Pero su acción durante el verano y durante el año es, sencillamente, sobresaliente. A la vista están los resultados, que seguramente encajarán con lo que estaba en sus planes pero que también habrá sorprendido a más de uno. Olabe reaccionó con rapidez al poderío financiero de la Premier que se llevó a su goleador, con la recuperación de nuevo como cedido de Alexander Sorloth, que acabó siendo el máximo goleador del equipo, y el ya mencionado fichaje de Sadiq, cuyo regreso se espera con ganas ya para el próximo curso. Eso ya habla de lo bien trabajado que tiene el mercado, de las opciones que maneja cuando hay un imprevisto. Pero el hecho de que apostara como lo ha hecho por Take Kubo y Brais Méndez es para quitarse el sombrero. El primero venía de un número muy alto de cesiones bastante infructuosas, y eso, hay que reconocerlo, provocó recelos entre los aficionados. El segundo llegó a la Real con un coste alto, que muchas veces se acepta más fácilmente para fichajes extranjeros que para jugadores de la Liga. Y los dos han dado un rendimiento magnífico, dándole la razón a un Olabe que sigue demostrando un nivel de acierto fuera de lo común.
Y es que al director deportivo de la Real no le tiembla la mano a la hora de tomar decisiones con su entrenador, Imanol. Dejar salir a Portu, un jugador muy querido, parte fundamental del equipo campeón de Copa, no conseguir el regreso de un Raphina que había caído de pie en el vestuario y entre la afición, buscarle una salida a Lobete sin darle siquiera la oportunidad de una pretemporada que confirmara si tenía o no opciones de hacerse un hueco con los mayores o no buscar un recambio de características parecidas a Monreal después de que este colgara las botas después de un año en blanco tampoco fueron decisiones fáciles. Y viendo el que todavía es su más palpable fracaso, el de Modibo Sagnan, ya definitivamente desvinculado de la Real, la apuesta por el perfil de Momo Cho, un jugador muy joven, sin apenas experiencias y alto coste, 12 millones de euros, tampoco era el que generaba más confianza entre los aficionados.
Obviamente, tras ver cómo ha salido la temporada, es más fácil entender todo lo que quería Olabe con estos movimientos. Una vez más, ha rejuvenecido la plantilla. De nuevo ha encontrado jugadores de un perfil que se adaptan a lo que necesita su entrenador. Ha logrado, y ya van unas cuantas veces, moverse en mercados muy distintos, con aspiraciones diferentes, conocidos y desconocidos, con una inversión económica muy bien medida, y ha conseguido que la plantilla de la Real salga más fuerte de lo que era, confiando siempre en potrillos que apuntalen el proyecto, aunque no todos consigan triunfar a la primera, como ha pasado con un Karrikaburu al que hubo de buscarle una cesión en Leganés para que cogiera minutos y experiencia y sin hacer locuras que hipotequen el futuro del club, por mucho que se pueda dudar del pago de 15 millones por Brais o 6,5 por Kubo, inversiones que comenzaron a ser rentables desde el primer día.
La Real cuenta además con un un ingeniero de lujo que no para de trabajar. Durante el curso, la Real ha conseguido la renovación de todos los futbolistas que tenían cercano el final de su contrato. Él sabrá cómo, pero ha convencido a Silva de que siga un año más defendiendo la camiseta txuri urdin para orgullo de todos los aficionados; ha conseguido que no haya cantos de sirena para un jugador como Zubeldia, revelación en el centro de la defensa, ni siquiera cuando el Athletic estaba en disposición de invertir para suplir la marcha de Iñigo Martínez (¡qué historia tan analizable la suya!); ha firmado la renovación de Zubimendi, sin necesidad de subir su cláusula de rescisión, por polémico que esto fuera en su momento, pero con el convencimiento de que no escuchará la presión mediática desde Barcelona; y, por supuesto, ha hecho que Oyarzabal siga vinculado al club del que hace ya tiempo que es santo y seña. Sólo ha quedado pendiente una gran tarea, la renovación de Merino.Con el salto a la Champions, hay nuevos retos para Olabe, que tiene que tomar decisiones trascendentes. En el horizonte más cercano están las decisiones sobre los laterales, el puesto más flojo del equipo; ver qué pasa con una delantera en la que, por unas razones o por otras, hay cuatro nombres de los que hablar (Sorloth, Sadiq, Carlos Fernández y Karrikaburu); seguir buscando un sustituto para Silva si este está a punto de vivir su última temporada en la Real, aunque viéndole quién sabe; y por supuesto seguir peinando el mercado para darnos sorpresas tan agradables como las que ha firmado en el tiempo que lleva dirigiendo los destinos de la nave txuri urdin. Si Imanol se ha ganado a pulso la confianza del aficionado, de Olabe no se puede decir nada distinto. No acertará siempre, nadie puede hacerlo, pero su trabajo es irreprochable año tras año y en unas condiciones mucho más complicadas de lo que podamos imaginar, por mucho que la situación de la Real, económica y deportiva, sea más que solvente. Aunque el brillo que buscamos los aficionados está siempre sobre el césped, tenemos una joya en los despachos, renovada por cierto hasta 2026, y hay que saber valorarla también.
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