Markel se marchó lesionado. |
A Moyes la táctica del despiste le empieza a resultar un tanto superflua, porque su confianza en los mismos jugadores siempre hace que se pierde la utilidad de esconder sus cartas. Salvo problemas serios, da la impresión de que Rulli, Iñigo, De la Bella Markel, Granero, Xabi Prieto, Canales, Vela y Agirretxe van a tener plaza fija. Con el lateral diestro y el otro puesto de central habrá que esperar algo más porque normalmente Moyes no los ha tenido a todos disponibles, con lo que su elección es más bien por descarte. Lo que ya empieza a ser un tanto desesperante es que dé igual lo que salga o con que actitud lo haga, porque el resultado futbolístico es paupérrimo por defecto. Algunos días con más acierto, como el del Elche, algunos con más corazón, como el del Barcelona, pero Moyes todavía no ha dirigido un buen partido de la Real, aunque la mejoría en defensa con respecto a la etapa anterior sea algo que los datos refuerzan con mucha facilidad. Es verdad que la plantilla no la ha hecho él y que muchos vicios son heredados, pero el escocés está en la obligación de aportar algo más ya.
De esta forma, el espectáculo que ofrecieron Real y Rayo fue sencillamente deplorable, especialmente en una primera mitad infumable. Un fútbol insulso, aburrido, sin garra y sin objetivos claros, un movimiento de balón sin sentido y sin instinto, con una Real no ya abusando sino viviendo literalmente del patadón (y ahí Rulli, de momento, no se acerca al acierto que podía tener Bravo) de una forma casi intolerable, y un Rayo completamente incapaz de convertir su mayor dominio de la pelota en alguna jugada no ya con peligro sino con el más mínimo criterio en las inmediaciones del área realista. Puestos a destacar algo de la Real, es fascinante ver las opciones que puede tener un equipo cuando sí coloca a un delantero centro, puesto que Agirretxe peleó, bajó balones e incluso gozó de un par de ocasiones decentes, a pesar de no poder coronar su partido con algo de acierto. Pero eso es todo lo que el equipo no ha tenido con Finnbogason en el campo. Y también merece ser destacado una semana más Aritz Elustondo, demostrando que hay filial del que tirar vista la incapacidad creativa absoluta que hay en el primer equipo.
Hasta ahí lo reseñable. En el páramo futbolístico que fue la primera mitad, aderezado por un Melero López empeñado en convertir en falta cualquier mínimo roce y que todavía no se sabe por qué no amonestó con amarilla el corte en falta que hizo el Rayo de un contragolpe lanzado por Vela en el último minuto de la primera mitad, la Real tuvo las mejores ocasiones. Agirretxe estuvo cerca del gol en dos opciones, la primera fabricada por él mismo, escorado hacia un lado, con una preciosa maniobra hacia dentro y la segunda con un disparo desde la frontal, ambas repelidas por Toño. Vela tuvo también su opción, pero su disparo acabó en córner. El Rayo no disparó hasta el minuto 40, pero en el tramo final probó en dos ocasiones más a Rulli. El guardameta argentino tuvo que detener primero en dos tiempos un disparo de Trashorras y a continuación Manucho se mostró como un delantero torpe al no meter el pie para rematar un balón a puerta vacía, todo un regalo para una Real que ya se veía por debajo en el marcador. En la contra, Granero disparo desde fuera del área pero su lanzamiento no cogió portería.
Ese último minuto, frenético, fue lo único en el primer acto que respondió al partido atractivo y abierto que se podía intuir con la visita del Rayo. Y la segunda parte no sólo no supuso una mejora, al menos desde el punto de vista de una Real desconocida y sin soluciones, sino que ahondo en la enorme impotencia que provoca el equipo de Moyes en una grada ya tan cansada que vive el paso de los minutos en silencio, sabedora de que no hay nada por lo que emocionarse. Y eso que hubo un atisbo de reacción cuando realizó el único cambio posible para que la Real tenga por fin algo de fútbol: entró Pardo y se retiró Markel, aunque la decisión no fue futbolística sino médica, pues el titular sufrió un problema en el tobillo en la primera mitad y no aguantó más. Pero fue salir el riojano y el equipo txuri urdin se reactivó. Con él en el césped, el Rayo se echó algo más atrás, la salida de balón no era la imposible quimera que había provocado la conversión en pateador de Rulli y el fútbol parecía fluir. Un cambio de juego suyo hizo que, en dos toques más, Agirretxe dispusiera de una buena ocasión. Pero fue un espejismo porque esta Real ni se coloca bien, ni se mueve adecuadamente, ni sabe desplegar nada de lo que se haya podido entrenar en Zubieta.
Aún así, el partido en la segunda mitad estaba volcado sobre el campo de un Rayo sorprendentemente conformista y que fió todas sus opciones, es verdad, a una opción segura: la total ausencia de gol en los jugadores realistas. Vela protagonizó un partido horrible y desganado, con lo que la mejor arma de la Real se desactivó sola y sin que se entienda el porqué. Canales, que aportó alguna buena conducción en la primera mitad hizo de nuevo el habitual camino descendente en los partidos y Xabi Prieto celebró su partido 400 con otra actuación inane. Sólo Agirretxe daba la impresión de ser algo más, pero su partido estuvo lejos de ser perfecto salvo en la entrega incondicional a la causa. El mejor ejemplo, el portentoso control orientado que hizo dentro del área en el minuto 72, dejando el balón en posición perfecta para disparar pero lanzando el balón muy por encima del larguero de Toño cuando parecía una opción propicia. Esa jugada llegó justo después de que Vela reclamase un penalti, que por supuesto Melero López no iba a señalar, puesto que lo único que hizo contra la defensa del Rayo fue engordar en la segunda mitad el número de tarjetas vistas por sus jugadores de forma tan exagerada como intrascendente para el partido.
A 13 minutos del final, Moyes hizo un cambio de apariencia extraña pero que fue por unos calambres, retirando del campo a Aritz Elustondo, con diferencia de lo mejor de la Real, para dar entrada a Chory Castro. Lo que sobre el papel podría parecer un cambio ofensivo, en realidad fue un movimiento difícil de entender, pues colocó a Xabi Prieto como lateral para defender a un recién ingresado en el campo Alex Moreno, que menos mal que alternó malas colocaciones en fueras de juego con algo de egoísmo cuando llegó hasta el área y no hizo sangre en el agujero abierto por Moyes por la ausencia de los dos laterales diestros del primer equipo. El escocés, en todo caso, tiene otras preocupaciones evidentes. Uno de las incontables jugadas a balón parado desaprovechadas por la Real, esta vez un córner, resultó en un contragolpe del Rayo que acabó también en la esquina. El equipo de Paco Jémez, a pesar de su conformismo, no dudó en aprovechar esa oportunidad de oro para ganar el partido. Simplemente lanzó un balón al punto de penalti para que lo rematara su jugador más alto, Manucho, horriblemente cubierto por un De la Bella que está firmando, con diferencia, su peor temporada en la Real.
Quedaban apenas nueve minutos para el final y la reacción de la Real fue inexistente, otro motivo para la preocupación porque hasta eso ha perdido el equipo txuri urdin. Moyes, que había retrasado unos cuantos minutos su tercer cambio sin que se entienda muy bien por qué viendo a Finnbogason ya listo en la banda, lo sacó a la desesperada por Granero. Por supuesto, el islandés apenas llegó a tocar la pelota en los siete minutos que quedaban para que finalizara el encuentro. Fueron unos minutos eternos, una muestra absoluta de impotencia y de falta de hasta los más mínimos criterios futbolísticos para competir al más alto nivel. Una falta lateral botada por Canales contra la barrera fue la gota que colmó el vaso de esa impotencia y la demostración de que entre la regeneración futbolísitca que necesita este equipo está el ejercicio continuo durante la semana de las jugadas de estrategia. La Real no sólo perdió el partido ante un Rayo menor, reflejo de la ínfima calidad de la Liga en la que los realistas siguen paseándose con mucha más pena que gloria, sino que murió absolutamente entregada, algo que tendría que ser inaceptable para el club y para su técnico y que Anoeta reprochó con una pitada en cuanto Melero López señaló el final del encuentro.
Si todavía podía haber algún resquicio para la duda, con esta derrota la Real ha zanjado cualquier debate: el objetivo es la permanencia. No hay otro. Y es más, se va a sufrir por conseguirla. 19 puntos en 19 partidos es la peor marca de la Real desde la temporada del descenso, la 2006-2007, cuando sumó 13, y una media muy justa para salvar la temporada en mayo tras la jornada 38ª, porque visto lo visto igual 38 puntos sí bastan. Lo más tranquilizador es el lamentable nivel de tantos equipos de la competición, porque parece evidente que la Real va a ganar muy poquitos partidos por sus propios méritos, pero el calendario es ya un enemigo muy a tener en cuenta porque fuera de casa, donde la Real sigue siendo el único equipo que no ha conseguido ganar, tendrá que jugar contra cinco de los siete primeros clasificados, además de visitar San Mamés, en un partido que ahora mismo tiene ya tintes de tragedia griega. Sin fútbol, sin pizarra, sin trabajo y sin ilusión, esta inesperada derrota viene a confirmar que la Real está llamada a penar por la Liga de aquí a mayo a menos que haya una reacción clara y contundente a todos los niveles.
2 comentarios:
Llevo varios partidos sin ver a la Real, pero por lo que parece tampoco me pierdo gran cosa.
Antonio, te estás perdiendo despropósito tras despropósito, sí...
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