría que ser negativa, y no sería del todo justo. Primero, porque en cada uno de sus movimientos se intuye una lógica. Y después porque ha conseguido lo que hace no tanto tiempo era impensable, que sean los propios jugadores de cierto nivel y desde destinos de relevancia los que quieran jugar en la Real. Rafinha es, desde luego, su gran acierto de la temporada en todo y la demostración de que hay pocos equipos que puedan convencer como la Real a gigantes europeos para conseguir la cesión de sus futbolistas. Ese es el perfil que desencadenó con Odegaard, que trató de seguir con Sorloth, con quien además consiguió arrancar una opción de compra aunque fuera con un precio elevado, y que aplicó para convencer al PSG de que Rafinha debía venir a Donostia. Rendimiento inmediato, implicación absoluta, no se puede pedir mucho más a un fichaje invernal que incluso mejor sus perspectivas iniciales y pasó a ser un jugador de importancia creciente cuando daba la sensación de que venía para dar descanso a Silva.
Olabe esta haciendo una obra de gran calado para que la Real sea su Real en todos los sentidos y siempre de la mano de Imanol. Trabajo que se entiende que está en un momento importancia ahora que, con la salida de Januzaj, la plantilla ya solo tiene fichajes suyos. Puede que esta temporada tengamos una sensación ligeramente parecida a la que se produjo en su anterior estaba, cuando reforzó a un subcampeón de Liga únicamente con el exotismo de Lee Chun-Soo y al temporada no salió del todo bien. No es el caso del momento actual, ni por asomo, porque Europa volverá a ver a la Real, pero si la ambición sigue siendo creciente hay fórmulas que Olabe sabe que no se puede permitir. La temporada le ha dado tiempo con los jóvenes, le ha resuelto la papeleta de los jugadores con los que no parecía contar demasiado y le abre ahora escenarios en los que va a tener que saber moverse para que esta vez sí tengamos la sensación de que la nueva Real está en condiciones de superar el techo de cristal que tiene el equipo con Imanol y asaltar de una vez los puestos Champions y las rondas decisivas en Europa. Hay renovaciones importantes pendientes y hay puestos por cubrir. Por Olabe no parece que vaya a quedar, porque sus movimientos siempre tienen una razón de ser más que interesante, salgan bien o salgan mal.
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