Otro año más, las primas a terceros, tan ilegales por ganar como por perder, se ponen de moda. Y digo de moda, que no de actualidad. La actualidad es lo que todos vemos, lo que sabemos, lo que conocemos. Y todos sabemos desde hace ya mucho tiempo, de un modo u otro, con más o menos certeza, que esas primas existen. La moda es que todos los veranos, desde el final de las competiciones hasta casi el arranque de la siguiente temporada, se habla de este asunto. Ahora lo hacemos por una de esas benditas casualidades que siempre, en algún momento, acaban por destapar asuntos turbios como éstos. Resulta que un juez anda investigando un delito que nada tiene que ver con esto y caza unas conversaciones telefónicas en las que el presidente del Hércules habla con total tranquilidad de la compra de partidos, de los que ha intentado y del que, se supone, ha conseguido. ¿Algo nuevo? No. Sólo que se trata de una escucha policial ordenada por un juez, aunque sea por otro asunto que nada tenía que ver con el fútbol o el Hércules.
Lo de las primas es uno de los cuentos más viejos del fútbol español. Y tan viejo es, que si no se ha puesto remedio ya es única y exclusivamente porque no se quiere hacerlo. A la Real le birlaron (sí, es el término adecuado por mucho miedo que haya a decir las cosas con total claridad) la que debió ser su primera Liga, la de la temporada 1979-1980, la que al final se quedó como la campaña del récord de imbatibilidad, porque Betis y Sevilla cobraron primas por empatar y ganar respectivamente al conjunto txuri urdin. Entonces hubo sanciones, reconociendo la trampa (aunque sólo la del día del Betis), pero quedaron sin efecto. Pasaron los años y se habló mucho de aquellas ligas que ganó el Barcelona y que el Madrid se dejó en Tenerife. O la alegría descomunal de González, en el Valencia, al parar aquel famoso penalti al deportivista Djukic. A nadie le interesó investigar. El anterior ascenso a Primera del Levante estuvo siempre envuelto en rumores, pero ni a la Liga, ni a la Federación, ni al Consejo Superior de Deportes le dio por indagar. Y así llegamos a los sucesos más recientes que atañen a la Real.
Cuando el equipo txuri urdin descendió, había muchos equipos implicados en esa batalla. Hasta cinco se jugaban las dos plazas de descenso que quedaban por adjudicar en la última jornada. Y no hay pruebas, no. Y por eso cuando se habla de compra de partidos hay que utilizar ese odioso vocable, "supuestamente", porque si no hay amenazas constantes de denuncias. Y la denuncia tendría que salir de quien no compra, de quien aspira a una competición limpia, pero el fútbol español es, desde hace mucho, el mundo al revés. Porque nadie le da importancia. Los jugadores y entrenadores tienen toda la libertad del mundo para aparecer en rueda de prensa y decir que les parecen estupendas las primas por ganar (de ahí a las primas por perder hay sólo un paso... o una diferencia entre la cantidad que pagan unos y la que pagan otros), los estamentos deportivos pasan olímpicamente de las denuncias y las archivan, quienes mueven dinero en torno al fútbol (como las casas de apuestas) todavía no han reaccionado. Y eso que la sospecha es tan grande como la de vivir con competiciones adulteradas.
Y, repito, la Real tiene experiencia en estas lides. Todos vimos cómo corrían algunos jugadores de Osasuna en la antepenúltima jornada, a pesar de ir ganando claramente por 2-0 en un día en el que la Real falló estrepitosamente. O cómo el portero del Racing, Calatayud, destrozaba el punto de penalti antes de que Savio errara el lanzamiento, o celebrara su parada como si de la final de la Champions se tratara a pesar de que su equipo ya nada tenía en juego aquel día. Todos recordamos lo que se publicó un año después acerca del último partido de Liga de aquella campaña que jugaron en San Mamés el Athletic y el Levante, con los bilbaínos todavía por salvarse y los valencianos ya libres de peligro. Y todos recordamos el año de Iñaki Badiola en la presidencia de la Real. Seamos claros. Badiola pudo ser un buen o un mal presidente para el club, pero si un legado dejó fue el de dejar bien claro que en Segunda División se compran partidos y ascensos. Aquella conversación con Jesuli que nadie quiso convertir en una declaración judicial o que nadie quiso elevar a las instancias deportivas correspondientes era, hasta ahora, la prueba más clara de que algo había.
En aquel Tenerife que, según explicó Jesuli, cobró por dejarse perder ante el Málaga, el portero era Raúl Navas. El mismo, ahora en el Córdoba, al que ahora se apunta con las informaciones sobre el Hércules. La pregunta es si creemos en las casualidades. La verdad es que yo no creo mucho en ellas. Pero no tengo pruebas. Tampoco soy quien debe tenerlas. Han pasado por las manos de un juez y se han publicado en un medio de comunicación. Y lo que me fastidia es que esto no genere un escándalo de proporciones épicas que haga tambalear los cimientos del fútbol español. El año pasado se publicaron de tapadillo algunas informaciones que decían que la Liga estaba alertando a los equipos que luchaban por el ascenso (incluída la Real a pesar de que siempre viajó por detrás en la clasificación) de movimientos irregulares del Zaragoza. Ahora dicen que el Hércules ya se movió por ahí el año pasado. Todos recordamos al Málaga y a la familia Sanz (¡qué gran noticia que hayan dejado el club andaluz!). Y como miremos la última jornada de la pasada Liga, esa en la que todos los que tenían que ganar iban goleando a la media hora de juego, es para echarse a llorar.
Pero sólo se investiga, y más bien poquito, cuando aparece alguien que no tiene miedo a los linchamientos públicos (como Badiola) o cuando la casualidad pone sobre la mesa estos hechos (como en el actual caso del Hércules). Los medios son reticentes a abordar este tema en serio y en profundidad, salvo que cacen una exclusiva que se olvide en una semana. Ahora el CSD parece que sí planta un poco de batalla judicial, pero nunca hasta ahora lo había hecho a pesar de que ya hemos visto claras evidencias en otros casos. Y resulta que no hay un escándalo, a pesar de que ya se empieza a decir que puede haber ascensos ganados a base de dinero en los despachos. ¿Pero puede ser un escándalo si todos conocemos lo que pasa? Seguramente no. A ver qué va pasando, pero no soy optimista. Lo único bueno de todo esto es que el nombre de la Real no se ha visto salpicado.
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