Celebrando el 0-1, el gol de Markel. |
Y para lograr esos tres puntos que acercan a la Real al único objetivo clasificatorio que le queda ya esta temporada, una salvación holgada, el once con el que Eusebio hacía frente al dificilísimo partido del Sánchez Pizjuán dejaba noticias trascendentes antes incluso de que el balón echara a rodar. Además de la ya conocida ausencia de Pardo, el técnico dejaba en el banquillo a Elustondo y Jonathas, apostando por jugar sin un 9 claro y con un centro del campo fortificado con Markel, Illarra, Zurutuza y Xabi Prieto, otra vez más el jugador más claramente desconectado del juego pero sin entrar en rotaciones. La apuesta era más o menos previsible. Lo que nadie podía prever es que se comenzaría a hacerse buena a balón parado. No se había llegado al minuto 2 de partido, y la Real ya iba por delante en el marcador. ¿Habría sido una buena apuesta si el Sevilla hubiera cogido el mando del juego como acostumbra? Probablemente sí, porque la presión del equipo txuri urdin en zonas muy adelantadas del campo fue inmensa desde el principio.
Fue así, de hecho, como llegó la primera falta lateral, esa suerte estratégica que tan poco interés parece tener para la Real desde hace demasiado tiempo y que partidos como este demuestran lo importante que es para el fútbol actual. Pues bien, Illarra puso un balón perfecto al corazón del área y Markel lo cabeceó como si fuera un auténtico killer del área. 0-1, de la manera más insospechada viendo los antecedentes y con un protagonista como poco sorprendente. Pero Illarra y Markel, artífices del gol, se convirtieron pronto en los artífices de que la Real dominara el partido a su antojo. Ellos encabezaron una presión para la que contagiaron hasta a Vela y robaron tal cantidad de balones que el Sevilla no sabía ni por dónde le venían los jugadores vestidos de rojo, hasta el punto de que su única respuesta era la de cometer continuas faltas que un Clos Gómez aparentemente valiente para el escenario que pisaba no quiso sancionar con demasiadas amarillas aunque los locales las merecieran con creces.
El equipo de Unai Emery no dio demasiadas señales de vida hasta el minuto 17, cuando Reyes dispuso de una buena falta en la frontal del área que estrelló sobre la barrera. El dominio de la Real en el centro era tan absoluto que no sólo conseguía dificultar enormemente la salida del Sevilla, sino que lograba que no sucediera gran cosa en el encuentro, lo que con el 0-1 campando en el marcador era una noticia espléndida. El despertar del conjunto local no se produjo hasta poco antes de la media hora, cuando Rami reclamó un penalti por una temeraria acción de Yuri, que pareció atropellarle. Clos Gómez lo tuvo tan claro que hasta amonestó al sevillista por las protestas, pero lo cierto es que poco se hubiera podido lamentar que esa jugada hubiera acabado en los once metros. Hasta ese momento, Rulli no había tenido que hacer ni una sola parada. En apenas tres minutos, tuvo que hacer tres intervenciones. Primero, despejó dos disparos consecutivos en la misma jugada, después salió con valentía a los pies de Gameiro y frenó su lanzamiento.
Casi a continuación, la Real golpeó por segundo vez y casi con los mismos protagonistas. Illarra colgó otra falta al área, esta vez desde una posición más centrada y alejada de la portería sevillista, y Markel buscó de nuevo el remate. Pero el balón lo golpeó Krychowiak, convirtiendo la salida de Sergio Rico en una autopista hacia el 0-2, premio para el solidario esfuerzo de la Real y pleno absoluto en sus disparos entre los tres palos. El Sevilla estaba en shock, y era mérito absoluto del equipo de Eusebio. Dónde podría estar esta Real si exhibiera tanto sacrificio, solidaridad y compromiso siempre... Pero como no lo hecho en demasiados momentos, esta victoria momentánea que ostentaba en el Sánchez Pizjuán era oro puro. Y la idea para mantenerla era clara, seguir presionando lo más arriba posible. Pero el plan se torció de mala manera cuando nada hacía presagiar que iba a ser así. La salida tras el descanso mantuvo las constantes de la primera parte, pero un minuto fatídico iba a cambiar el partido.
A los cuatro minutos del segundo acto, Carlos Martínez cayó lesionado en una jugada muy al límite del atacante sevillista en un balón que el lateral realista ya había despejado a córner. Sus gestos de dolor no dejaban lugar a las dudas, y el puñetazo que el bueno de Charly pegó en el suelo mientras se retorcía en el césped confirmaba su mal fario, precisamente en el día en el que Eusebio le había dado la gran oportunidad de la titularidad para dejar definitivamente atrás su mala racha con las lesiones. En ese córner, todavía con diez realistas en el campo, Markel cometió un penalti clamoroso sobre Ramí, que le costó además la tarjeta amarilla. Gameiro disparó desde los once metros, Rulli adivinó que el balón iba hacia el lado derecho de su portería, pero se le coló prácticamente por debajo del cuerpo. 1-2 y el partido parecía abrirse. Pero la Real, ya con Elustondo en el campo, respondió bien, e incluso siguió acercándose al área de Rico, con una falta con la que Illarra intentó sorprender a la defensa sevillista y un remate poco claro de Iñigo en el córner posterior.
El Sevilla no parecía meterse con demasiada fuerza en el partido a pesar de recortar la distancia en el marcador, y no lo hizo hasta pasado el cuarto de hora, cuando Iñigo se convirtió en el protagonista, en el titán de la defensa realista que cortaba todo balón que llegaba al área. Eusebio ya había metido en el campo a Granero para sustituir a un extenuado Zurutuza, buen partido en su regreso a la titularidad, y seguro que ya estaba pensando la manera en la que aprovechar el arreón final del Sevilla, bien con Jonathas o con Bruma, cuando Markel se obcecó en pasar de héroe a villano, de ser el autor del primer gol y de haber robado multitud de balones, a poner el partido en peligro primero con el penalti y después con su expulsión. Sorprende, con la precisión con la que estaba actuando, lo tardía de la entrada que le hizo a Banega. Su segundo amarilla, completamente indiscutible. Markel abocó a la Real a más de 25 minutos de sufrimiento ante un Sevilla volcado y con sólo diez jugadores en el campo.
Y es verdad que esas son las situaciones que peor ha venido manejando la Real en su historia reciente, con lo que el pánico estaba completamente justificado. Pero el equipo txuri urdin respondió prolongando el sacrificio solidario que le había servido para ponerse 0-2 en el Pizjuán y consiguió aguantar el resultado de una manera admirable. Lo hizo, obviamente, reculando unos cuantos metros, pero mostrando un esfuerzo descomunal, además de todos sus integrantes. Vela, aunque ya cazó pocos balones, hizo lo que pudo como delantero único, Oyarzabal se convirtió casi en un lateral más y lo sorprendente fue que lograra acabar el partido en pie. Illarra terminó de firmar una actuación portentosa, de talla internacional aunque su paso por el Real Madrid haya hecho que mucha gente se ha olvidado del pedazo de futbolista que es. Y así todo el equipo con su entrega que supera incluso que el cien por cien.
Rulli, nervioso por alto, estaba portentoso por bajo y entre los palos, y primero despejó muy bien un disparo de Vitolo y después atrapó un balón a los pies del mismo delantero sevillista. Este, por cierto, le golpeó por segunda vez en el partido con un balón ya atrapado, y en ambas ocasiones después de haber visto ya una amarilla. Clos Gómez no quiso estar tan certero con el atacante local como lo estuvo a la hora de mostrarle las dos amarillas a Markel. Incluso se le puede echar en cara algo de cinismo, porque la siguiente vez que Rulli cogió el balón le acabó mostrando tarjeta amarilla por perder tiempo. Era todavía el minuto 76 y eso, con el arbitraje español, es la mejor garantía de que no va a haber un nuevo castigo por demorar los saques, así que Rulli disfrutó de carta blanca para ayudar a que sus compañeros cogieran oxígeno. Antes de que el guardameta argentino despejara un nuevo disparo de Banega, Gameiro tuvo una ocasión que se marchó rozando el palo, y después fue Iborra quien lo intentó sin fortuna, con una Real muy bien parapetada atrás.
Obviamente, los minutos finales supusieron una multiplicación del sufrimiento de los de Eusebio, pero la Real hizo muy bien las cosas y mereció los tres puntos que logró mantener. Le faltó cazar algún balón largo que diera algo más de desahogo, pero no tenía sobre el césped a los jugadores adecuados o en la mejor de las condiciones para poner desplegar esa forma de jugar. Así, la mejor arma de la Real era la pérdida de tiempo. Eusebio contribuyó sacando en el minuto 86 a Mikel González en lugar de Vela para formar una contundente acumulación de jugadores en el área, y Yuri vio también la tarjeta amarilla por demorar un saque de banda. La concentración de la Real permitió que los últimos minutos no se vivieran dentro del área de Rulli, que incluso pudo llegar al final del partido algo más tranquilo de lo que había vivido los minutos posteriores a la expulsión de Markel.
La Real sumó así tres puntos de oro en el Sánchez Pizjuán. El resultado, el mismo que se logró hace apenas tres años, se celebró de la misma forma a pesar de que los objetivos eran casi contrapuestos. En 2013, la Real prácticamente acarició la clasificación para la Champions League con aquel triunfo. Ahora, prácticamente ha certificado la permanencia en Primera y ha dado una tranquilidad valiosísima para afrontar con moral el choque ante el Barcelona, buscando prolongar una racha sin que el equipo blaugrana gane en Anoeta que ya asciende a cinco temporadas. Y como el fútbol tiene cosas graciosas con las que trazar bonitos recuerdos, ya en el partido de ida Krychowiak se había marcado en propia puerta uno de los dos goles con los que el equipo de Eusebio superó al de Emery. Y por si fuera poco en aquel partido de 2013 el Sevilla también se marcó el gol que supouso la victoria en fuera de juego. Fue Rakitic, ahora en el Barcelona. Los guiños del destino reforzaron en Sevilla el valor del sacrificio realista.
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