Griezmann, el jugador más peligroso ante el Bayer. |
El once que presentó Jagoba Arrasate para este cierre de Champions fue más o menos el previsto. La polémica entrada de Zubikarai, de la que tanto se ha hablado en las horas previas al partido, no tuvo los efectos negativos que algunos temían y el guardameta solventó con cierta comodidad y a su estilo los disparos lejanos que el Bayer intentó en la primera mitad e incluso sacando con grandes intervenciones algunas de las mejores ocasiones de los alemanes en la segunda. Ansotegi fue el recambio de Iñigo Martínez, mientras que quizá lo más sorprendente estuvo en el centro del campo, con la ya demasiado incomprensible insistencia en que Markel y Elustondo formen pareja en el centro del campo. Arriba, aunque se especuló con la suplencia de Griezmann, el francés fue el acompañante de Vela y Agirretxe. Y menos mal. Porque al margen del acierto o el error que presidiera su actuación, hoy Griezmann sí quiso ser el jugador determinante que se esperaba en esta Champions.
Griezmann y Pardo fueron los dos jugadores que mejor entendieron el partido en la primera mitad, pero los dos tuvieron que sobreponerse a la falta de ayuda. El primero fue el que mejor se movió en el ataque, por todas las zonas, pero casi en solitario. Hace falta ya que a Agirretxe alguien le agarre por la pechera y le recuerde su importancia en el equipo. Y Vela, tan intermitente como durante toda la temporada, estuvo sensacional forzando tarjetas, pero no forzando peligro sobre la portería de Leno. Pero el problema real de este equipo esta en el centro del campo. Pardo es ahí el único jugador de talento y regular. Hoy fue el que más corrió y el que más balones recuperó. La idea de juntar a Markel y Elustondo, aunque hoy éste jugara algo más adelantado, naufragó una vez más. Su razón de ser, ese supuesto equilibrio, es un cuento chino. En la primera parte, el Bayer consiguió llegar a la frontal del área con absoluta comodidad y cuando no lo hizo fue precisamente por el esfuerzo descomunal de Pardo. Eso hace que un jugador de talento se diluya por el trabajo.
Aún con esos problemas y el hecho de que sólo el Bayer se jugara algo, la primera mitad fue bastante igualada. La Real mantuvo la actitud adecuada durante el partido y sería injusto reprochar a estos jugadores, a todos los que han jugado la Champions, una falta de sacrificio. Han corrido como animales. El problema ha estado en que no han creído y lo han visto todo como un sueño imposible, volviendo a aquellos años 70 en los que la Real daba sus primeros y tímidos pasos por Europa. Por eso, en realidad, daba más sensación de peligro el equipo alemán. Para reforzar esa sensación, Castro estrelló una falta en el palo en el minuto 11, con Zubikarai ya batido. Algo más de diez minutos después, Rolfes evidencio que la defensa realista era de circunstancias (con dos titulares fuera) y remató a placer un córner dentro del área pequeña. Afortunadamente, arriba. En esos minutos, en realidad como en todo el partido, el único que inquietaba a la defensa alemana era Griezmann, aunque no estuvo acertado en los disparos, que bien no cogieron portería o bien los despejó Leno con cierta facilidad.
La ocasión más clara de la Real llegó al filo del descanso, cuando otra internada por supuesto de Griezmann la finalizó con un pase de la muerte al que no llegó un Vela al que se vio lento. Antes de enfilar el túnel de vestuarios, Markel se cargó con una absurda amarilla, muestra de que lo que aporta en el campo no es tanto como lo que limita alejando a Pardo de la que, hoy por hoy, sería la mejor posición para él y para construir un equipo diferente que volviera a creer en su fútbol tanto como el de la temporada pasada. El 0-0 al descanso, que iba parejo al 0-0 de Old Trafford que en aquel momento daba la clasificación al Shakhtar, se podía considerar justo. Pero fue ese doble resultado el que, ahora sí, espoleó al Bayer para demostrar que ellos sí tenían algo en juego en este partido. El arranque de los alemanes en la segunda mitad desbordó por completo a la Real.
En cuatro minutos, el Bayer dispuso de tres llegadas de peligro. Primero disparó Son por encima de la portería, después Zubikarai realizó una espléndida intervención forzando un córner que, a la tercera, fue lo que dio ventaja al equipo alemán. El balón llegó hasta el corazón del área pequeña y, en apenas unos segundos, retrató lo que ha sido la Real en la Champions, un equipo sin confianza y sin suerte. La jugada, mal defendida, encuentra una descripción perfecta en la situación de Elustondo por los suelos y la de Markel como el jugador que ni llega ni lo intenta. Él ve perfectamente y sin moverse de su posición cómo el balón rebota primero en un afortunado Toprak, después en Elustondo, y nuevamente en el jugador del Bayer, para que se le quede en una posición perfecta para enganchar el disparo, mientras toda la Real protesta una mano inexistente, a excepción de Mikel González, el único que se lanza para intentar evitar el gol. Casi a renglón seguido, el gol del Manchester United en Old Trafford allanaba el camino para el Bayer.
Con el 0-1, el partido se rompió por completo. La Real, esta Real de Champions caracterizada por el querer y no poder, buscó adelantar líneas y el Bayer apostó descaradamente por el contragolpe. Fueron unos minutos de enorme riesgo para el equipo txuri urdin en los que estuvo claramente más cerca el 0-2 que la igualada. Las dos mejores ocasiones de los alemanes las tuvo Kiessling, primero estrellando el balón nuevamente en el palo y después encontrándose otra vez a un muy acertado Zubikarai, que con su actuación se reivindicó y respondió a las dudas que podía haber en cuanto a su rendimiento. Otra cosa es el debate por dar este partido al portero suplente, que ahí se podría hablar largo y tendido desde una posición y desde la otra. En cualquier caso, y viendo que ya no había nada que defender, Jagoba reaccionó con la única decisión posible, retirando del campo a Elustondo para colocar a Xabi Prieto. Elustondo frenó los silbidos que llegaron a escucharse en Anoeta saliéndose por la banda contraria a los banquillos y acortando el tiempo de la sustitución al mínimo.
A partir de ahí, y aún con esa misma sensación de correcalles que sucedió al 0-1, la Real recuperó algo más el dominio del partido. Prieto, por el centro y volcado a la derecha, estuvo muy activo en esa labor y Pardo, descomunal en el esfuerzo, estuvo muy cerca de marcar en una gran internada desde la banda izquierda con un disparo que hizo rebotar contra el suelo y que obligó a Leno a estirarse para mandar el balón a córner. Griezmann se mantuvo como el realista más incisivo también durante la segunda mitad y lo intentó hasta el final. El francés pudo marcar con un remate de cabeza que le salió algo flojo, con un disparo a la media vuelta que no encontró portería, y después asistió a Agirretxe para que, en el único lanzamiento claro que pudo hacer el nueve realista, estrellara el balón contra la defensa. Incluso Ansotegi pudo marcar de cabeza en un córner, supuesto punto fuere de los alemanes. Un querer y no poder continuo en el que también faltó suerte. En esos minutos finales, el coraje de la Real no encontró el premio del gol, pero al menos la herida no se hizo más grande.
Son fue el jugador más peligroso del equipo germano, y la mejor ocasión la tuvo al final en un contragolpe. Vela, en un generosísimo esfuerzo, fue el jugador que corrió primero detrás de él y finalmente junto a él para cerrarle las opciones en una jugada en la que, cuando cogió el balón en el centro del campo, parecía que iba a encarar a Zubikarai sin oposición. Esa jugada es la perfecta muestra de que la Real se vació por completo. No se puede negar que Carlos Martínez subió la banda una y otra vez, a pesar de que su acierto en el pase esté a años luz del que mostró el año pasado. O que Agirretxe busca influir en el juego de todas las formas posibles. O que Ansotegi siempre cumple en la medida de sus posibilidades, aunque mereciera la tarjeta roja por la entrada que le hizo a Can. Ese perdón fue el primer acto benevolente hacia la Real por parte de un árbitro en toda la Champions. El propio Hagen adoptó hoy decisiones controvertidas y absurdas, como perdonar a Can una amarilla por volver al campo sin permiso tras ser atendido o un córner flagrante que no quiso dar a la Real, momento que enfadó sobremanera a los realistas y a Anoeta. Con razón.
La única satisfacción que dejaron los minutos finales fue el debut en Champions de un Gaztañaga que, de alguna manera, evidenció lo que le ha faltado a la Real en la competición y, de esa manera, pidió paso por fin en el primer equipo. El primer balón que tocó fue un cambio de juego en largo. Falló el pase, pero no le pudo la presión. Optó por ser valiente. Falló, sí. Pero eso no le impidió volver a intentarlo. O entrar fuerte, ya en el tiempo de descuento, ganándose una tarjeta amarilla justa pero que recuerda que en el fútbol es necesario entrar con fuerza y personalidad. Que después de las cuatro entradas que recibió Vela o el entradón final a Carlos Martínez el técnico del Bayer, Hyypia, hiciera gestos ofensivos hacia el banquillo txuri urdin es algo demencial. Quien propone un juego contundente ha de estar preparado para recibirlo y Gazta, que entró en el campo por Mikel González, fue el realista más decidido en esa faceta. Con su último cambio, Jagoba no quiso arriesgar más y se limitó a quitar a un delantero sin gol, Agirretxe, para meter a otro en las mismas circunstancias, Seferovic.
Se acabó la Champions para la Real con una nueva derrota. Y la sensación ha sido realmente pobre. Se puede hablar de mala suerte y de malas decisiones arbitrales, porque de ambas cosas ha habido, sobre todo en la primera vuelta de esta fase de grupos, pero la autocrítica ha de ser necesaria. La Real no ha pagado el peaje de jugar la Champions, y no hay más que ver la sexta posición del equipo en la Liga para comprender que ese desgaste no ha afectado a la temporada. Lo que ha sucedido es, lisa y llanamente, que la Real se ha considerado el equipo más débil del grupo, que era el que podía dar la sorpresa y no el que tenía capacidad para ganar. Es curioso que el otro equipo que también ha quedado fuera de la Champions, el Shakhtar, es el único que haya sido capaz de batir a los realistas por más de un gol. O que el campeón, el Manchester, no fuera capaz de hacerle un solo gol. Lo sucedido en Donetsk y hoy en Anoeta no es más que el reflejo de la impotencia a la que se condenó la Real desde el principio. Y, sí, era un grupo durísimo. Pero la forma en que se ha caído es una auténtica lástima. La Real le debe una a la Champions porque no ha dado al nivel que exige esta competición. Y lo triste es que lo tiene.
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