Es francamente difícil saber qué
puede pasarle por la cabeza al presidente de la Real, Jokin Aperribay, después
de una temporada como la que ahora finaliza. En su pretemporada, el escenario
era inmejorable. La Real estaba en Europa, la posición del club era más
ambiciosa que nunca y se hablaba de volver a ser campeones, económicamente la
fortaleza era innegable, el gran sueño del presidente de reformar Anoeta
parecía ya imparable y para colmo el arranque ligero fue tan perfecto que hasta
los más escépticos se pudieron plantear si las cosas iban a salir a las mil
maravillas. Pero todo lo que le pudo salir mal a Aperribay a partir de ese
momento, le salió incluso peor. Menos mal que la estructura de Anoeta fue
cayendo para dar paso a esa ilusión que durante tanto tiempo ha perseguido,
porque de no haber sido así la figura del presidente podría haber quedado en
muy mal lugar en la temporada en la que seguramente ni se le hubiera pasado
por la cabeza que iba a vivir con tanto sufrimiento.
Lógicamente, lo deportivo manda incluso para juzgar lo que sucede en los despachos. Hablamos de un club de fútbol, no hay otra forma de verlo. Y ahí, hay que reconocer que Aperribay tuvo la suerte de acertar en el tramo final de la temporada, porque la ola de ilusión generada por Imanol ha frenado muchos descontentos. Podremos discutir si se acierta devolviéndole al Sanse, como en realidad es deseo del técnico, pero eso es una cuestión que dependerá mucho del éxito o el de fracaso de su sucesor en el banquillo, Asier Gartiano. La gestión de la despedida de Xabi Prieto, por discutible que pueda resultar la cuestión de la sustitución del escudo, también ha jugado a su favor. A las leyendas se las despide como lo que son, y la Real lo está haciendo. No es poca cosa, sobre todo si tenemos en cuenta que se han roto varias de las líneas rojas que a Aperribay le ha costado tanto mantener. E incluso ha tenido que dar algún volantazo bastante radical para lo que estamos acostumbrados. Lo que sí es evidente es que al presidente realista hay que juzgarlo por los hechos y no tanto por sus palabras, en algunas ocasiones huidas hacia adelante poco defendibles.
Si la temporada hubiera terminado peor, a Aperribay le hubiera perseguido durante mucho tiempo el deseo expresado en público de que Eusebio continuara muchos años en la Real pocos días antes de destituirle. La paciencia con el técnico, cuando los síntomas de deterioro era tan claros, queda como el gran error de la temporada. Si Imanol, con solo nueve partidos por delante, pudo reavivar la llama europea apagada en realidad con los terribles dos primeros tercios del campeonato, qué no habría hecho en Liga y Europa League de haber tenido tiempo. Y la defensa a ultranza de su director deportivo, Loren Juarros, contrastó con la recuperación de Roberto Olabe para sucederle apenas unos meses después de que el ex portero saliera del club precisamente porque la presencia de Loren era un obstáculo insalvable en su idea de modernizar el club. Técnico y director deportivo cayeron el mismo día, en una jornada inusitada para el presidente, y sin que ninguno de los dos diera la cara en rueda de prensa para despedirse.
Puede que, con todo, lo más difícil para Aperribay haya sido la marcha de Iñigo Martínez al Athletic. Uno de sus grandes logros al frente de la entidad, uno que no ha perdido valor, no nos engañemos, es que ha sido capaz de frenar los cantos de sirena desde el otro lado de la A-8. El Athletic ha tocado lo tocable y lo intocable, y lleva años pinchando en hueso. Aperribay ha construido una Real en la que tiene mucha importancia la cantera, incluso en una temporada en la que los foráneos han tenido una presencia más importante que la de años anteriores. El canterano juega en la Real porque así lo desea. El club no puede llegar a las cifras monetarias del vecino, pero ofrece algo más. Esa labor tiene mérito, por mucho que luego surjan jugadores que enmascaren sus ambiciones económicas en argumentos de anhelos deportivos que el fútbol niega. Pero sí, la marcha de Iñigo le hizo mucho daño a Aperribay, por mucho que supiera aprovechar el fervor txuri urdin que generó su huida por ejemplo renovando a Elustondo, uno que sí valora el escudo que lleva. Y apostando, porque es obvio que hay que hacerlo ante el depredador natural de la Real, por cláusulas anti-Athletic.
Toda la tranquilidad que tuvo Aperribay en materia deportiva, excesiva a todas luces en el mantenimiento del técnico, contrastó con la rápida respuesta ante problemas de calado que también ensombrecieron la temporada. Adidas falló por última vez a la Real con una camiseta polémica que multiplicó las rayas como nunca a lo largo de la historia de la Real, y el presidente respondió cerrando la segunda etapa de la multinacional vistiendo al club y anunciando el cambio de marca deportiva para el próximo curso. Qbao tiñó de vergüenza el patrocinio de la camiseta, y la Real tuvo reflejos para eliminar su presencia, favor incluido de un Leganés que se ha ganado la admiración de todos, e incluso encontrar un nuevo patrocinador con el que terminar la temporada. Y, también hay que decirlo, acertó dando al equipo femenino la oportunidad de jugar el último partido del ya viejo Anoeta antes de que su anhelada remodelacion, de lo que más orgulloso estará Aperribay con diferencia, le comenzara a dar el aspecto qué lucirá la próxima temporada.
Y además, el presidente fue reelegido sin oposición, producto del ya conocido control de facto que tiene entre el accionariado y con una ausencia total de oposición, algo que, todo sea dicho, es tradición en el club. No hay que pasar por alto esta cuestión, porque en no pocos mentideros se hablaba de que, una vez puesta en marcha la reforma de Anoeta, el presidente daría un paso a un lado. No lo hizo y tiene ante sí un nuevo mandato de cinco años. Desde luego, ha sido un año realmente intenso para Aperribay, uno de luces y sombras. Y en general las sombras se las ha dado el césped y las luces los despachos.
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