De la Bella, de lo poco rescatable ante el Getafe. |
El once de Eusebio no fue nada revolucionario, lo que de alguna manera hacía anticipar la debacle. Obviamente, la principal novedad estaba en la portería, donde Oier ocupaba el puesto del sancionado Rulli. Los otros cambios, en realidad, eran bastante naturales. Ni la entrada de De la Bella por Yuri, la de Pardo por Illarramendi, ni la Jonathas por Prieto suponen cambios radicales. En cualquier caso, el temor era evidente, y es que la Real no se tomara muy en serio el partido, habida cuenta su situación clasificatoria y despreciando la posibilidad de acercarse a cinco puntos del Sevilla, séptimo clasificado. ¿Temor? No, certeza en realidad. Las enseñanzas de los últimos años no han calado en el club, que hace tiempo que dejó de dar importancia al estado de ánimo de sus aficionados después de temporadas de fracasos y desilusiones, y Eusebio, que sí ha demostrado ser un gran motivador en las grandes noches, no ha sido todavía capaz de frenar esta apatía de los días más pequeños.
Lo sorprendente es que el rival, un Getafe que en teoría llegaba a Anoeta jugándose la vida, demostró ser un equipo horrendo, justificando claramente esas trece jornadas sin conocer la victoria que se trajo a este encuentro y que la Real, obviamente, premió con regalos a granel. De haber tenido enfrente un rival de verdad y seriamente metido en la competición, la Real habría salido goleada. No hay más que recordar lo que hizo el Granada hace un año en Anoeta, de donde salió con un triunfo nada menos que por 0-3 para coronar otra inane actuación txuri urdin cuando nada tenía ya en juego. Y ojo, que el calendario todavía ofrece el viaje a Villarreal y la visita del Real Madrid a Anoeta. Para colmo, el partido comenzó torcido para los azulones, que en San Sebastián jugaron de rojo, ya que en poco más de un cuarto de hora, tenía dos jugadores amonestados, que además salen de Anoeta sancionados para la próxima jornada, uno de ellos, Roberto Lago, además lesionado, y claramente superados por una Real jugando a medio gas.
El equipo txuri urdin, con lo mínimo, parecía ser infinitamente mejor que el Getafe. De la Bella, con diferencia el mejor atacante realista, era una pesadilla para la defensa visitante cada vez que subía la banda. Eso sí daba igual que para la ocasión la Real jugara con un delantero centro por primera vez en semanas, porque Jonathas sigue siendo incapaz de aportar nada al equipo, ni siquiera un olfato de nueve que debió dejarse en Elche, como se vio en un centro espléndido de De la Bella que se quedó sin rematador. Oyarzabal fue el otro gran protagonista de lo mejor del equipo de Eusebio y suyo fue el mérito de que el 1-0 subiera al marcador. De la Bella efectuó con presteza un saque de banda para que el canterano tuviera tiempo y colocación para meter el balón en el área. Sin remate claro, el rechace de Guaita cayó muerto a los pies de Vela para que hiciera gol casi sin querer. La forma en que el mexicano celebró el tanto, con una frialdad casi insultante para el fútbol profesional en el que nos movemos y llevando de nuevo el brazalete de capitán, fue la mejor demostración del poco interés que tenía el partido para el equipo txuri urdin.
Tras el gol, la Real se dejó llevar definitivamente, cumpliendo los peores augurios de quienes temían que el equipo no mostrara afán competitivo alguno en estos duelos que restan para alcanzar las soñadas vacaciones. La segunda mitad del primer acto fue una oda a la desidia en la que un Getafe igualmente horrendo parecía que no iba a marcar ni aunque un jugador de la Real cogiera el balón con las dos manos y lo impulsara dentro de la portería de Oier. Moi Gómez pifió primero un remate franco en el punto de penalti. Después Pardo frenó con un notable esfuerzo una contra del equipo getafense que pareció nacer en fuera de juego. E Iñigo Martínez hizo el regalo habitual que sigue manchando su hoja de servicios intentando un regate absurdo en la línea de fondo, resbalándose, y dejándole el balón a Sarabia, cuyo centro al segundo palo lo acabó mandando Buendía a las nubes en una posición inmejorable. Pese a la nula categoría que demostró el Getafe, el empate se olía y acabó llegando segundos antes del minuto 45, al rematar Sarabia con toda la ventaja del mundo un centro de Álvaro Vázquez.
Cuando se llegó al descanso, cada equipo había disparado una vez entre los tres palos. Así de malo era el partido, con un equipo incapaz y otro al que ya es difícil poner calificativos. Ni Oier ni Guaita habían hecho parada alguna. Y el resultado, por tanto, era de 1-1. Tan malo fue lo de la primera mitad, que la Real al menos pareció salir tras el descanso pensando que algo más tenía que hacer. Pudo adelantarse por medio de Vela, que intentó por enésima vez esta temporada sin éxito su rosca habitual, estrellándola esta vez en un defensa. Jonathas gozó de un cabezazo totalmente desmarcado, pero su remate tuvo una precisión inexistente e inusual para alguien que presume de ser un delantero. Y entre ambas acciones, un balón que Vergini impulsó con la mano al girarse sobre el suelo bien pudo ser penalti. No señaló nada Sánchez Martínez, un árbitro tan malo como malencarado que consintió muchas acciones del Getafe que merecieron tarjeta y que, sin embargo, no dudó en amonestar por ejemplo a Granero por protestar. Y es que Anoeta sigue siendo una plaza increíblemente cómoda en la que arbitrar.
El ejemplo no tardó en llegar, incluso asumiendo que pudo estar bien señalado. Oier, hasta entonces prácticamente inédito, midió francamente mal una salida a los pies de Álvaro Vázquez, que vio el cielo abierto cuando el guardameta realista se fue innecesariamente al suelo, dejó la pierna atrás y se dejó caer sin más. ¿Penalti? Probablemente. Pero qué fácil caen los futbolistas profesionales de hoy en día. Y qué fácil pitan penalti algunos árbitros, sobre todo si lo comparamos con el barrido que sufrió Vela hace muy pocos días en Eibar y que Melero López no quiso señalar. Ante el Getafe, Sánchez Martínez sí tuvo ganas de pitar. Pitó, y el Getafe no perdonó. Álvaro Vázquez lanzó el balón sin mirar y por el centro de la portería, pero Oier ya se había vencido hacia su derecha. Como en Eibar, y ante un rival en crisis y con incontables jornadas sin ganar, la Real se dejó remontar un marcador a favor. Y lo peor de todo es que ya no sorprenden situaciones así.
Eusebio quiso reaccionar pronto, pero de nuevo padeció las deficientes convocatorias que confecciona. ¿Delanteros? Ninguno. ¿Hombre con gol? Menos aún, porque al Sanse no se le han dado las oportunidad que probablemente ha merecido visto el rendimiento del primer equipo.Y cuánto daño le ha hecho a la Real la lesión de Agirretxe, con cuyos goles habría conseguido que la temporada hubiera sido muy diferente. El técnico realista señaló claramente a Pardo, levemente silbado, para colocar sobre el césped a Granero. Y se rindió a la evidencia, como lo había hecho en las jornadas precedentes cuando le dejó sin minuto alguno, de que su delantero no lo parece y sentó a Jonathas, con protestas más evidentes aún por parte del público, poniendo en el campo a Bruma, tan revolucionado como siempre. Poco efectos tuvieron los cambios sobre el partido, tampoco la posterior sustitución de Markel para dar entrada a Xabi Prieto, que es todo lo ofensivo que podía hacer Eusebio. Y el caso es que la Real tuvo opciones para empatar, sobre todo un buen remate de Vela a pase de Elustondo que se fue algo cruzado o un disparo lejano de Granero que Guaita envió a córner, incluso alguna acción de Bruma, muy prometedora pero mal acabada.
Pero en realidad era imposible, e incluso pudo encajar algún gol más. La Real perdió porque no quiso jugar. Habrá excusas de todos los colores, pero cuando esta situación se repite siempre es porque tiene unas causas enquistadas. La Real, hoy por hoy, demuestra siempre que sólo tiene ambición en momentos puntuales, y no entiende el daño que está haciendo a su gente dejándose llevar de esta manera. Esta derrota ante un colista que demostró por qué lo era es de las que hacen daño. O, mejor dicho, de las que deberían hacer daño. Porque, en realidad, no lo va a hacer. No va a provocar una catarsis, una revolución o siquiera un atisbo de autocrítica. Y eso es lo peligroso. Jagoba Arrasate, David Moyes y ahora Eusebio encadenan tres finales de temporada terribles. Los dos primeros ya vivieron las consecuencias al iniciar la siguiente temporada. O las cosas cambian, o el futuro de Eusebio ya parece escrito para ser cesado en noviembre cuando la Real, otra vez más, prolongue un patético final de campaña. Pero antes, hay que insistir en ello, quedan cuatro partidos más. Cuatro ocasiones de que la herida sea más o menos profunda.
No hay comentarios:
Publicar un comentario