sábado, agosto 09, 2008

Adiós sin pena ni gloria

Lo fundamental para vestir la camiseta de la Real, y más en la compleja situación en la que vive el club, es querer hacerlo. Skoubo no quería y ya no es jugador de la Real. La ecuación es simple. Se cumple el deseo del jugador y del club. El delantero ya no será más ese jugador al que todos esperamos y muchos creían ya que no formaba parte de la plantilla. Skoubo ha entrado en la historia pasada de la Real. La suya es una historia triste, la de un muy buen jugador que no colmó las expectativas que él mismo generó sobre el campo. La de un goleador que apenas marcó goles y que los que marcó están perdidos en la nebulosa que forma el olvido. La de un futbolista que durante los últimos dos años se ha sentido y le hemos sentido muy poco como tal. Un lastre que, por buenas cualidades futbolísticas que tuviera, no tenía ya sitio en la Real.

Tengo claro que si Skoubo se hubiera quedado en la Real y no hubiera tenido lesiones, habría sido el delantero que marcara veinte goles esta temporada. Clarísimo. Y por eso es una pena que se vaya. Pero vista la historia, era difícil mantener la confianza en él. O que él mismo mantuviera confianza en su futuro en la Real. El traspaso es una buena solución, la mejor en la actual tesitura. Y a pesar de que es un negocio ruinoso más que deja la breve labor de José Mari Bakero en la Secretaría Técnica del club txuri urdin (quizá en la que menos culpa tenga el ex jugador de Real y Barça, todo hay que decirlo), sacar 350.000 euros más otras cantidades por objetivos por un delantero que apenas ha jugado en los dos últimos años supone una operación positiva.

Llegó en el mercado de invierno de la temporada 05-06, entre otros junto a Mark González. Y marcó cinco goles valiosísimos para lograr la permanencia en Primera aquel año. Su gloriosa competenetración con Nihat en su segundo partido, en el derbi ante el Athletic que acabó con empate a tres goles, hizo soñar con un nuevo delantero mágico. Como en su día lo fueron Aldridge, Kodro o Kovacevic. Pero no. Sus cinco goles fueron en Anoeta y fuera de casa su rendimiento bajó. Pero la confianza en él seguía intacta para la nueva temporada. Hasta que empezó su calvario de lesiones y las esperanzas se fueron diluyendo como un azucarillo en agua. Bakero le esperó. Lotina le esperó y formó parte, casi sin que nos enteráramos, de la plantilla que bajó a Segunda. Iriarte le esperó. Lillo sólo le pudo alinear a la desesperada en la última jornada de la temporada pasada. Pero ya nunca llegó.

Sale de la Real por la puerta de atrás. Sin pena ni gloria. Su paso por San Sebastián ha sido, salvando su contribución en los primeros seis meses, un querer y no poder. Y lo peor de todo es que, siendo el buen jugador que es, es probable que nadie le eche de menos. Hoy sí se nota su ausencia porque la Real se queda corta, muy corta, de efectivos en la delantera. Sólo Díaz de Cerio y los chavales del Sanse. Pero en cuanto vuelva a llegar otro delantero, quizá nadie se vuelva a acordar de Skoubo.

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