De aquello hay otros responsables, por supuesto, pero Imanol es ya una parte esencial de la historia reciente de la Real. Es de Orio, sí, y no es mediático. Pero es tan de la Real como el más forofo de los aficionados, puede que más aun, y mucho mejor entrenador de lo que se le ha reconocido en muchas ocasiones. Podremos discutirle que ponga a Rico en lugar de a Aihen, que siga dando minutos al criticado Gorosabel, que apostara por Oyarzabal cuando era patente que no tenia ritmo, que no diera bola a Navarro cuando en la Copa se salía y no teníamos soluciones arriba, que no haga los cambios pronto, que el equipo siempre se le caiga en una época más o menos parecida de cada temporada o que sea exageradamente fiel a una idea concreta de juego que nos haya llevado a estrellarnos en los grandes duelos europeos que hemos vivido. Podemos, desde luego. ¿Pero para qué? Eso no deja de ser una tertulia de bar a la que le falta la información que el técnico procesa, la de los entrenamientos. Y los resultados que está conseguido de sus plantillas avalan su trabajo, su idea, su forma de ser y de entrenar. ¿Se puede mejorar? Obvio, aunque con la progresión que lleva el equipo bajo su mando, progresar ya supone entrar en el terreno de lo que para muchos puede ser un imposible.
El nombre de Imanol, ese que se ha sumado esta temporada al palmarés del Premio Miguel Muñoz que distingue al menor entrenador de Primera, y eso no es algo que decida precisamente la esfera txuri urdin,, está ya inscrito en un selecto grupo de entrenadores de la historia de la Real, incluso ya mirando por encima del hombro a nombres legendarios. Quien ha ganado más veces que nadie en el Santiago Bernabéu entrenando a la Real, ha roto también la maldición de tres décadas del Camp Nou. Pero anécdotas puntuales al margen, ha llevado a la Real a Europa por cuarta temporada consecutiva. Con las lógicas diferencias, eso es algo que sólo había hecho Alberto Ormaetxea. Palabras mayores. Y puede que no se valore lo suficiente, pero lo ha hecho además sin darlo por hecho en ningún momento, sin restarle méritos a los logros del equipo, sin asumir que, justo o no, estos eran los puestos que pertenecían a la Real. Siempre ha dado valor a los suyos y nunca se ha puesto por encima de nadie. Puede que no sea lo más mediático, pero no se puede poner en duda su eficacia.
Tampoco parece que se haya valorado en su justa medida el crecimiento técnico y táctico que ha experimentado el equipo. Cada vez tiene más variantes, las que se inventó para suplir la ausencia de Oyarzabal y para volver a incorporarle al equipo, hasta la defensa de cinco ya da menos miedo que hace no tanto tiempo cuando la aplica en momentos puntuales, y con los fichajes de este curso ha podido experimentar con ideas distintas, en las que los puñales por banda no son los laterales sino extremos como Kubo, Cho y Barrenetxea. Cierto es que ha dejado muy clara la existencia de una segunda unidad compuesta por potrillos y que ha gozado de menos oportunidades, sobre todo en el tramo decisivo del curso, cuando los Turrientes, Guevara o Navarro apenas si han aparecido, pero aún así da la sensación de que es un entrenador con el que todos sus jugadores van a muerte, y eso es algo vital en un vestuario. Ver a Imanol jaleado por sus jugadores cuando golpea el baúl metálico es la anécdota, lo trascendente es que eso mismo se siente después en el campo. La forma en la que ha hecho crecer a magos como Odegaard en su momento o Kubo en este curso es digna de elogio.Por poner los pies en la tierra, un ejercicio siempre complicado cuando el resultado es tan bueno, podemos pensar que sigue sin encontrar la cura para esos períodos negros de la temporada, los que hasta ahora solían llegar en noviembre pero que el atípico Mundial de Qatar retrasaron. O que con algunos jugadores no ha sabido encontrar cómo aprovecharles más, a algunos como Illarra o Navarro cuando mejor parecían estar, y a otros directamente condenándoles a un cierto ostracismo. Es verdad que esto último obedece a que Imanol ha impuesto una competencia feroz en la que medio equipo está cada semana en el alero para fortalecer su guardia pretoriana, la que forman los innegociables Remiro, Zubeldia, Le Normand, Zubimendi, Merino y Silva, pero lidiar con el peligro de haya jugadores fuera de tono es evidente. Da igual, con Imanol todo parece brillar. Y con su brillo, luce la Real de una manera maravillosa. Había quien pensaba que estaba de paso, pero la Real ha encontrado un entrenador que podría marcar una época, una que con lo conseguido hasta ahora ya es inolvidable.
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