Finnbogason, otro partido inoperante. |
Tras su rocambolesca convocatoria de despiste, Moyes cumplió con lo anunciado y mezcló titulares, suplentes y jóvenes, dejando incluso algunos mensajes claros de lo que podemos esperar de aquí en adelante. Con Zubikarai bajo palos por la lesión de Rulli, y probablemente en todo caso después de quedar relegado a la suplencia en la Liga, Mikel González entró junto a Iñigo Martínez, mientras que Yuri y Carlos Martínez fueron los laterales. Markel y Granero, que no jugarán en Granada, repitieron en el doble pivote y parecen gozar de la confianza incondicional del escocés. Por lo tanto, si Pardo quiere jugar tendrá que ser en la mediapunta, y esa es quizá la conclusión más negativa que dejó el partido, puesto que el riojano pasó absolutamente desapercibido. Y la historia de Gaztañaga se parece cada día más a la de Javi Ros, aunque el ya ex realista al menos sí pudo disfrutar de esta misma eliminatoria copera de hace un año. La entrada de Pardo en la mediapunta desplazó a Prieto a la banda, con Hervías en la contraria. Y Finnbogason tuvo otra nueva oportunidad de demostrar que no es que le falte gol, sino hechuras de delantero de nivel.
A la Real le faltaron muchas cosas en su despliegue ofensivo, pero sobre todo careció de mediapunta, por la ya mencionada ausencia de facto de Pardo, y sobre todo de delantero centro. Finnbogason no consiguió bajar un solo balón, no incomodó a la defensa del Villarreal y en las pocas ocasiones en las que pudo haber encarado la portería de Asenjo se mostró lento o apático. Sobre todo se pudo ver ese compendio de defectos en una pifia de Gabriel que pareció dejar toda la ventaja al islandés para encarar al guardameta del Villarreal, pero sus movimientos a cámara lenta dieron tiempo más que suficiente al defensa local para rehacerse. En cualquier caso, en sus primeros minutos el partido se pareció mucho al de Liga, un choque parejo, con muchas imprecisiones, bastante velocidad y por eso había tantas acciones fallidas, y un Villarreal que estaba lejos de ser el equipo arrollador de sus mejores partidos. Pero si en el choque de Liga eso se mantuvo durante toda la primera mitad, en este de Copa la Real comenzó a diluirse mucho antes, después tan solo de un cuarto de hora.
No es que el Villarreal se convirtiera en una máquina arrolladora de fútbol, pero sí quedaba claro que dos toques bien dados por su centro del campo desarbolaban por completo el entramado defensivo de la Real. Carlos Martínez y Yuri sufrieron lo indecible ante cada pase abierto del Villarreal, jugadas que concluían muchas veces en centros al área que no terminaban de encontrar rematador. La primera jugada de esas características la disfrutó Giovani en el minuto 21, pero pifió el remate cuando el 1-0 parecía ya inevitable. Ahí, con esa jugada, se decantó el partido definitivamente del lado del Villarreal, la posesión de la pelota se disfrutó siempre en campo de la Real y el único portero que tuvo que preocuparse de algo fue Zubikarai. Esa jugada nació por la banda izquierda del ataque del Villarreal, como el tiro a puerta más franco de que disfrutó en la primera mitad, en el minuto 29 y a cargo de Gerard, pero el fuerte disparo fue al cuerpo de Zubikarai, muy seguro durante todo el partido, incluso en sus despejes de puños.
Moyes intentó cambiar la dinámica del partido cambiando a sus extremos. Xabi Prieto pasó a la izquierda y Hervías a la derecha, pero ni así consiguieron entrar en juego. En realidad, ningún jugador ofensivo de la Real puede salir satisfecho de su actuación o de haber tenido alguna oportunidad de cambiar el partido. Por eso, la sensación de que el Villarreal acabaría marcando era cada vez más intensa. Pina primero y Jonathan Dos Santos después gozaron de buenas ocasiones antes de que un casero Gil Manzano enviara a los dos equipos al vestuario. Tras el descanso, el panorama pareció igualarse mínimamente, pero si en la primera parte apenas se extendió durante quince minutos en la segunda fue una sensación más que una realidad. El Villarreal mantuvo el mismo juego, triturando a los laterales realistas, minimizando el esfuerzo de sus dos mediocentros y haciendo que el balón cruzara el área de Zubikarai de lado a lado en busca de un rematador que no terminaba de llegar.
La buena noticia dentro del sufrimiento general es que la Real consiguió que las muchísimas acciones a balón parado de que dispuso el Villarreal, sobre todo córners, no sirvieran para inquietar demasiado a Zubikarai. Es decir, que algo sí hay de fortaleza defensiva desde que Moyes es entrenador de la Real, no en vano ha terminado cinco de los nueve partidos que ha dirigido con la portería a cero. ¿Pero y la otra portería? Ahí es donde la Real tiene un colosal trabajo por delante. Sin Vela, el equipo pierde toda su capacidad ofensiva. Eliminando el oasis que fue la visita a Anoeta del Elche, superado con un hat-trick precisamente de Vela, la Real de Moyes apenas ha convertido cinco goles en ocho partidos, dos de Finnbogason ante un Segunda B y uno en propia puerta, el de Jordi Alba del pasado domingo. Aún así, no se puede negar que Moyes vio un resquicio para ganar el partido, porque hizo un doble cambio con ese mensaje. Entraron Agirretxe y Canales por Finnbogason y Hervías. El 9 realista, con dos simples movimientos, ya demostró ser mucho más delantero que el islandés, aunque no gozara de ninguna ocasión de gol.
Lo cierto es que la Real no llegó a disparar entre los tres palos, con lo que Asenjo fue el jugador más tranquilo de todo el partido. La Real, efectivamente, se olvidó de atacar o no supo cómo hacerlo, lo cual sería en realidad más preocupante, y eso se suele acabar pagando. Bruno, a quien Marcelino había puesto ya en el campo junto a Cheryshev y Vietto porque el técnico del Villarreal veía la necesidad de certificar su aplastante dominio en una victoria, metió un fantástico balón precisamente a Cheryshev, que aprovechó la lentitud de Mikel González para iniciar la carrera y que Zubikarai no llegó a cubrir el ángulo contrario de su portería para cruzar un buen balón y hacer el previsible y muy merecido 1-0. La Real no reaccionó y su tercer cambio, Elustondo por Markel, pareció más el adelanto de lo que sucederá la próxima jornada de Liga para cubrir las ausencias que un intento de cambiar algo. El Villarreal se mantuvo en los minutos finales como durante todo el partido, enviando pases espléndidos que nunca encontraron rematador, desde las bandas y desde la línea de fondo, y en realidad buscando el gol de forma más incisiva con libres directos que Zubikarai siempre resolvió con acierto.
El 1-0 es noticia tan mala como buena, según se quiera mirar. La Real, obviamente, llegará con desventaja al partido de vuelta y sin haber marcado como visitante, lo que hace que cualquier gol que pueda marcar el Villarreal en Anoeta tenga valor doble en caso de empate. Pero el partido se aproximó más en sus sensaciones al 4-0 de la Liga que al 1-0 que acabó reflejando el marcador en este encuentro de ida de los octavos de la Copa, y eso tiene aspectos positivos porque al menos hay un partido de vuelta en el que intentar arreglar la deficiente actuación en El Madrigal. La eliminatoria, por tanto, está viva, que es en realidad lo que querían los dos entrenadores, pero es evidente que el Villarreal ha puesto por ahora mucho más que la Real para jugar los cuartos de final de la competición. Si la Real quiere remontar, tendrá que recordar que hay dos porterías en el campo. La suya la defiende razonablemente bien, pero si no se da cuenta de que hay otra en el extremo opuesto del campo, si sus delanteros no recuerdan el camino al gol y si no se recupera la estrella de Vela, pasar de ronda será una misión imposible.
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