La celebración de Bravo en Lyon. |
Cuando Seferovic conectó el brutal disparo que se convirtió en el 0-2 en Gerland, el realizador del partido ofreció un plano del que se ha hablado poco pero que se me grabó en la mente. Era Bravo, celebrando el gol con rabia, con el puño cerrado. Esa imagen simbolizaba la ambición que durante mucho tiempo ha tenido en él un referente indispensable en el entorno de la Real. El chileno siempre ha sido el primero en ver que este equipo podía dar más de sí. Parece un tema menor, pero la fe en la Real ha estado muchas veces por debajo del potencial del equipo. En Segunda tiró del carro como pocos para ascender, en Primera apostó por Europa cuando para muchos era una quimera y ya de nuevo entre la élite es de los pocos que ha hablado de la posibilidad de que esta Real llegue a ganar un título. Y lo ha hecho con la normalidad que permite la obligada ambición en un deportista profesional. Por eso, su celebración en Lyon me llegó al alma. Ese 0-2, esa clasificación para la Champions, es el premio a lo que Bravo siempre ha buscado en la Real. Y él es una de las explicaciones de por qué hemos llegado hasta aquí.
Por eso resulta especialmente hermoso que el próximo martes, en el regreso de la Real a la máxima competición continental, se dé la casualidad de que Bravo vaya a cumplir su partido 200 con la camiseta txuri urdin. Y no es solamente un número. Es el camino de la leyenda. Él mismo lo decía en la sala de prensa, ahora lo que toca es alcanzar a Darko, el único que le queda por delante en el número de partidos disputados dentro de la ilustre relación de jugadores extranjeros que han jugado en la Real. Kovacevic saltó al campo a defender al conjunto realista en nada menos que 286 encuentros. Esta misma temporada ya ha superado a Karpin, a quien igualó sus 195 partidos como realista precisamente con el primero de los choques contra el Olympique. Pero los números de Bravo son aún más importantes que eso. Está ya cerca de colarse entre los 50 jugadores con más partidos en la historia del club y es el quinto portero que más veces ha defendido la portería txuri urdin. Esta misma temporada superará a Bagur (203) y Esnaola (207), y ya sólo le quedarán por delante Alberto (277) y la leyenda realista más incomparable, Arconada (551).
La presentación de Bravo, en 2006. |
Lo que queda en la memoria colectiva es que Bravo es un arquero formidable, ágil y con gran manejo de los pies, pero además ha sido siempre un modelo de comportamiento y profesionalidad. Hoy parece casi algo impensable que el chileno no fuera siempre titular indiscutible. De hecho, comenzó en el banquillo e incluso estuvo una temporada en blanco, la primera en Segunda, la 2007-2008, en la que Riesgo lo jugó todo. A quienes valoramos la enorme contribución de Bravo en esos años nos queda la espina clavada de no verle en las fotografías de la celebración por el ascenso, porque estaba ya con su selección para disputar el Mundial de 2010 tras recuperarse de una lesión de rodilla. Pero con tantas las imágenes memorables que Bravo ha dejado en la retina que eso es casi una nimiedad. Aquellas paradas en la escuadra del Vicente Calderón nada más llegar, verle con el Trofeo Zamora aunque fuera de Segunda en la temporada 2008-2009, el gol al Nastic, aquella imposible estirada ante el Espanyol. Y el puño cerrado con el gol en Lyon.
Cuando el martes resuene en Anoeta el himno de la Champions, esos y otros muchos momentos asaltarán la memoria de Bravo. Y también la de quienes llevamos ya tanto tiempo disfrutando de lo mucho que aporta a un equipo como la Real un jugador de fuera con las ideas tan claras y con una profesionalidad tan extraordinaria. Bravo es un modelo a seguir, un referente para entender lo que tiene que ser un extranjero en este equipo, ya uno de los capitanes y, además de todo eso, un porterazo que llega a los 200 partidos. Lo difícil en estos casos es saber si es más necesario darle la enhorabuena o sencillamente las gracias.
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