Jagoba Arrasate conformó una buena alineación, pero que deja una evidencia, ahora ya del todo clara, que tampoco se puede pasar por alto: se tiró a la basura el partido del Camp Nou. A partir de esa certeza, todo lo que dispuso el técnico realista sobre el césped para luchar contra el Sevilla, y teniendo en cuenta las bajas, tenía sentido. Los centrales titulares, José Ángel por De la Bella, Carlos Martínez en busca de su mejor forma en la derecha, Pardo y Griezmann por delante de Markel Bergara, con Chory y Vela en las bandas y Agirretxe en pinta. Con esa disposición, el arranque de partido fue el previsible, con una Real dominando en la posesión, pero con la ya habitual ausencia de chispa, y el Sevilla esperando atrás para no dar espacios a los hombres realistas de ataque. Quizá el único que se salía de ese guión fue José Ángel, muy participativo e incisivo. Pardo lo intentaba, moviendo el balón en corto y en largo. Pero fallaba, efectivamente, esa chispa. Si Griezmann y Vela no se convierten de nuevo en los jugadores desquilibrantes que son, el balón no llegaba a Agirretxe y el gol empieza a ser una misión imposible.
La primera jugada de verdadero peligro acabó con un claro penalti sobre Vela. Y hay que decirlo con absoluta rotundidad, sin miedo y sin los aspavientos con los que se analizan las actuaciones arbitrales cuando son otros equipos los que juegan: un claro penalti. Con la misma rotundidad se puede lamentar que Velasco Carballo no quisiera pitarlo, porque efectivamente no quiso pitarlo, no hay otra explicación porque tuvo que ver la jugada con meridiana claridad. El mexicano superó a Pareja, y el sevillista le agarró primero y le colocó el brazo en la cara después, impidiendo que su regate fuera efectivo y dando tiempo a Alberto Moreno para llegar al despeje. Viene a ser curioso que ante este tipo de jugadas los árbitros se quejen de los jugadores que simulan y, sin embargo, fuercen a los futbolistas a intentar el piscinazo porque así parece tener más opciones de que se pite penalti. Es esa deleznable frase de muchos comentaristas deportivos cuando dicen "si se deja caer, lo pita". Y que nadie lo dude, porque además Velasco Carballo lo ha demostrado hoy, si esa infracción se comete en el centro del campo la señala.
Sólo cinco minutos después de ese penalti, que cambia por completo el partido, el Sevilla se adelantó. Y aunque haya quien quiera ver un fallo de Iñigo Martínez, da la impresión de que es simplemente una buena jugada, un buen pase de Rakitic a la espalda de la defensa, un sensacional control de Jairo, y un buen toque para superar a Bravo en su salida. La Real vivió entonces los peores minutos del partido, cuando dio la impresión de que el Sevilla podía lanzarse a por el segundo y finiquitar el encuentro. No lo hizo, y fue porque no quiso. El equipo de Emery decidió, conscientemente, fortificarse en torno a su área, buscar jugadas individuales de 40 o 50 metros o balones largos que recorrieran la misma distancia. Y es verdad que pudo hacer el 0-2 en el minuto 41, cuando Trochowski, a puerta vacía, lanzó el balón fuera de forma incomprensible.
La Real no dio demasiadas señales de vida en la primera mitad, al menos no las que es capaz de dar, pero sí fue entonándose poco a poco y haciendo que mejorara su juego de toque en el centro del campo, aún siendo lento y careciendo de esa ya famosísima chispa. Griezmann, increíblemente fallón durante casi todo el partido, dispuso de las dos ocasiones de gol realistas de la primera mitad. El fallo en la primera es absolutamente incomprensible en un jugador de su clase. Después de una grandísima jugada de la Real, una de esas que confirma que la genialidad sigue ahí esperando explotar en el momento menos pensado (y, por favor, que sea más pronto que tarde), el francés intentó enganchar el balón de primeras cuando tenía todo el tiempo del mundo para controlar y fusilar a Beto. En la segunda, se le quedó el balón perfecto para disparar con la zurda por el flanco izquierdo del área, pero su lanzamiento fue muy defectuoso. El Sevilla, con más bien nada, se marchó a los vestuarios ganando.
En la segunda parte, además, el equipo de Emery decidió dar otro paso atrás y seguir fomentando las malas artes del antifútbol, con patadas a destiempo, corte sistemático de salidas de la Real por el centro, pérdidas de tiempo y tantas otras cosas, esas con las que la Real no sabe lidiar. Así, acumuló tantas amonestaciones que al final a Velasco Carballo no le quedó más remedio que expulsar a Cala y dejar al equipo sevillista con diez hombres cuando apenas quedaban cinco minutos para el final, pero con un equipo así siempre da la sensación de que se han ido de rositas ante tanta acción miserable, como la misma tomadura de pelo del propio Cala de quitarse las espinilleras en pleno campo después de ser expulsado o el patético teatro de Jairo en los instantes finales para detener el partido durante casi dos minutos, como si le hubiera roto el pómulo, y acto seguido pedir el reingreso en el terreno de juego. El fútbol no quiere evolucionar y frenar actitudes que, hoy por hoy, sólo tienen cabida en este deporte y, aún más, serían impensables en otros muchos.
Arrasate confirmó que no es demasiado amigo de los cambios en el descanso y prefirió mover una pieza con los hombres que ya tenía sin introducir a nadie de refresco. Lo único que hizo fue darle a Vela la mediapunta y devolver a Griezmann a la banda. Pero el mexicano, salvo un chispazo puntual, deambula por los partidos como ausente. Es obvio que tiene mucha calidad, pero hace falta algo más, la Real necesita ese algo más. Y, de nuevo, cuanto antes. Aún así, él fue el primero en disparar al lateral de la red y él fue quien debió marcar en el minuto 56, pero su cabezazo, tras forzar Agirretxe una mala salida de Beto, se estrelló en el palo, y el balón, que pudo salir a cualquier lado, le cayó en las manos al guardameta sevillista. Además de chispa, a la Real le faltó suerte en ataque. Es verdad también que a renglón seguido Bravo salvó el segundo del Sevilla en una jugada de Jairo, individual porque no podía ser de otra forma.
La Real recuperó algo de fortuna, por fin, en el minuto 65. Un centro de Vela al segundo palo lo remató Griezmann y lo sacó Beto, pero el realista aprovechó la pasividad del defensa que le marcaba para meter de nuevo el pie y hacer el gol. Un respiro para esta Real poco afortunada que, al menos, daba 25 minutos para luchar por la victoria. Curiosamente, con el empate el Sevilla quiso estirar líneas. Y dio sensación de peligro aunque, en realidad, exigiera poco de Bravo en esos minutos. Pero la Real también se fue a por el partido, ya con Seferovic en el campo (entró por un inofensivo Chory Castro que no termina de aprovechar lo más mínimo de los minutos que le ha dado Arrasate en lo que llevamos de temporada). Arrasate tardó mucho en hacer el segundo cambio (un despistadísimo Zurutuza tuvo cinco minutos tras relevar a un buen Pardo) e incluso se quedó sin hacer el tercero.
En los últimos minutos, lo único que sucedió fue la expulsión de Cala. El Sevilla es uno de esos equipos, odiosos desde los ojos del rival, que pierde tiempo, desquicia al oponente y domina eso que todos llaman antifútbol cuando lo sufren pero que nadie se esfuerza en desterrar del fútbol. La Real no tuvo la calma suficiente para abordar este tramo final del partido, eso tampoco es una novedad, y se perdió en centros demasiado alejados y en prisas que acabaron en pérdidas de balón y que restaron opciones de llegar al área. Velasco Carballo dio cinco minutos de descuento, y decidió pitar el final cuando se llegaba al 50:02. En Anoeta no se descuenta más tiempo para conseguir la victoria, como sí le ha sucedido entre grandilocuentes polémicas a otros equipos, pero de este no se hablará, como tampoco del penalti a Vela. Es lo que tiene jugar uno de los ocho encuentros que para la Liga de Fútbol Profesional son el relleno de la lucha de dos por el título.
El marcador final. |
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