No es ningún secreto, Imanol no es perfecto. Si leemos todo lo que hace en los partidos, seguro que encontramos grietas en sus acciones. Nunca va a acertar en todos los onces, ni mucho menos en todos los cambios de futbolistas que haga durante los encuentros, ni en los nombres ni en los momentos en los que se decida a mover el banquillo. A veces habrá otros entrenadores, los rivales, que acierten más que él, e incluso en días en los que el técnico consiga un nivel de acierto descomunal en los partidos habrá un delantero realista que falle una ocasión clamorosa que impida al equipo txuri urdin. ¿Pero quién sería más perfecto¿ Hemos tenido entrenadores de todo tipo en los últimos años, entrenando a jugadores, nuestros jugadores, de muy alto rango, y este nivel competitivo durante tanto tiempo no lo ha conseguido ninguno. ¿A pesar de Imanol, como a veces se llega a leer? Las casualidades en el fútbol no duran tres años.
Además, si analizamos lo que le ha venido sucediendo en los últimos tres años a la Real, vemos que la evolución, llegue hasta donde llegue, procede en buena medida desde el banquillo. La fortaleza defensiva creciente del equipo txuri urdin es trabajo táctico. Los cambios en el sistema de juego, durante los partidos y desde el inicio, con ese salto evidente del 4-2-3-1 al 4-4-2 con el que la Real ha terminado la temporada, son formas de afrontar los problemas que le han ido surgiendo al técnico, desde la lesión de un referente tan gigantesco como Oyarzabal hasta la alarmante falta de gol que ha mermado las opciones de los realistas de cara a logros clasificatorios mayores. La ambición adquirida en la Copa, que no se puede ni se va a ganar todos los años, es una marca de su entrenador. Y aunque no gustara la forma en la que se afrontó el duelo europeo decisivo ante el Leipzig, fue una muestra de aprendizaje con respecto a lo que salió mal contra el Manchester United un año atrás.
No, Imanol no es perfecto, pero es muy buen entrenador, mucho mejor de lo que seguramente se le reconoce, dentro y fuera del entorno txuru urdin. Podemos no compartir algunos de sus mensajes públicos, como el de no elevar casi nunca la voz contra los árbitros, o incluso la forma en la que ha tratado de incentivar a los potrillos para que den un paso más en su formación y sean aptos para el primer equipo (lo que dijo de Karrikaburu levantó una cierta y razonable polémica). Pero no se trata de que Imanol contente a nadie con lo que hace. Lo ha dicho, y es cierto, los resultados mandan en el fútbol, y los suyos son muy buenos. Y la plantilla va a muerte con él, incluso los que no juegan, que están tan implicados como el que más minutos juegue, cosa que se ha dicho por ejemplo estos días de un tipo como Monreal.
Y puede parecer una tontería, pero el hecho de que la sangre de Imanol sea txuri urdin es un lujo del que casi ningún equipo puede presumir a estos niveles. Si la Real es un club de cantera, el banquillo no es mal sitio para que eso también se demuestre, porque el nivel de implicación que hemos visto en los últimos tiempos a las figuras de Oyarzabal, Xabi Prieto o Aranburu, por citar a los tres grandes capitanes que hemos tenido, es algo que desde el banquillo también se puede aportar. Imanol lo ha demostrado, cumplió con el sueño de ser campeón con la Real, con su Real, con la nuestra, y día tras día se convierte en un pilar esencial del realismo contemporáneo. Imanol es de Orio, y es de la Real. Lo demuestra cada día, compitiendo contra gigantes que todavía están un peldaño por encima pero a los que hace sufrir con unas puntuaciones regulares y con rasgos de que su crecimiento todavía no ha terminado.
El día que haya un fin de ciclo en la Real porque el tiempo de Imanol se haya consumido será seguramente el día en el que nos demos cuenta de verdad de todo lo que se ha conseguido bajo su mando. No se trata de remar todo lo que hace, no. Se trata de entender que el fútbol es un deporte, que a veces el rival es mejor, que uno mismo puede fallar, pero siempre dejándolo todo. Eso es la Real, así es Imanol, y la conjunción entre ambos, club y entrenador, es lo mejor que nos ha podido pasar.
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