El marcador final, otra victoria de la Real al Barça. |
La apuesta de Moyes fue la de fortificar el centro del campo, pero no precisamente con jugadores que destaquen por la carga de trabajo que aportan. Es verdad que la línea de mediapuntas que alineo es la más coherente posible, con Chory Castro en la izquierda, Xabi Prieto en la derecha y Canales en el centro, pero el aspecto físico del que tanto se ha hablado esta semana, incluso el propio técnico en rueda de prensa, no jugaba a su favor. La respuesta fue de campeonato. Y tampoco suele ser positivo colocar a Vela en punta, una posición en la que no saca lo mejor de su fútbol a nivel personal y que en lo colectivo priva a la Real de su mejor baza desde la segunda línea ofensiva. Y ahí sí se notó, aunque quizá fuera una medida de precaución por su estado físico. El primer análisis, de todos modos, se esfumó al marcar la Real en el minuto 2. Un córner botado en corto dio paso a un centro de Canales que encontró el inesperado remate de Jordi Alba contra su propia puerta para dejar a Bravo con el molde y viendo a sus ex compañeros celebrar el gol.
A partir de ahí, la apuesta de la Real fue la de encerrarse. Sin más. Y a correr en todas las zonas del campo como si fuera el minuto 92 de la final de la Champions. El equipo reculó, se pertrechó en el interior de su área hasta con una línea defensiva de seis jugadores con el fin de que el Barcelona no fuera capaz de acercarse a los dominios de Rulli. Eso lo consiguió, con más sufrimiento en la segunda parte que en la primera y probablemente más por el cortocircuito al que contribuyó Luis Enrique que por sus propios méritos defensivos. En la primera mitad, el equipo blaugrana apenas fue capaz de trenzar una sola jugada que llegó hasta el interior del área. Todo lo demás eran intentos individuales de Luis Suárez o Iniesta que normalmente acababan en un despeje de la defensa. Y eso que hubo imprecisiones bastante palpables en el entramado realista, algunas muy notables de un Rulli mucho más nervioso de lo que se le había visto hasta ahora, pero el Barcelona no se pareció lo más mínimo al equipo temible que cabía esperar, incluso sin Messi y Neymar en el once inicial.
Si en defensa los agobios de la Real eran mucho más por la posición de la pelota en zonas cercanas al área de Rulli y a la aplastante posesión blaugrana, en ataque el partido de la Real fue terrible, sobre todo en la primera mitad. Incapaz de dar dos pases, no hubo nadie que pudiera conectar con los atacantes. Ni Markel o Granero desde el centro del campo, ni Rulli o Iñigo con sus balones largos, ni mucho menos De la Bella o Carlos Martínez desde los laterales. Aún así, Chory Castro y Canales fueron capaces de aguantar algún balón y, al menos ganar unos preciosos segundos en los que el agobio no fuera tan grande. Y aunque el fútbol ofensivo brillara totalmente por su ausencia, a la Real le dio para tener una enorme ocasión de gol. Canales destrozó con una finta a Montoya, dentro del área, y su posterior disparo lo tuvo que despejar Bravo a córner. Vela estaba pidiendo el balón en posición de ariete, pero Canales optó por jugársela. El Barça sólo pudo marcar con un disparo lejano de Pedro que, tras rebotar en un defensa, sacó Rulli como pudo.
Como el fútbol dejó paso a la brega y el corazón, quien cogió protagonismo fue Del Cerro Grande, otro de esos árbitros de ínfima categoría que viene demostrando esa condición con la Real desde su paso por Segunda División. Dejó sin señalar un penalti de Jordi Alba sobre Xabi Prieto cuando este buscaba un centro desde la banda izquierda, se inventó una tarjeta amarilla a Iñigo Martínez por una mano que ni siquiera él mismo vio y que tardó mucho tiempo en pitar se supone que por indicación de un todavía más equivocado asistente, y mostró tarjeta amarilla a Vela por una caída en el centro del campo, exagerada y ficticia ante Mascherano pero como resultado de un forcejeo previo ante Busquets. La Real no suele tener ese beneficio de tener amonestados a los jugadores más destacados de su rival, además se seguir siendo un equipo que, ya en enero, aún no ha tenido un penalti a favor. Como es tendencia y desde hace bastantes años (no hay que olvidar que la Real que subió a Primera, campeona de Segunda y máxima goleadora de aquella Liga, no vio un penalti hasta la jornada 38), es como para pensar algo raro.
Al menos la Real tuvo la suerte de que Del Cerro Grande no sucumbió a la tentación de pitar un penalti por mano de Iñigo Martínez que no era en realidad infracción, puesto que el balón procedía de un rebote en Ansotegi, pero viendo las faltas que pitaba hacia uno y otro lado casi parece una casualidad. En la segunda parte acabó mostrando una amarilla a Granero por protestar (lo que habría sido la segunda amarilla a Mathieu por enganchar a Chory Castro en una contra), exageradísima a todas luces y con un gran coste para la Real, porque ni él ni Markel Bergara podrán estar la próxima jornada por acumulación de amonestaciones. Aún así, lo mejor es que las tarjetas amarillas no frenaron el ímpetu de la Real y su corazón latió todavía con más fuerza en la segunda mitad. La demostración física y emocional de ese segundo acto fue sobresaliente y espectacular, y sobre todo una reivindicación en toda regla de la Real como equipo y de algunos de sus jugadores particularmente, como Canales, Chory Castro o un Granero que hizo una segunda parte descomunal. Si Moyes quería intensidad, lo de hoy ha sido un ejercicio brutalmente satisfactorio.
Si en la primera parte la Real sufrió, lo de la segunda ya no tuvo nombre, pero en realidad sin sufrir demasiados disparos a puerta. Luis Enrique metió primero a Messi en el descanso, y a Neymar diez minutos después. Con toda la artillería culé sobre el césped, los jugadores de la Real comenzaron a multiplicarse. Lo de Granero fue impresionante, pero también Chory Castro peleó, multiplicándose por dos o por tres, todos y cada uno de los balones largos con los que una y otra vez despejaban los defensores realistas las acometidas del Barcelona. Canales se convirtió en el mejor lanzador de balones desde la parte de atrás, y Prieto por fin aparecía para dar pausa y dejar algunos balones buenos para las subidas de Carlos Martínez o las incursiones de Vela por la banda. ¿Ocasiones de peligro? Muy poca cosa, sobre todo un cabezazo de Prieto que se fue arriba tras una poco usual salida en falso de Bravo. Esa ocasión fue en el minuto 61 y a partir de ahí la Real tomó la clara decisión de emplear todas las salidas que pudiera acometer en perder tiempo de juego, en sostener la pelota o mandarla tan lejos como le fuera posible.
El gol del Barcelona se palpaba más por la posesión de la pelota, que en la segunda mitad sí cruzó el área de Rulli con mucha asiduidad, que por la claridad de las ocasiones, pero alguna sí hubo. Rulli solventó todo el nerviosismo que había mostrado en la primera mitad de un auténtico plumazo y se convirtió en el salvador, sobre todo con un mano a mano que le sacó a Luis Suárez con una categoría superlativa. Luego le sacó también otro cabezazo a bocajarro, aunque esa jugada estaba invalidada por fuera de juego del uruguayo. Pero con esas dos intervenciones y sus buenas salidas por alto y por bajo aportó muchísimo a la tranquilidad del equipo, que se pudo dedicar a lo suyo sin temblar. No tembló Ansotegi, no lo hizo un Iñigo que le sacó a Messi su carrera más clara, quizá algo más De la Bella, que fue el que más exhausto pareció en defensa en el tramo final del encuentro, el que siempre aprovecha Markel para convertirse en un perro de presa y que incluso acabó viendo una tarjeta amarilla más que merecida tras tres faltas duras a Neymar dos y a Messi la última.
El movimiento de Moyes desde el banquillo fue retirar a un Chory Castro absolutamente vacío, ovacionado por Anoeta por su descomunal esfuerzo, hoy brillante en todos los aspectos para recuperar al delantero centro. Finnbogason apareció en el campo y no mejoró las sensaciones precedentes, aunque provocara el aplauso unánime de la grada por una patada a Jordi Alba para frenar el ataque del Barcelona con Vela en el suelo. El mexicano fue, de hecho, el segundo cambio, ya en los instantes finales del partido y ya para perder tiempo, completamente agotado también y sin haber podido contribuir con su magia al juego de la Real. Y ya en el descuento, cuando Anoeta saboreaba el triunfo, un gran Canales dejó su puesto a Yuri. Sólo quedó tiempo para que Neymar demostrara o bien su desconocimiento del reglamento o bien su poca inteligencia al arrebatarle a Rulli el balón en su movimiento de saque cuando eso es algo que es falta y tarjeta amarilla, como acertó Del Cerro Grande a señalar. El final llegó y Anoeta, ese campo en el que el Barcelona no gana desde 2007, estalló de júbilo.
Ganarle al Barcelona en el fútbol actual es una hazaña. Superar a Real Madrid, Barcelona y Atlético de Madrid la misma temporada es algo excepcional. Y hacerlo además merecidamente es algo a tener muy en cuenta. Y esta Real, que por desgracia está firmando una temporada decepcionante, lo ha hecho. No tiene techo, pero sí pies de barro. A la Real le sigue faltando fútbol, muchísimo, pero su despliegue ante el conjunto catalán es la enésima demostración de que una Real con corazón puede superar absolutamente a cualquiera sin excepción. Si esta es la intensidad que Moyes puede sacar del equipo, cabe esperar que aparezca de una forma más regular y no sólo en las grandes citas. Ese es el reto del escocés, y más teniendo en cuenta que esperar en el horizonte la salida a Granada y dos partidos consecutivas en Anoeta ante Rayo y Eibar. Anoeta, de hecho, empieza a parecerse a un pequeño fortín. Si eso dura, el objetivo de no pasar apuros se conseguirá pronto y de forma holgada. Pero la pelota, nunca mejor dicho, está en el tejado de los jugadores. Este es su camino. Lo han mostrado. Ahora tienen que seguir recorriéndolo.
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