Yuri, en el partido del Nuevo Tartiere. |
Moyes apotó por alinear a todos los jugadores de la primera plantilla que había desplazado a Oviedo, a excepción de Zubikarai y Estrada, que se quedaron en el banquillo con Callens, Oyarzun e Iker Hernández. Obviamente, el equipo inicial echó en falta a algunos hombres, y es lógico pensar especialmente en Vela después de su exhibición ante el Elche, pero si una Real Sociedad en la que juegan Zaldua, Pardo, Zurutuza, Chory Castro o Finnbogason no se siente capacitado para superar a un conjunto de Segunda B, entonces es cuando hay que preparar esas formidables cuentas que presentó hace nada Jokin Aperribay y recurrir al mercado de invierno para devolver la ambición a la plantilla. O mirar al Sanse, viendo que Hervías fue el jugador que más hizo por lograr que el partido se pareciera a uno de competición oficial, como efectivamente lo era. La Real, desde luego, no saltó al Nuevo Tartiere con la decisión necesaria para mostrar la diferencia de categoría con su rival.
Y eso que a los pocos segundos de juego la Real consiguió forzar el primer córner a favor. Pero fue un espejismo que se diluyó en el transcurso de una primera parte floja y plomiza. Con un Oviedo envalentonado, el primer protagonista del partido no fue otro que un lamentable Teixeira Vitienes, que sacó una tarjeta amarilla a Pardo él sabrá por qué, amenazó con aires chulescos a Finnbogason quedando retratando como lo que es, un mal árbitro, y después inició un carrusel de despropósitos, con faltas continuas contra la Real, falta de castigo a las muchas infracciones que el Oviedo cometió sobre Hervías y hasta no dejando sacar a la Real un córner en el descuento de la primera mitad. No contento con eso, decidió directamente alterar el resultado del partido sin ver nada de lo que sucedió en las áreas. Primero fue el propio Hervías, después de una magnífico carrera driblando rivales, el que sufrió un penalti clamoroso. En la segunda parte, Finnbogason vio la amarilla por protestar con tibieza un leve empujón por la espalda que pareció poca cosa pero que en otros partidos se pita. Y entre medias, Callens cometió otro clamoroso penalti que Teixeira Vitienes tampoco quiso ver. Es muy malo, no hay otra forma de verlo.
Volviendo al fútbol, la primera parte debió dejar preocupado a Moyes. Si así es como algunos jugadores quieren ganarse el puesto, malo, a pesar de que se intuyen detalles en Gaztañaga y Pardo como pareja de pivotes que ojalá se hubieran pulido en pretemporada. Eso sí, llamó mucho la atención un detalle, y es la forma en la que el equipo intentó sacar el balón. Elustondo y Ansotegi se abrían muchísimo a las bandas, los laterales subían y Gaztañaga se incrustaba entre los centrales. De esa forma, era Elustondo quien optaba por el envío en largo, que indefectiblemente acababa en pies del rival. El argumento de que retrasar a Elustondo era para conseguir una mejor salida de balón muere así en el Nuevo Tartiere, porque si no lo puede poner en rpáctica ante un Segunda B, menos lo hará en Primera. Y tampoco es que mostrara mucha seguridad como central. El caso es que cuando Gaztañaga mandaba, cuando Pardo conectaba con el balón y cuando el cuero circulaba con paciencia de una banda a otra, la salida realista era clara, pero muy pocas veces lo hizo en los primeros 45 minutos. Por eso, el Oviedo se envalentonó y tuvo algunas llegadas, pero el partido no sirvió para conocer las condiciones de Rulli, poco exigido en realidad.
La Real, que apenas disfrutó en el primer acto de muchos caracoleos peligrosos de Hervías, de largo el mejor realista, y un buen disparo de Yuri junto a la cepa del palo que Esteban mandó fuera al filo del descanso, naufragó en los aspectos habituales que conoce de sobra la afición txuri urdin y que Moyes seguro que ya ha empezado a comprender. Sus faltas y córners a favor desaparecían casi sin peligro y, ya en la segunda parte, sí sufrió en los lanzamientos desde la esquina del Oviedo. Eso fue después de que el arranque de la segunda mitad evidenciara que alguna bronca del técnico realista debió de caer en el descanso. El ritmo comenzó a ser otro, la presión se producía más arriba y el cambio que introdujo el escocés, Callens por Elustondo demostraba que el técnico había visto las cuantiosas pérdidas de balón del reconvertido central y, quizá, que tiene ganas de probar al peruano y quien sabe si de apostar por él. El canterano, con el 30 a la espalda, no estuvo mal y no quiso complicarse nunca con el balón, prefiriendo un saque de banda para el Oviedo a una posible pérdida de balón.
En esos minutos fue cuando la Real pudo poner la eliminatoria a su favor. Zurutuza, muy distinto en este tramo del encuentro del que se había mostrando en la primera mitad, tuvo las primeras ocasiones. Primero, un cabezazo que envió a las manos de Esteban. Después, un magnífico trallazo desde fuera del área que estuvo a punto de reventar la escuadra a la izquierda del guardameta oviedista. Finnbogason, en todo caso, dispuso de la mejor, tras una espléndida jugada por la banda izquierda entre Yuri y Chory, pero el islandés mandó el balón fuera. El delantero realista fue, de largo, la peor noticia del partido. Sin influencia alguna en el juego, una vez más volvió a carecer del más mínimo instinto goleador que se le requiere a un atacante, y más a uno que viene con tantos goles anotados en una Liga atractiva como la holandesa. Se le vio de nuevo indolente durante el juego y falló todas las ocasiones de que dispuso. Esta primera fue muy clara, como también lo fueron la jugada en la que reclamó penalti y en la que remató bastante mal de cabeza y, más aún, la que tuvo en el descuento, con un testarazo infame, bombeado y sin peligro, a pesar de conectarlo sin marca alguna y casi en la línea del área pequeña. Muy preocupante, y más con Agirretxe KO.
Hervías y Chory, con dos buenos disparos que convirtieron a Esteban en el mejor jugador del partido, prolongaron unos minutos más el dominio realista, antes de que Oyarzun entrara en el campo, sin demasiado protagonismo, por el intermitente Zurutuza, pero el mando txuri urdin volvió a diluirse de nuevo en cuanto el Oviedo volvió a acercarse a la portería de Rulli. Los locales gozaron primero de una clarísima ocasión en un córner, de nuevo mal defendido por parte de la Real, pero la volea de Señé a bocajarro se marchó arriba. Después, Rulli tuvo que salir casi hasta el centro del campo para evitar que un contragolpe del Oviedo llegara a algo más, y dio el susto al tener que ser atendido en la rodilla. Ya hubiera sido mala suerte que el guardameta argentino se hubiera lesionado en su segundo partido como le sucedió en el primero, en Krasnodar. Justo antes se había producido la acción del clarísimo penalti de Callens, que le costó la expulsión al entrenador local por las justificadas protestas. ¿Mala conciencia de Teixeira Vitienes? Qué fácil ponen los árbitros que se piense mal de ellos ante actuaciones tan lamentables como la que protagonizó en el Tartiere.
Los minutos finales los protagonizó el descaro. El del Oviedo, que desnudó las carencias a balón parado de la Real con un nuevo remate franco en el segundo palo a la salida de un córner. Pero también el de Hervías, que recogió con total confianza el papel de Vela en el campo, a la hora de pedir la pelota y encarar el área rival como nadie más parece hacer pero también al sufrir las cuantiosas faltas del equipo rival, casi la mitad de las que sufrió la Real, y por supuesto sin consecuencias en forma de expulsión de algún jugador rival. Hervías estuvo de nuevo a punto de lograr el gol, en lo que habría sido un justo premio a la ambición y el desparpajo que mostró sobre el césped, tras un buen centro de Yuri, quizá de lo mejor del equipo en su conjunto, pero un defensa oviedista se anticipó y estuvo muy cerca de hacer el 0-1 en propia puerta. La jugada final del encuentro, Ansotegi obstaculizando el saque en largo de Esteban y abrazándose a él entre las risas de ambos para detener el contragolpe del Oviedo, fue la mejor muestra de que la Real encaró el partido con miedo a un nuevo ridículo copero y que se agarró al empate como el mal menor.
A pesar de haber roto la maldición copera la pasada temporada, el torneo del KO sigue siendo de difícil digestión para este equipo cuando el rival es de inferior categoría. Es verdad que el partido de Oviedo no puede mirarse con los mismos ojos que otros similares de temporadas pasadas, porque Moyes tenía el objetivo claro de conocer en competición a todos sus futbolistas y, al mismo tiempo, tenía muy claro que una victoria en Villarreal el domingo vale más que la que no se ha conseguido en el Nuevo Tartiere. Hasta ahí, todo correcto. Pero da cierta envidia que otros equipos de Primera tengan tan solventadas sus eliminatorias cuando la Real no consigue mostrar esa gran diferencia que se supone entre un equipo de Primera y otro de dos divisiones más abajo. Es verdad también que por ocasiones la Real debió ganar, y que por tercer partido consecutivo el equipo no encajó gol (ojo, no debutaba un entrenador txuri urdin con tres partidos sin ver perforada su portería desde que Angel Segurola cogió el equipo en la temporada 1969-1970). Pero hay que exigir más. Moyes tiene que exigir más. Y probablemente eso también lo tiene claro.
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