domingo, enero 05, 2014

REAL SOCIEDAD 2 - ATHLETIC 0 Lo que habría disfrutado el barro de Atotxa

Griezmann y Pardo, goleadores y jugadorazos.
El derbi sigue siendo txuri urdin. El de hoy dejó tres puntos más para la Real en su camino para repetir el espléndido cuarto puesto de la temporada pasada y esta vez tienen valor doble, porque el rival no sólo era el Athletic, con el componente emocional que eso tiene, sino que además era ese cuarto clasificado al que el equipo de Jagoba Arrasate aspira a capturar. Un punto les separa ahora. La victoria llegó por pegada, que no por un fútbol brillante. Porque fútbol, lo que ahora muchos consideran fútbol, no hubo demasiado. Pero fútbol del de antes sí hubo mucho. Porque fue un derbi como tantos otros que se han vivido en Atotxa, de esos en los que 22 tipos se dejan la vida en cada balón, en los que cada metro hay que sudarlo, cada balón hay que afrontarlo como si fuera el último y cada ocasión de gol la única que se va a disfrutar en todo el partido. Sólo faltó el barro, eso que durante tantos años cubría cada centímetro de Atotxa y que las nuevas generaciones no han visto más que en vídeos.

No se jugaba un derbi con Real y Athletic en posiciones europeas desde la temporada 1997-1998, y salvando algunas distancias fue un derbi muy parecido a aquel. Arrasate dispuso su once de gala, pero no su disposición habitual, la de jugar, tocar para que los de arriba hicieran diabluras y dominar la pelota. Y aunque esa decisión no estuviera acompañada de brillantez en el toque, fue un acierto. ¿Por qué? Porque el Athletic iba a basar su planteamiento en que la Real no jugara. Es lo que hizo Luis Fernández entonces y es, aunque de una forma mucho más liviana, lo que quiso hacer Valverde hoy y consiguió en muchas facetas del encuentro. ¿La diferencia? Que el Athletic no se adelantó en el marcador como entonces. La verdad es que apenas tuvo opciones para hacerlo más que a balón parado, en un cabezazo de Gurpegi que dirigió fuera de la portería de Bravo y en un despeje del chileno en un disparo a bocajarro pero con poco ángulo.

La Real optó por sacar el balón en largo. Y, ojo, sacar el balón en largo no quiere decir mandar pelotazos. El equipo txuri urdin tuvo claro que la presión del Athletic iba a poner en peligro el partido si optaba por una salida con pases cortos y encontró en Bravo al mejor lanzador posible. De esta forma, y mientras el marcador no se moviera, el elevadísimo ritmo de juego iba más en contra del Athletic que de la Real, que podía seguir esperando un chispazo de sus hombres ofensivos. El primero no llegó hasta los 21 minutos, cuando Vela disparó fuera desde lejos. En la jugada siguiente, una descomunal apertura de Pardo al mexicano fue seguida del pase de éste, que Agirretxe no llegó a rematar por muy poco. El partido decayó algo en torno a la media hora, y se enfangó en el único tramo en el que las faltas, no demasiadas al final, tomaron el protagonismo. Sobra decir que ahí Vela encuentra petróleo. Forzó una amarilla para Balenziaga, después de que Pérez Montero le perdonara una a Mikel Rico nada más arrancar el partido.

Con una batalla igualada y de tremenda lucha en el centro del campo, un gol podía ser decisivo. Por eso fue tan vital que la Real, esta Real tan acostumbrada a ganar cuando se pone por delante en el marcador, hiciera el primer tanto. ¿Y quién lo iba a hacer más que Griezmann, que suma doce en los últimos doce encuentros? Pardo botó un córner abierto que llegó a los pies del francés en la frontal del área. Enganchó un gran disparo, que Vela intentó rebañar dentro del área pequeña, pero el balón se estrelló en el cuerpo de Iraizoz. El esférico, casualidades del destino, salió despedido al mismo lugar del que había salido y Griezmann armó un segundo disparo, menos limpio pero con una posición del cuerpo mucho más complicada. Vela, que no estaba en fuera de juego pese a las protestas, tapó al meta del Athletic aunque no llegó a conectar el balón antes de que se convirtiera en el 1-0. El francés sabe que vive el mejor momento de su carrera. Podemos perder el tiempo hablando de si está jugando su última temporada aquí o podemos disfrutar de él, de su fútbol y de la forma en que celebró el tanto en otro derbi que hizo suyo, como hace un año.

El once inicial que sacó Jagoba Arrasate.
El gol llegó en el minuto 43 y, en realidad, sin que ninguno de los dos porteros hubiera tenido que hacer una gran parada para evitar que el contrario se adelantara. Por eso, hay que insistir en ello, adelantarse tenía más importancia que otros días. De esta forma, la Real pudo fiar su juego ya con absoluta tranquilidad a su demoledor contragolpe y al acierto que pudiera tener a balón parado. Para eso no era necesario más que recuperar la fortaleza defensiva que el equipo exhibió a principio de temporada. Y la encontró, aún con Mikel González en el banquillo, sobre todo por la solidez en la segunda mitad de Markel Bergara, que en la primera mitad había cometido alguna que otra temeridad (y es habitual, tanto su impresionante mejora en los segundos 45 minutos como lo de las temeridades, lo fue la falta a Ander Herrera en la frontal del área que cometió y la mano involuntaria dentro del área, que no es penalti pero todos sabemos que cosas más raras se han pitado), pero sobre todo por un Rubén Pardo descomunal. Lo tiene todo. Y hoy robó nada menos que 13 balones, uno de cada cinco de los que la Real le arrebató al Athletic y el doble que Markel.

Pudo matar el partido la Real nada más salir de los vestuarios con dos córners consecutivos. El primero se paseó por toda el área del Athletic sin encontrar rematador y el segundo lo peinó Iturraspe sobre su propia portería y el poste evitó el gol o que Balenziaga lo sacara con la mano. A partir de ahí, la Real se echó un poco más atrás y dejó que el equipo vizcaíno controlara la pelota. ¿Peligro? En realidad no demasiado. Sí había cierta sensación de que podía pasar algo cuando Muniaín, muy activo, recogía la pelota, pero el partido le fue retrasando cada vez hasta que dejó de tener llegada al área. Valverde fue metiendo jugadores de ataque en su equipo según iba protegiéndose de una expulsión que, visto los espacios y el estado salvaje en que se encuentran Griezmann y Vela, se antojaba más que posible. Primero retiró a Balenziaga y después a Mikel Rico, que cortó con alevosía una internada del mexicano por la derecha y vio amarilla, haciendo trascendente la que le perdonó el árbitro al inicio, e incluso pudiendo ver la roja directa en esa jugada.

Jagoba movió ficha en el ecuador de la segunda mitad, quitando a un Agirretxe enchufado y peleón pero sin ocasiones para colocar en el centro del campo a un Elustondo que, ojalá no fuera tan intermitente en su fútbol por rendimiento y por lesiones, estuvo a gran nivel, cubriendo mucho terreno, cortando juego y ayudando mucho en lo que tocaba: bregar para que el Athletic no llegara al área. Acto seguido, Griezmann pudo matar el partido, en un mano a mano con Iraizoz que no supo picar por encima del arquero visitante (por seguir con el juego de palabras, había tocado con la mano antes de controlar, de forma involuntaria pero pitable). De ahí al final, el Athletic tuvo dos ocasiones claras. La primera, en el minuto 83, la tuvo Aduriz, que no estuvo nada valiente para buscar el remate en un gran centro desde la banda izquierda del ataque bilbaíno. La segunda, ya en el 91, fue un disparo de Muniain que Bravo envió a córner, aunque el balón se hubiera marchado por muy poco. Ese disparo llegó después de que el colegiado señalara un fuera de juego inexistente a Chory Castro cuando ya encaraba solo a Iraizoz.

Bravo agarró el balón tras la jugada que nació del córner que él mismo había forzado y parecía que el partido iba a morir ahí, pero faltaba un último destello de clase. En primer lugar de Bravo, que aprovechando el viento a favor, puso un pase absolutamente descomunal en el pico del área contraria. El balón llegó a la frontal a Seferovic, que vio la llegada de Pardo, qué portentoso esfuerzo el suyo hoy, y le puso un envío perfecto. El riojano pudo confiarse algo en el control y se ayudó ligeramente de la mano (aunque la imagen de televisión no lo deja absolutamente claro, lo reconoció él mismo después del partido). A partir de ahí, pura magia. Regateó con la enorme clase que tiene y colocó el balón en el interior de la portería sin que Iraizoz pudiera hacer nada. Su celebración, a la altura, la que exige marcar un gol en un derbi vistiendo la camiseta txuri urdin. El gol tiene una importancia capital porque, además de certificar la victoria, pone a la Real en una posición muy ventajosa en el average particular con el Athletic.

El 2-0 del marcador de Anoeta.
El de hoy no pasará a la historia por ser uno de los mejores derbis que se recuerden, pero lo que nadie podrá discutir es que la pelea ha sido enorme desde el primer al último minuto. Todos y cada uno de los jugadores que han pisado el césped se han dejado la vida. Y parece claro que, a igualdad de entrega, la Real tiene más argumentos que el Athletic para ganar. Aunque en este duelo haya sido por chispazos de sus jugadores más talentosos que por una actuación más sólida en su conjunto. Las ovaciones que escucharon Griezmann y Vela al ser sustituidos, exhaustos, es la mejor demostración de lo que tiene este equipo, un glorioso potencial que no tiene límite cuando además el entramado defensivo acompaña de esta forma. La Real, que encadena cinco victorias consecutivas en la Liga y otras tantas como local, sólo sufrió en momentos muy puntuales, y eso en un derbi tan intenso es mucho decir. Con el barro de Atotxa habría sido una victoria más mítica, pero tiene gran valor en el cuidado césped de Anoeta, donde se ha jugado Champions hace nada y de seguir así se volverá a jugar de nuevo, y esperemos que mejor, dentro de poco.

2 comentarios:

Antonio R. dijo...

Partido muy disputado, pero que cayó en manos realistas. Van cogiendo la buena senda; la del triunfo. A soñar con la Champions League, que Europa nos debe una.

Juan Rodríguez Millán dijo...

Antonio, lo disputado fue lo bonito. Pero justo esos son los partidos que hay que ganar para estar arriba. Estoy contigo, Europa nos debe una. Pero también se la debemos nosotros a ella, porque no nos ha visto en realidad.