El once que presentó Santana. |
Santana no quiso armar una revolución, sino volver a la esencia. ¿Estaba ahí el corazón perdido? Quién sabe, pero el caso es que el resultado no pudo ser mejor para este su primer y en teoría único partido al frente del equipo. Los cambios fueron contados pero significativos. Mikel González recuperó el estatus de titular junto a Iñigo Martínez en el centro de la zaga, Carlos Martínez volvió al once supliendo a Zaldua, Granero acompañó a Markel en el doble pivote de un 4-2-3-1, Agirretxe mantuvo la titularidad en el ataque y Vela logró una libertad absoluta de movimientos dejando que Xabi Prieto cayera con más frecuencia en la banda derecha. Y aunque el resultado fuera una victoria tan necesaria en la clasificación como balsámica para el estado de ánimo, no se puede decir que el partido comenzara como hubiera sido deseable. No se produjo ese comienzo arrollador que temía el Atlético de Madrid dada la situación de la Real y los dos equipos ofrecieron un recital de balones perdidos, de imprecisiones y de centrocampismo vacío.
El partido sólo podía romperse por un gol y fue del Atlético. Un centro de Raúl García desde la derecha, defendido con poca intensidad por la Real, llegó hasta Mandzukic en el segundo palo sin que pudieran interceptarlo ni Mikel González ni Carlos Martínez. El delantero rojiblanco sólo tuvo que poner el pie, probablemente en su única acción acertada de todo el partido, para adelantar a su equipo. Era el minuto 9, era la primera acción de peligro en cualquiera de las dos áreas y, como durante toda esta angustiosa temporada, a la Real le tocaba remangarse y pelear para remontar. Empieza a ser algo inaudito que el equipo txuri urdin haya comenzado perdiendo todos y cada uno de los partidos de esta temporada a excepción del de Córdoba y que haya encajado al menos un gol en todos los encuentros. Si se cura esa herida, se curarán muchos de los males de la Real. Y ahí tiene que jugar un papel esencial Iñigo Martínez, que ante el Atlético comenzó realmente mal, errando en un par de despejes y a veces mal colocado y que acabó demostrando en la segunda mitad la jerarquía que se espera de él.
Con el 0-1 es cuando verdaderamente se notó el cambio en la Real. Lo que con Jagoba era un desánimo y una pesadez en las pierdas a veces inverosímil, por su culpa, por la de los jugadores o por una mezcla de ambos, en este partido de la interinidad de Santana se convirtió en pelea, orgullo y corazón. Los balones divididos era de la Real. Su centro del campo era mucho más fuerte que el del Atlético, insistiendo en la idea de que es precisamente su fortaleza y rocosidad lo que ha llevado a los de Simeone al punto en el que están. Y en ataque se veía a un Vela más que dispuesto a retomar su papel de estrella de este equipo. Tras un buen cabezazo de Agirretxe que se marchó fuera por poco y que mostró que la Real tenía la disposición de levantarse del golpe que supuso el 0-1, fue precisamente el mexicano quien hizo el empate sólo cinco minutos después del tanto que abrió el marcador. Uno de sus disparos de rosca, sensacional, se coló en la portería sin que Moyá pudiera evitarlo. Un auténtico golazo, de los de estrella, de los que cabe esperar de Vela, producto de la calidad que tiene la Real y que se deja ver con facilidad cuando los once jugadores ponen sobre el campo el corazón necesario.
Ya con el empate comenzó el show de Alvarez Izquierdo, un árbitro lamentable, incapaz de controlar un partido, que pita muchas veces sin tener ni idea de lo que está sucediendo y que tan pronto te puede hundir un partido como facilitártelo. Lo primero que hizo fue omitir un penalti clarísimo de Godín sobre Vela. Y aún peor, mostró tarjeta amarilla al mexicano. No se han visto piscinazos rivales en Anoeta sin amonestación como para que encima haya castigo disciplinario en el caso de un realista. Luego comenzó su show de tarjetas, y ahí, salvo la que sacó a Yuri claramente para compensar por una faltita inocente y nada peligrosa, al menos sí mostró firmeza ante las acciones del Atlético. Arda y Juanfran vieron la amarilla en la misma jugada, el primer por golpear y el segundo por protestar. Eran los mejores minutos de la Real en mucho tiempo, con un Granero dominador en el centro del campo, sensación de peligro en ataque y cierta solidez atrás, sólo rota por una salida en falso de Zubikarai ya en el último minuto de la primera mitad que Godín aprovechó para cabecear alto.
Antes de eso, Agirretxe había dispuesto de una ocasión clarísima. Demostró su categoría como delantero en una pillería para captar un pase atrás de Miranda y regateó con elegancia a Moya, pero su disparo a puerta vacía fue bastante malo y Godín llegó a tiempo de sacarlo, muestra de la poca confianza que tiene ante la portería contrario. Poco después, un centro con la zurda de Carlos Martínez, que no ha perdido su entusiasmo en este periodo de suplencia, acabó envenenándose y Moyá lo tuvo que sacar con los puños. El descanso, pese a su postrera ocasión, fue una suerte para un Atlético de Madrid que perdió por completo su solidez ante los arrestos de la Real. Y con el comienzo de la segundad mitad el partido se puso muy de cara para los realistas. Siqueira vio dos tarjetas amarillas en un intervalo de tres minutos, la primera por una plancha violenta sobre Xabi Prieto y la segunda por una siega a Vela tan clara que parecía mentira el nivel de protesta no sólo en el lateral rojiblanco sino en buena parte de sus compañeros, sobre todo un Raúl García que también vio la amarilla y que por insistencia se acabó jugando hasta la expulsión. Esa segunda amarilla, por cierto, se sacó por las protestas de los realistas que tanto se han echado en falta en otras ocasiones.
La Real se encontró, por fin, un panorama alentador en el partido. De menos a más, habiendo solucionado el problema que supone un gol en contra, siendo mejor que el rival y, además, gozando ya de superioridad numérica. Y mantuvo el corazón necesario para que un partido así se decantara de su lado, pero sorprendió el enorme paso atrás del Atlético, que se encomendó a ese empate. Los visitantes sólo tuvieron una ocasión para llevarse el partido, pero Mandzukic, completamente desmarcado y con toda la ventaja del mundo tras una buena jugada de Ansaldi por la izquierda, envió el balón fuera. Antes de eso, el propio delantero rojiblanco puso en aprietos al colegiado, al arrollar a Vela, golpeándole con el hombre en la boca y partiéndole el labio. La jugada se produjo dentro del área, el penalti era más que sancionable, pero por segunda vez en el partido Alvarez Izquierdo miró para otro lado. Y lo hizo incluso en una tercera ocasión, cuando una mano de Ansaldi se fue al limbo. Si es mano o no tendrían que aclararlo los árbitros de una vez por todas, porque ese mismo penalti se ha señalado esta misma jornada y no precisamente en Anoeta.
Esos minutos, embarullados, llenos de polémica y con un rival que gusta de estos escenarios revueltos, fueron los más complicados para la Real. Santana había introducido un primer cambio que no modificaba demasiado el escenario, colocando a Zaldua para jugar por la banda izquierda en lugar de Yuri (al que, eso sí, protegía de una segunda amarilla dentro de la locura de Alvarez Izquierdo), y tardó lo indecible en volver a mover al equipo. Ese fue el punto más débil de su primer partido en el banquillo de la Real. Quizá vio que con lo que había se podía ganar, pero la chispa de Hervías, la calidad de Zurutuza o más madera con Finnbogason eran opciones muy válidas. En esos minutos, la Real no tuvo demasiadas ocasiones de gol. Vela intentó repetir su gol pero esta vez Moyá si llegó a atajar la pelota. Pero el 2-1 acabó llegando de la manera más clásica. Zaldua, a pierna cambiada, centró con rosca hacia el corazón del área y allí Agirretxe, ayudado por la lejana marca de Miranda, conectó un espléndido cabezazo, muy suyo, ante el que nada pudo hacer el guardameta rojiblanco. Su celebración, señalándose el escudo, todo un síntoma de lo que significaba el tanto.
Con el 2-1, que llegó en el minuto 82, la Real se marcó un objetivo claro, uno que tantas veces no ha sabido cumplir y que tantos puntos ha costado (los tres del Getafe o el de Córdoba, sin ir más lejos): que no se jugara absolutamente nada de ahí al final. Y esta vez lo logró. Entre los cambios realistas (Hervías sustituyó a un voluntarioso pero no excesivamente acertado Chory y Zurutuza en lugar de un muy merecidamente ovacionado Vela), los intentos a la desesperada del Atlético (incluyendo la entrada de un Griezmann, suplente de inicio y silbado por la afición realista cuando saltó a calentar primero y al terreno de juego después) y la habilidad de Xabi Prieto, Vela, y sobre todo Hervías para aguantar la pelota y forzar alguna falta más, no hubo nada en esos minutos. Al corazón, la Real le sumó cabeza, algo que no ha tenido en muchas situaciones de la presente temporada, y el Atlético se desesperó con la intensidad txuri urdin y con la ausencia de respuesta futbolística por su parte. El triunfo se quedó en Anoeta y la explosión de júbilo al final fue la que merecía una victoria tan importante como esta.
El marcador final, un valiosísimo 2-1. |
No hay comentarios:
Publicar un comentario